Por fin llega a la gran pantalla la que se prometía la definitiva película sobre el monstruo/icono nipón, de la mano de Gareth Edwards, que nos trajo la más que decente
"Monsters" y nos hizo levantar las cejas en 2010 a Sitges y que reactualiza el gigante reptiliano elevándolo aún más a esa esencia divina que todo mito tiene pero que en mi opinión no está del todo correctamente planeada.
Era yo un mocoso que dormía en cuna cuando mi abuela, viajada ella, regresó de Estados Unidos con un inmenso muñeco de peluche verde. Era “Totila”, así lo bauticé con casi mis primeras palabras, ese objeto de transición que todo niño tiene y acaba olvidando y que ha sobrevivido junto a mí a nueve mudanzas, seis ciudades distintas y 36 añitos. El pobre Totila perdió sus ojos de tanto sobarlo y babearlo y sufrió un ataque incendiario en la etapa pirómana de mi hermano pequeño , en la cola antes rellena y hoy fofa y colgandera que preside la habitación de mi hijo Alejo. Será esa mi transición del objeto o posiblemente en un arrebato infantiloide y friki de los míos vuelva a mi habitación, ciego y coliflojo, pero Icono, Grande, Inmenso.
Con el paso de los años fui devorando todo cuanto caía en mis manos referente al monstruo, mi amigo, mangas, pelis niponas en blanco y negro y en color, series, versiones... Para muchos, la historia ya estaba perfectamente tocada por ese cachondo que es Roland Emmerich y que en 1998 nos regaló su personal punto de vista, pero la verdad es que como metáfora de muchas cosas que es, Godzilla admite/pide nueva sangre. Y Edwards, que no es Emmerich, ni tiene su humor, impregna su visión personal de director, renunciando al esquema típico del blockbuster y no acabando de rematar la faena como se nos prometía. La cinta no arranca con una acción evidente y facilona, sino con los orígenes del bicho en lo que se puede casi considerar una hagiografía, con las armas tóxicas nucleares, el medio ambiente prostituído y las mutaciones que como santo resignado va sufriendo el pobre Godz, por lo que toda la acción se abarrota en la parte final, cuando algunos ya están casi desesperados.
Y es que el primer Godzilla fue una terapia nipona para superar Hiroshima, de lo que no se permitía hablar. Hasta el punto que los estudios nipones Toho, productores de todo lo que se ha hecho sobre el monstruo en sus inicios y dueños de los derechos, vendieron su imagen a cambio de que esa conciencia, esa metáfora de lo que el hombre supone como Mal siguiera presente. Han pasado 60 años desde que el reptil mastodóntico nació, y Edwards ha creado el mayor, el más aterrador e inmenso de todos, un gigante de 107 metros de metáfora rollo Greenpeace.
En este caso no es Nueva York la ciudad que Godz arrasa, y es que ya estamos un poco cansados de ver cómo el cine catastrofista se ha cebado con esta ciudad en los últimos veinte años. Ahora les toca a Tokio, Las Vegas, Hawai y San Francisco, en ese tour de destrucción que el gigantón mutado decide hacerse, aburrido de años escondido. Hace su salida del armario a lo grande.
La cinta parte de una idea que a mí, fan de las teorías de la conspiración de Íker y su señora, me ha encantado: la bomba de Hiroshima se lanzó para acabar con el gigante reptil, que además no está solo. Hachazo a la Historia, hachazo a la conciencia de guerra, hachazo a memoria de víctimas, pero hachazo nada irreverente y en cierto modo simpático. Pero el director, que parece huir del melodrama pero también de la acción pura, se reserva la carta maestra de la apariencia del protagonista absoluto de su cinta y hasta una hora después de los créditos no lo saca a escena. Esta primera parte bien diferenciada como introducción está narrada con un magnífico ritmo y pulso, presentando al reparto y la trama principal, que desgraciadamente se casi destroza en el nudo de la misma, en ese segundo acto que es lo peor de la cinta y deja en evidencia las inmensas carencias del guión.
Finalmente nos llega un derroche espectacular de acción en un final que pese a esa espectacularidad no deja de ser demasiado correcto políticamente y mucho menos salvaje de lo que merecíamos. Pero ahí aparece ya Godz. Es un kaiju inmenso, deudor del diseño de la irregular
“Pacific Rim” y de la maravillosa “Mostruoso”( “Cloverfield”) e incluso “The Host”, y desde que le vemos, le intuimos, somos conscientes de que sí, la cinta tiene incoherencias muy gordas y fallos mayores, pero por fin el icono sube a los altares del cine, dejando al género humano a la altura del betún y con el apoyo de la Madre Naturaleza en forma de terremotos, maremotos y todo tipo de estragos y el verdadero espectáculo, genial, grandioso, magistral casi, acontece en la última parte de la cinta, que no obstante sabe mantener y aguantar bien el suspense sacando provecho de unos buenos intérpretes (la Olsen es ya una promesa hecha realidad, más aún que el propio film) con personajes bastante interesantes en su mayoría, si bien algunos de ellos lastran y mucho la nota de la cinta. Aaron Johnson en un papel blockbustero con Elisabeth Olsen, Ken Watanabe, Bryan Cranston y Juliette Binoche son de lo mejor del reparto, extraño, como fuera de sitio y casi perfecto.
