lunes, 19 de septiembre de 2011

Crítica: La Piel que Habito

La respuesta se encuentra bajo la piel... "La piel que habito" es la última película de un director que cada vez que estrena película, consigue dividir a crítica y público a partes iguales, consiguiendo convertir el estreno de su obra en un todo un acontecimiento. Y ese director no es otro que Pedro Almodóvar, uno de los mejores realizadores del mundo se mire por donde se mire. A favor, el señor Almodóvar, posee un poderío visual y una sensibilidad dignos de un absoluto genio, todas sus películas llevan su sello. Su cine es muy personal y hasta en la peor de sus obras, se deja entrever la sombra de su realizador, un contador de historias innato. En contra, a veces el propio origen de esas historias, inverosímiles y absurdas hasta caer en el mayor de los ridículos, apoyadas en un continuo desfile de clichés marca del director manchego, homosexualidad, travestismo, drogas, abusos sexuales… etc.

Y "La piel que habito" contiene un sin fin de los clichés nombrados, pero no olvidemos que detrás del guión y la cámara se encuentra un genio, Pedro Almodóvar.

"La piel que habito" no es una película perfecta, contiene momentos de absoluta maestría visual y narrativa, combinados con otros completamente surrealistas y que sacan al espectador momentáneamente de la historia.

Pero vayamos por partes, la piel que habito se nos ha vendido como la búsqueda desesperada de un científico/ cirujano, un más que sorprendente Antonio Banderas, para crear un nuevo tipo de piel más resistente al fuego, con la que podría haber evitado la muerte de su esposa en un accidente de coche, además de poder llevar a cabo su venganza, la pregunta llega enseguida ¿Contra quién y por qué?

La piel que habito es un thriller, con unos primeros 30 minutos sublimes, hasta la llegada del personaje de Roberto Álamo, un grandísimo actor, que en esta ocasión está un poco desaprovechado.

Durante los 20 minutos siguientes, Almodóvar se entretiene volviendo a su vena más macarra ochentena, haciendo que se pierda la seriedad planteada al inicio del metraje. Para después, volver a retomar el pulso de la historia que está contando y ofrecernos una película enfermiza, claustrofóbica e insana.

Lo que adolece en mayor parte al resultado de la película, son los detalles puramente Almodóvar, como la secuencia del jardín en la que es violada la hija de Antonio Banderas, donde se nos muestra explícitamente las prácticas sexuales de un grupo de jóvenes… etc. Estos detalles o momentos puntuales, distraen completamente al espectador, le sacan de la película, no pegan con la seriedad de una historia oscuramente turbia o, sencillamente están contados de una forma incorrecta. Tal vez falte en esos momentos concretos la crudeza que predomina en el resto de la historia.

Por el contrario, la piel que habito tiene una fuerza visual espectacular. Las diferentes habitaciones de la casa en la que tiene lugar la mayor parte del desarrollo de la película, el vestuario, los colores, el maquillaje y la música, son los diferentes elementos de los que se sirve la paleta de Almodóvar, un verdadero pintor, para conseguir que su película sea un cuadro que encierra una hermosura fuera de lo común. Cada plano contiene una belleza plástica inaudita, información y un lenguaje en perfecta concordancia con el tipo de historia que se nos está contando.

La piel que habito, también es una película valiente, que a pesar de su complejidad y sus fallos, siempre continua hacía delante sin ningún tipo de complejo y eso, es una de las más importantes señas del cine de Pedro Almodóvar.

Un director que nunca se conforma con ser uno de los más grandes, sino que sigue buscando proyectos que le interesen, que realmente le apetece contar a su manera.

Son las ganas de seguir creciendo, experimentando lo que define a los grandes directores, aunque a veces los resultados no sean todo lo bueno que cabría esperar, pero aún así, un artista es alguien con inquietudes y desde luego, Pedro Almodóvar es un artista con mayúsculas.

Si algo destaca en el plano de la interpretación en esta película es sin duda alguna la actriz Elena Anaya, lo mejor de toda la película.

Elena Anaya siempre me ha parecido una actriz con una belleza especial, su mirada, su dulzura y una forma de interpretar y dar vida a sus personajes, marcada por la sensibilidad y sutileza. Es una actriz que tarde o temprano debía acabar trabajando con el director manchego, ambos son y lo vuelvo a repetir, VALIENTES, “Lucia y el Sexo”, “Hierro” y “Habitación en Roma” son películas complejas en las que Anaya siempre ha salido victoriosa. No imagino a otra actriz para el papel. Aunque es sabido que la primera opción para el director era la sobrevaloradísima Penélope Cruz. El destino a veces, solo a veces, es sabio y actúa de forma correcta. Prefiero no imaginar a la actriz natural de Alcobendas, gritando de forma histriónica a Banderas amenazándole con cortarse el cuello a sí misma.

