Crítica: Megalodón

Uno de mis vicios más lamentables es la literatura de bichos comiéndose gente, subgénero que acostumbra a ser adaptado con bastante regularidad por el cine mainstream debido a su gran capacidad de generar (En teoría, claro) pingues beneficios a sus productores. Y cual muñeca matriuska, dentro de este subgénero hay uno que ha alumbrado una cantidad de carroña fílmica que hace difícil que cualquier película donde asome la criatura en cuestión sea tomada en serio.

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“Proyecto maldito de hollywood que llevaba dando tumbos de productora a productora”

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Obviamente, hablamos del tiburón. Desde que Spielberg alumbrase su obra maestra hace ya más de 40 años, prácticamente todo lo que ha tenido que ver con escualos en el cine ha sido, en el mejor de los casos, serie B cuando no Z. Honrosas excepciones como la palomitera “Deep Blue Sea” (1999) o “The Shallows” (2016) palidecen ante la avalancha de productos que van desde la encantadora cutrez de la exploitation italiana hasta los inexplicables fenómenos de masas de la saga “Sharknado”. Y entonces, va y llega la adaptación de uno de mis monster books más queridos: “The Meg”.

Proyecto maldito de hollywood que llevaba dando tumbos de productora a productora, acabó llevándose a cabo mediante una transfusión de millones procedente del potente mercado chino. Eso ya daba a entender que la película iba a tener que pasar el peaje de cambiar sus localizaciones al país asiático, como ha ocurrido en casos como la saga “Transformers”, y que se tuvieran que incluir personajes chinos en el guión. En la obra original ya salían personajes asiáticos, con lo que por ahí la cosa cuadraba y francamente para una novela-entretenimiento ligera como lo es el material original cualquier cambio de localización tampoco era un problema tan grave.

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“The Meg luce barata, es así de simple. Sus efectos especiales son correctos sin más, y lucen tremendamente artificiales para una producción de alto presupuesto”

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Así pues, con un presupuesto de 150 millones, Jason Stathman de protagonista y con el impersonal y siempre mediocre John Turtlelaub en la silla de director, la película pintaba como un correcto espectáculo palomitero en el mejor de los casos o como un bodrio infumable en el peor. Y la cosa se quedó en ni chicha ni limonada. “The Meg” luce barata, es así de simple. Sus efectos especiales son correctos sin más, y lucen tremendamente artificiales para una producción de alto presupuesto, pero no es una película que busque o necesite de un segundo visionado. Estamos ante un producto de consumo rápido, y pedirle más en ese sentido es un ejercicio de pedantería completamente innecesario, pero hay cosas que son difícilmente perdonables.

Sin entrar en spoilers, hay momentos en que un mismo tiburón varía de tamaño de forma brutal de un plano a otro, o que el monstruo disminuye su velocidad cuando se acerca al protagonista no vaya a ser que le muerda y le haga daño. En cuanto al guión, “Megalodon” tiene una escritura sencilla, con acciones de acción constantes (e ilógicas) que hacen que el ritmo no pare un momento. Aunque también viene con problemas bastante gordos en lo que se refiere a los secundarios: Ruby Rose interpreta por enésima vez a la rebelde andrógina con flequillo que lleva haciendo toda su carrera, y en esta ocasión dan ganas de apretar el fast forward en sus escenas. Lo mismo puede aplicarse en menor medida con el resto del reparto, con mención especial para Winston Chao y Li Bingbin que a un servidor le resultaron artificiosos y mal dirigidos. Por suerte, Jason Stathman consigue que la función se centre en él y, siendo como es especialista en este tipo de papeles, salva globalmente la parte actoral con un suficiente pelado.

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“sus dos horas y pico de metraje se antojan excesivas para una película de bichos malvados”

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En suma, “Megalodón” no me ha decepcionado porque da lo que esperaba. ¿Pagaría por verla en pantalla grande? Ni en broma. ¿Me la tragaría una tarde del sábado si la enganchase por la tele? Posiblemente sí, aunque salteada. Y es que sus dos horas y pico de metraje se antojan excesivas para una película de bichos malvados. “Megalodón” es un producto enfocado al mercado adolescente, y como muchas cosas en esa parte de nuestra vida, la cosa se disfruta rápido y se olvida más rápido aun.

P.D: The Meg conoció varias secuelas como libro, desbarrando la cosa en dinosaurios marinos surgidos de las profundidades y parques temáticos condenados al desastre. Visto el inesperado éxito de la película quien sabe los “horrores” que nos deparará el futuro.