lunes, 20 de enero de 2014

Crítica: Crash

Descubrí a James Graham Ballard en mis últimos años de instituto, gracias a un buen amigo (Ramón), y desde entonces las historias extrañas, magnéticas y en ocasiones incomprensibles de este británico de vida compleja y de prosa eléctrica, irónica e hipnótica, cuyas historias transitan entre la ciencia-ficción, el horror, el drama y hasta el thriller me han acompañado. Leed El Imperio del Sol donde se relatan sus vivencias de infancia o echarle un vistazo quienes aún no lo hayáis hecho a la estupenda adaptación cinematográfica que realizó de dicha autobiografía Steven Spielberg en 1987 y entenderéis por qué la mente de este tipo es capaz de crear esos ambientes tan poéticos y perturbadores al mismo tiempo.
Cuando me enteré en mayo de 1995 que uno de mis directores fetiche, el canadiense David Cronenberg, iba a realizar una adaptación de la polémica novela Crash de J.G. Ballard, además de apresurarme a conseguir la novela para degustarla (por aquel entonces aún no la había leído), me invadió una sensación de ambivalencia. Alegría, por un lado, ante lo que podría surgir de la colisión de estos dos genios artísticos, y también cierto temor, por otro lado, ante lo que podría conseguir trasladar a la pantalla grande Cronenberg del universo ballardiano sin desvirtuarlo ni mutarlo excesivamente, ya que pese a poseer una fuerza visual inusitada todos los escritos de Ballard, cuyos ejemplos más claros puedan ser Rascacielos, El Mundo Sumergido, La Isla de Cemento o Compañía de Sueños Ilimitada, también poseen un fuerte aire surrealista y críptico, de complicado encaje en el formato cinematográfico.

Lo cierto es que la visión que el canadiense ofrece de la obra literaria no desmerece para nada la obra original, aunque Cronenberg elimina ciertos elementos cínicos y de humor negro que alberga el relato, así como toda la jerga técnica automovilística, e incorpora sus propios elementos de transmutación de la carne y enfermedad como paso previo al renacer del individuo. Cosas, que por cierto, de alguna forma están también en el ADN de la novela, como si Ballard estuviera pensando en alguien como Cronenberg cuando la escribió. Por tanto, de entrada, una gran adaptación cinematográfica de una novela difícil, malsana y compleja que no dejará indiferente a nadie y obligará a amarla o a odiarla con todas las fuerzas. 

La historia, ambientada en un futuro próximo e incierto pero totalmente tangible, se inicia con una mujer, Catherine Ballard (Deborah Kara Unger), practicando sexo con un desconocido en un aeródromo (posiblemente su instructor de vuelo) mientras frota su piel contra el frio acero de un aeroplano. Seguidamente vemos como su marido, James Ballard (James Spader), un productor de cine mantiene sexo con una empleada de la película que está filmando (adoptando la misma posición que el extraño con su mujer). Ambos cónyuges, más tarde en la soledad del hogar, por la noche, mientras observan el enorme tráfico de la autopista desde el balcón, se narran sus aventuras extramatrimoniales mientras disfrutan de sus cuerpos y sexualidad e intentan que Catherine alcance el clímax sexual que no alcanzó en el aeródromo. Desgraciadamente este no llega, como siempre, y tendrán que intentarlo nuevamente hasta que suceda.

¡Quizá la próxima vez! ¡Quizá la próxima vez!

Un buen día James sufre un accidente de tráfico, su coche se empotra contra el de Helen (Holly Hunter), muriendo en el acto el marido de esta. Este hecho que lo conduce al hospital será el desencadenante que lo ponga en contacto con una serie de personajes extraños, grotescos y lujuriosos, encabezados por el mesiánico Vaughan (Elias Koteas) y sus acólitos, entre los que se encuentran la propia Helen, Gabrielle (Rosanna Arquette) y Peter (Colin Seagrave), que están fascinados por la consecución (creación) de placer orgásmico a través de accidentes automovilísticos y la transformación de la carne en su fusión con el amasijo de metal que queda después de los brutales impactos. Poco a poco James irá introduciéndose en el grupo en la búsqueda desesperada de la colisión perfecta que consiga proporcionarle el éxtasis máximo tanto a él como a su mujer, aunque ello pueda costarles demasiado… incluso sus propias vidas. 