El personaje de Vera es un personaje muy complejo, al que Anaya ha sabido aportarle credibilidad, sensibilidad, fuerza, belleza, pero sobre todo, naturalidad.

Antonio Banderas está ante el que posiblemente será recordado como uno de sus mejores papeles, el del doctor Robert Ledgard.

Banderas es un actor al que respeto, pero que no cuenta con mi simpatía, me parece un gran profesional, pero a la vez muy limitado en cuanto a interpretación.

Es aquí donde entra en juego el arte de Almodóvar como gran director de actores y consigue sacar lo mejor de Banderas.

En esta ocasión, el actor está muy comedido, sin sobreactuar y en algunos momentos consigue dar realmente miedo solo con la mirada, pero creo que un papel así, en manos de otro actor mejor, como Javier Bardem, por ejemplo, habría conseguido crear un personaje antológico dentro del cine patrio, haciendo crecer el resultado de la película.

Aunque está algo por debajo de Anaya, ambos consiguen estar muy por encima del resto del reparto, sus interpretaciones son la espinal dorsal de la película y ambos cumplen. El resto del reparto está bien, correcto, sin más.

Como he comentado anteriormente, la dirección de foto a cargo de José Luís Alcaine, es de lo mejor que he visto este año en una película española, consiguiendo dar unos tonos y una textura a la imagen pocas veces vista en el cine de este país. Incluso en algunos momentos, triunfa la sensación de estar admirando un cuadro, en vez de una película.

El vestuario, sobre todo, el que lleva la mayor parte del tiempo el personaje de Elena Anaya, los monos negros, la máscara de cirugía plástica… etc, es sencillamente genial al igual que un maquillaje, que junto con unos sutiles efectos visuales, consiguen dar la sensación de que la piel que da título a la película, la de Anaya, es de plástico. Es un efecto hermoso pero que a la vez choca al contrastar con la piel del resto de personajes.

La dirección de arte, de Antxon Gómez es también otra característica importantísima a destacar, que ha conseguido otorgar a la película un toque irreal, pero artístico a la vez. Muchos y muy diferentes son los espacios por los que se mueven los personajes. Habitaciones cargadas de esterilidad y otras de belleza mediterránea, constantemente enfrentadas mientras avanza el metraje.

Otro apartado muy destacable es la música de Alberto Iglesias, que combina pasajes de instrumentos de cuerda cuando se nos muestra el día a día en la casa, con música electrónica en los momentos más asfixiantes. Dotando a cada momento una personalidad distinta del resto y redondeando aún más esos cuadros visuales de los que he hablado anteriormente.

La película tiene una factura técnica impecable, como todo el cine de ese artesano llamado Pedro Almodóvar, más allá de los logros artísticos de la obra.

Resumiendo y aviso para navegantes, el cine de Pedro Almodóvar, posee un lenguaje y unas formas únicas, pero también hace hincapié en temáticas marcadas por ciertos clichés, así que quien esté dispuesto a ver “La piel que habito”, ha de saber que va a ver ciertas cosas que son imposibles de seccionar de la piel del director.

No olvidemos que Almodóvar, es un genio capaz de convertir la situación más ridícula en algo bello y hermoso, o como sucede en algunos momentos puntuales de la película, hacer que las situación ridículas o inverosímiles, no sean excesivamente cuestionadas por el espectador.

Cine con Mayúsculas.

2 comentarios:

Ash Williams dijo...

Gran cronica, señor Bates, y tiene usted mucha razon, la que menos que gusto de la pelicula es ese ansia que tiene Amodovar de dejar su impronta personalisima a todo aquello que toca, como si tubiera que dejar su firma por encima de todo. Esto no seria malo, si no fuera por que con ello, la peli baja muchos enteros, muchisimos, aparte de que le sobran como 4o minutos de metraje.

Es como si un pintor dejara su firma enorme en mitad de un cuadro y esta tapara practicamente todo.

Cuantas bocas taparia Almodovar si se dejara de gilipolleces y le diera por rodar pelis de genero puras y duras...

Max Cady dijo...

Si Almodovar se olvidara de vez en cuando de sí mismo y se centrara en lo que cuenta, otro gallo nos cantaría (y máxime cuando te adentras en un género como el thriller y partes de un texto literario). Pero entonces no se hablaría de lo “almodovariano”, su marca personal, sino simplemente de cine (y muy probablemente de buen cine). Una verdadera lástima porque La Piel Que Habito podría haber sido magnífica y se queda sólo en una correcta película.

A mí a diferencia de otros adjetivos cinematográficos (cronenbegriano, felliniano, lyncheano o berlanguiano, entre otros), lo almodovariano no termina de convencerme.

P.D. Estoy bastante de acuerdo contigo Ash.

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