martes, 28 de junio de 2016

Crítica: The Dead Room

La historia del cine de terror está repleta de pequeños templos en los cuales rendir pleitesía y profesar adoración a nuestros terrores favoritos. Lugares reconocibles para el aficionado de a pie que han pasado ya a formar parte de la cultura popular del género y del imaginario colectivo. Aquella larga escalera en un estrecho callejón donde algunos perdieron la vida al caer de una ventana, aquel colchón ensangrentado en una habitación polvorienta, aquel interminable pasillo que un niño recorría en triciclo o aquel desván con dos ventanales que parecían emular la mirada del mismísimo diablo.

“The Dead Room”, nueva película de Jason Stutter, quien regresa al genero después de firmar la mediocre comedia de terror “Diagnosis: Death” (2009) dirige aquí un nuevo episodio de fenómenos paranormales domésticos, subgénero que comienza ya a saturar la escena con tropecientos títulos que, por lo general, no destacan especialmente por aquello de la originalidad. Hoy, que los Warren, ese matrimonio de lo sobrenatural apadrinado por James Wan, manejan el cotarro del terror en la gran pantalla, una producción pequeña como “The Dead Room”, llegada de los hermosos parajes de la tolkiana Nueva Zelanda, intenta hacerse un hueco en el panorama de lo fantasmagórico y aunque pueda sonar descabellado, no lo es tanto si tenemos en cuenta que por ejemplo, no hace tanto, otra producción modesta (y bastante justita a mi juicio) como fuera “Oculus” (Mike Flanagan, 2013), consiguió tener sorprendente éxito y repercusión entre los aficionados.

Se sabe que calidad y reconocimiento, son dos conceptos que no siempre están directamente relacionados. Pero no por habitual, esto es algo a lo que uno se acostumbre y no deja de ser curioso que una cinta de aprobado pelado como “Oculus” tuviera la repercusión que tuvo y que algo tan disfrutable y relativamente fresco dentro del subgénero del “home invasion” como “Hush”, del propio Flanagan, haya pasado desapercibida con más pena que gloria. En esto del cine, como en todo, no se trata tanto por desgracia, del talento que uno tenga, sino de la gente que uno conozca o de estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. Veremos que sale del nuevo trabajo del prolífero director, regreso al terror sobrenatural titulado “Before I Wake”. No será el último, pues ha sido ya confirmado para encargarse de la secuela de “Ouija”, cinta que también pudo verse en salas españolas, a modo de más que solvente purgante, por lo vomitivo de la propuesta.

Regresando ya a “The Dead Room”, decir que estamos ante una película de lo más típica, que vuelve a poner sobre la mesa el eterno debate entre lo empírico y lo inexplicable, si bien su falta de ambigüedad, este termina pronto quedándose en algo meramente anecdótico. Algo cansino ya y mil veces planteado, pero con cierta gracia en su exposición gracias a la densidad de las atmósferas recreadas en el caso que nos ocup y al menos de entrada, consiguiendo mantener intacto el interés del espectador gracias a la sobriedad de una puesta en escena austera que huye de las grandes estridencias típicas del subgénero para centrarse más en el fondo de una historia que pese a lo aparentemente previsible, gana en interés y en tensión, a medida que pasan los minutos mientras Stutter y los suyos, se mantienen dentro del círculo de sal, gracias al pausado pero firme pulso narrativo, al que contribuyen unas solventes interpretaciones.

Dicho periodo de seguridad y certidumbre, copa el 75% del filme y no cabe duda que la primera hora de metraje resulta de lo más disfrutable, intentando sembrar incluso la semilla del misticismo en un viejo caserón rural que por momentos, consigue postularse como candidato al selecto club de esos lugares míticos del terror a los que hacía referencia al inicio. En este caso, un pasillo, dos lámparas de techo y un par de viejas puertas, son herramientas más que suficientes para recrear un fabuloso escenario que llega a tontear incluso con lo inquietante. A veces, solo se necesita algo de complicidad por parte del espectador así como otra tanto de imaginación, para hacerle el trabajo un poquito más fácil al cineasta de turno. Este es uno de esos casos y no cabe duda, de que Stutter sabe sacar partido de los pocos elementos de los que dispone y lo más importante, sabe hacer que el espectador conecte con ellos.