El futuro frío, decadente y sin alma donde personas de actitud robotizada incapaces de amar y sentir nada por el prójimo, que están en perpetua búsqueda enfermiza de placer que sacie su vacío interior y donde los coches son una materialización de lo rápido que se transforma el mundo debido a la tecnología y nuestra incapacidad (mental y física) como especie para adaptarnos a ello que planteaba Ballard en el año 1972, cuando escribió la novela y tan asombrosamente bien plasmó en imágenes Cronenberg hace casi 20 años, parece hoy día una profecía hecha realidad. No cuesta mucho vislumbrar en el actual, frenético y decadente sistema económico capitalista donde nada nos satisface y continuamente buscamos ese nuevo tótem tecnológico que nos proporcione la anhelada felicidad y paz interior el reflejo real de lo imaginado por Ballard hace más de 40 años. La “enfermedad” y necesidad de “transformación” de todos los personajes de esta historia puede ser reconocible en una sociedad, la actual, cada vez más corrompida. 

Cronenberg muestra una carne y sexo enfermizo, perverso, degenerado e hiriente que atrapa a los personajes, y a nosotros como espectadores-voyeures, en un intento desesperado por conseguir todo aquello que una sociedad post-industrial y aséptica, donde todo está perfectamente estandarizado, y posiblemente en las puertas del cataclismo, les niega sistemáticamente, el simple goce de las cosas naturales de la vida. En este contexto surgen pseudo-gurús, falsos iluminados como Vaughan que corrompen y degradan aún más a los desesperados, ávidos de una luz que marque el camino, empujándolos inexorablemente hacia el lado más oscuro y depravado de su ser. 

Para plasmar este páramo futuro de sentimientos que te hunden en la desesperación y se manifiestan en la corrupción de la carne, Cronenberg, con mano de cirujano, se apoya en tres elementos: 

Primero, una planificación asombrosa de cada una de las escenas, que van desenvolviéndose a través de lentos travellings, provocando una hipnótica y a la par repulsiva espiral de imágenes turbadoras que no te abandonan cuando aparecen los títulos de crédito finales y se encienden las luces del cine. Soy capaz de visualizar perfectamente la alargada, retorcida y erótica cicatriz de Gabrielle recorrida por la lengua húmeda de Ballard mientras intentan copular en el interior de un coche. 

Segundo, una asombrosa fotografía de Peter Suschitzky que combina perfectamente colores fríos (fundamentalmente azules y grises) con cálidos anaranjados y rojizos, todo ello con una brillante utilización de las sombras para crear unas atmósferas patológicas y magnéticas a partes iguales y alternando sutilmente grandes angulares para las escenas de carretera con primeros planos de los personajes practicando sexo bizarro en el interior de los autos. 

Tercero, una banda sonora de Howard Shore, compositor habitual en la obra de Cronenberg, que sin tener una entidad propia es capaz de potenciar todo lo malsano y “marciano” que sucede ante nuestros ojos, convirtiendo la degradación moral de lo que acontece en poesía malrollera. 

Lo curioso del asunto, es que a pesar del sexo que aparece en pantalla y la viciosa, tortuosa e incómoda erótica que desprende la historia, pocas veces en el cine hemos (disfrutado) asistido a una lección de desvíos y degradaciones tan sensuales. Apenas se visualiza de forma nítida el acto sexual, pero las imágenes que nos presenta Cronenberg mutan en nuestra mente transformándose en iconos abyectos, decadentes y obscenos. Gran triunfo del canadiense que se erige como un maestro, casi inigualable en el cine actual, para rodar escenas de alto contenido carnal y depravación de forma exquisita y elegante. Véase como ejemplos Inseparables, Existenz o Una Historia de Violencia. 

El reparto, como suele suceder en el cine de Cronenberg, da el 100% y nos brindan unas actuaciones frías, distantes y ambiguas que encajan a la perfección en la historia, destacando fundamentalmente un perturbador y alucinado Elias Koteas y una sicalíptica Deborah Kara Unger. Desgraciadamente los personajes están esbozados, nunca llegamos a comprender perfectamente sus motivaciones y difícilmente podemos empatizar con ninguno de ellos. Sólo podemos acompañarlos en un viaje que no tiene retorno. 