Es obvio que Gareth echa mano a todo el cine que ha hecho Spielberg y en especial a sus pelis de bichos (véanse Ets, dinosaurios, tiburones...) pero sin acabar de captar la esencia magnética que el odioso director Rey Midas sabe imprimar a sus obras y quedándose sólo con el tufillo a perfume.
Al final Gareth opta por no seguir el rutinario y cansino camino americano de pelis de monstruos y sus montajes efectistas que disfrutamos y sufrimos a partes iguales, y se lleva su peli más a lo que el cine japonés ha hecho con sus monstruos.
Ahora bien, a la hora de analizar/criticar este Godzilla habría que hacerlo al menos desde tres puntos de vistas diferentes. Como espectáculo es soberbio, magnífico, un auténtico despliegue de energía con unas secuencias que sobrepasan la perfección técnica y encogen el corazón del espectador que encuentra en pantalla mucho más aún de lo que esperaba, algo que Emmerich ni siquiera rozaba con su peli, que a mí, personalmente, repito, me encanta, pero que está a un nivel descaradamente inferior. Este Godzilla es visualmente poderosísimo, rico, magnífico, aunque a los nipones les haya parecido que había que ponerlo a dieta. Pero como historia, argumento, narración, la película es francamente regulera siendo generoso. El guión, paupérrimo, y no logra siquiera servir de nexo conductor entre el magnífico prólogo y el espectacular final. No hay lógica en el comportamiento de unos personajes planos, hay demasiadas casualidades oportunas (ese huevo que eclosiona en quince años justo en el preciso día que nuestro prota aparece), un militarismo del todo incoherente y ofensivo, una sucesión de tópicos de refrito y relleno, y aunque eso es algo a lo que ya nos acostumbra cualquier blockbuster uno no puede sentirse un poco avergonzado y triste, porque con un poco de trabajo de guión la peli sería perfecta.
Si la cinta fuera un subproducto carente de pretensiones se aceptaría sin lugar a dudas, pero con el planteamiento de Edwards ese guión anémico, bulímico de emoción y soso que hace de sus protagonistas meros robots simplones (incluida mi Olsen, que como ya digo es cinegenia pura y dura, pero de la que no se aprovecha aquí ni el apellido) dejando claro que el único personaje de la cinta que actúa de forma coherente, incluso “humana” es el propio monstruo. Un monstruo que a diferencia del original, que era un dios, una amenaza resultado de los errores humanos aquí es un súper héroe propio de la Marvel casi. Y es que en la original de Ishirô Honda, ese científico arrepentido de sus obras, metaforizando Hiroshima y Nagasaki, es ahora un simple investigador, casi satisfecho de lo cabrón que puede llegar a ser su mascota.
Pero el film tiene tantísimas virtudes, desde esos créditos iniciales de diseño espectacular,los efectos visuales primorosos, unos efectos de sonido como nunca hemos oído, y una digitalización en los FX nada cantosa, en serio, acompañados de una banda sonora enérgica, magistral, de Desplat, que a pesar de acabar convirtiéndose en el más puro ejemplo del blockbuster, lo hace por la puerta grande, Grandiosa. Y es que nadie acude al cine a ver Godzilla esperando un drama de la Coixet, así que no creo que nadie pueda salir de la sala sin sentirse al menos, satisfecho por una puesta en escena del todo fascinante en la que el director, que si bien no atina a dirigir personajes ni a introducir la nota cómica que el género Z pedía a gritos, maneja el espacio y el tiempo, los puntos de vista y las imposibles perspectivas como muy pocos pueden hoy en día.
En definitiva la cinta de Edwards cumple sobradamente en cuanto a lo que uno espera, el entretenimiento y espectáculo, superando las anteriores versiones y adaptaciones sobradamente y a pesar de que su guión es interesante pero mal cocinado y rematado y desde luego no mereciendo ni una sola de las críticas negativas que está recibiendo últimamente.
Gareth Edwards está de sobra a la altura del mitoy a todas las espectativas generadas, y demuestra lo bien que sabe hacer cine el tipo, con diez dólares o con veinte millones, y aunque el tufillo pronaturalismo acaba siendo un lastre es muy digno que se nos recuerde con ese mensaje ecológico que la naturaleza es la que manda y que el día menos pensado nos vamos todos a tomar por saco.
Lo mejor: Su fabulosa atmósfera, en especial en Tokio, apabullante. El magnífico espectáculo a la altura del mastodonte, beatificado quizás en extremo. Escenas en las que uno no sabe si gritar de la emoción, aplaudir, llorar o todo a la vez. (La escena de las vías es para quedarse ojiplático un mes).
Lo peor: Su terrible guión, que acaba dejando un sabor de boca agridulce con la sensación de lo perfecta que podía haber sido y desgraciadamente no es.
Pido desde ya una versión española, con el oso de Madrid mutando con el madroño en gigante plantígrado que arrasa palacio real, congreso, senado y moncloa y se convierte en el primer presidente republicano mutado de la historia.
-Recomendabilísima por completo a cualquier fan ya no del icono japonés, sino del género y la sci fi.
-No recomendada a fans de la Coixet, a la Coixet y a mentes profundas que se deleitan viendo cómo gotea un lavabo.
Saludos de Totila, que definitivamente vuelve a mi cuarto.
Lo siento por Alejo...