Ser consciente de las propias limitaciones, puede ser en ocasiones el faro más brillante en medio del oscuro mar de la creatividad. Incluso no mojarse en exceso, aunque pueda sonar conservador, puede ser la mejor opción para intentar dar el pego. En “The Dead Room”, esto se consigue en gran parte de la película, sin estridencias y sin grandes momentos para enmarcar, pero consiguiendo como digo, mantener el interés del respetable y generar incluso ciertas dosis de tensión. Para rizar más el rizo y darles incluso una nueva dosis de reconocimiento a director y guionista (el propio Stutter junto a Kevin Stevens), destacar también el interesante giro argumental de la obra llegados a cierto punto, justo antes de pisar con torpeza el círculo de sal y romperlo, perdiendo la privilegiada zona de seguridad que tan bien había funcionado hasta tan fatídico instante.

En adelante, uno de los tramos finales más bochornosos que se han visto últimamente, mamando tópicos del cine de fantasmas, en especial del asiático, con tan poca mano izquierda y tantas meadas fuera de tiesto, que sin duda conseguirá sacarle los colores a más de uno. “The Dead Room” es un perfecto ejemplo de auto gestión y control de la situación, y de la misma forma, también de la pérdida de estos. Convirtiendo lo que hasta el momento era una aceptable, intrigante incluso, amena historia de fantasmas, en una auténtica, si se me permite la palabra, "estupidez", para ganado de multisala comercial. Dos películas en una, muy distintas y que dejan muy distintas sensaciones también. Por desgracia, terminan pesando más las negativas de su agónico último suspiro de vida, que las del resto de la cinta.

“The Dead Room” se deja ver en sus primeros tres cuartos, ofreciendo un relato de fantasmas poco original, pero enfocado de manera muy acertada, ofreciendo la historia de siempre desde parámetros algo distintos a los que suelen verse en las grandes producciones, ya sea por limitación o por convicción, y la verdad es que consigue mantenerse a flote hasta que la mar comienza a agitarse más de la cuenta y el director intenta competir en una liga que no es la suya, mientras al sufrido espectador, se le cambia el disco de música sin previo aviso. Por otro bastante malo, por cierto.

Lo mejor: La gran amortización de recursos, sacando mucho de muy poco.

Lo peor: Los últimos veinte minutos son de mear y no echar gota. Atropellados, poco creíbles y nada tienen que ver con la sobriedad expuesta a lo largo del filme.


2 comentarios:

Missterror dijo...

Rector, no puedo estar más de acuerdo con la afirmación de que "The Dead Room" son dos películas en una, y en que una de ellas es malísima.
Cierto que consigue crear tensión con muy pocos elementos, algo por otra parte, bastante difícil, y que en algunos pasajes, pese a lo repetitivos que son, consigue que te muevas del asiento. Creo que esta es la senda que se debería haber explotado, hasta un desenlace que no desentonara, pues es en esta lid donde el director lo tenía todo bajo control. El largo pasillo cada vez se alargaba más y las habitaciones cada vez se hacían más pequeñas y opresivas, ¿por qué ese giro a lo ridículo? Con lo que cuesta sacar algo decente con un presupuesto tan bajo y con cuatro elementos cotidianos, no puedo entender cómo una burda imitación del desgatado K-horror hace que sientas el más profundo de los ridículos.
Me niego a que esta película roce el aprobado!! No se puede ser tan irresponsable con el espectador como lo es Jason Stutter en su cuarto final e intentar salvar el culo. NO!!!

Uno de los peores y más incoherentes cierres de los últimos tiempos.

Saludos

El Rector dijo...

Missterror, soy de la firme opinión que el K-Horror, pasado su momento de gloria (que lo tuvo), le ha hecho más mal que bien al género de terror. En especial al occidental, que dentro de esa agónica falta de ideas en la que parece vivir instalado desde hace ya largo tiempo, ha optado en muchas ocasiones por abusar de los gastados tópicos del cine de terror oriental.

El tramo final de "The Dead Room", es un buen ejemplo de esto y es una lástima, pues hasta entonces, la película me parece de lo más potable, pero con secuencias como la del final, uno no puede tomarse en serio este tipo de propuestas.

Saludos.

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