En conclusión, Crash no es una película fácil, se vuelve algo reiterativa a partir de la hora de metraje y no termina de consumar el gran clímax que desde el principio nos promete, por lo que todos aquellos que no estén dispuestos a embarcarse en un viaje descabellado y sin conclusión al fondo del alma humana desprovistos de prejuicios, desgraciadamente sólo encontrarán la visión de la carne desnuda, de la herida abierta, del sexo enfermizo, de la necesidad de que los fluidos corporales muten a lubricantes industriales de mecanismos de alta temperatura sin que exista lógica alguna para ello. Y no se percatarán que todo lo planteado es mucho más profundo e intenso que la necesidad urgente de alcanzar el orgasmo. 

¡Quizá la próxima vez! ¡Quizá la próxima vez!

Nota final: Muy probablemente todo este rollo que os he contado sólo sea el delirio de un “listillo” bastante pedante y pretencioso, y como me dijo en una ocasión un adicto al cine, la película de Cronenberg va de una tía con disfunción sexual que no le permite correrse y de su marido calzonazos capaz de hacer cualquier marranada para que esta pueda llegar al orgasmo.


7 comentarios:

Unknown dijo...

Tu amigo no iba mal desencaminado. Toda historia tiene una base simple y cada uno le da las vueltas de tuerca que quiere...
Yo ahí lo dejo, pero de pedante nada. Que cada uno haga el estudio que quiera de lo que vea.

A mi Crash me dejó muy rota la primera vez que la vi, porque no me esperaba ese nivel de depravación; que tampoco era visualmente explícita. Era peor que te quedaras pensando en lo que habías visto.

Muy buen análisis!

Missterror dijo...

La vi hace mucho y recuerdo que me gustó bastante. Hoy quiero verla de nuevo para poder opinar, pues poco me fio ya de mis recuerdos.

Excelente análisis!!! (y sin mencionar ni una sola vez a la nueva carne!!! Ole!!!!) ;)

saludos

El Rector dijo...

Me sumo al reciente interés por ver la película gracias a la estupenda crítica. En mi caso, por primera vez, pues es ésta junto con Spider, una de las dos propuestas de Cronenberg que aun no he tenido oportunidad (o ganas) de visionar. Eso si, Max, me voy a aferrar a la idea de que lo que ofrece sea tan solo esa tía con disfunción sexual y ese marido que quiere complacerla que comentaba ese adicto al cine, pues a mi las metáforas y las alegorías del sr.Cronenberg, me suelen producir somnolencia en la mayoría de los casos.

Saludos.

MAX CADY dijo...

Muchas gracias por vuestros comentarios.

May Dove, tienes toda la razón del mundo cuando comentas que la imaginación es mucho peor que la imagen explícita, que tras el impacto inicial ya no va más allá, mientras que aquellos “demonios” que uno produce en su mente te acompañan durante mucho tiempo (incluso puede que toda una vida). Y también estoy bastante de acuerdo en que una obra artística adquiere diferentes “vidas” dependiendo de la persona que la experimenta (hay siempre una parte subjetiva que es imposible deshacerse de ella, y bendita sea).

Missterror, ansioso estoy porque la vuelvas a ver y comentes tus impresiones (siempre interesantes). Estoy convencido que no te defraudará. En cuanto a no mencionar la nueva carne, supongo se debe a que ese es un concepto netamente cronenberiano y la cinta creo bebe más de Ballard que del canadiense en ese sentido (aunque siempre con el toque Cronenberg tan presente).

Rector, te recomiendo (casi te ordeno) que veas cuanto antes estas las dos cintas (Crash y Spider), sin duda dos grandes películas de Cronenberg, muy superiores a los dos últimos trabajos del canadiense. Además me atrevo también a recomendarte las novelas homónimas de J.G. Ballard y Patrick McGrath respectivamente sobre las que están basadas.

Saludos!!!!!!!!

P.D. Debo reconocer que mi amigo tiene algo de razón, pero también creo que la idea/metáfora subyacente en la historia es bastante evidente. Ya comentareis.

Unknown dijo...

Veo que has cogido mi idea y re-coincido con tu comentario ;)

Artanis dijo...

Tan solo añadir que en YouTube -como rareza- se puede ver una adaptación de la BBC de 1.971, dirigida por Harley Cockliss ("Malone"). Y con el propio Ballard de protagonista...
http://www.youtube.com/watch?v=HT2eECKvdTc

MAX CADY dijo...

Artanis, muchísimas gracias por el apunte, cosas así enriquecen enormemente lo escrito. No tenía ni idea de la existencia de este cortometraje realizado por la BBC (¡y con el propio Ballard en él de protagonista!). Una rareza muy interesante.

Saludos!!!!!!!!!!!

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