KRUEGER NOS HABLA SOBRE EL PERTURBADOR (PERO NO TANTO) NUEVO TRABAJO DE JESSICA HAUSNER PROTAGONIZADO POR MIA WASIKOWSKA
Comer o no comer. Esa es la cuestión. Vivimos en una época en la que el, ya caduco, culto al cuerpo se ha visto sobrepasado por innumerables variantes y mutaciones. Gracias a ese demonio conocido como redes sociales han proliferado cuentas healthy, foodies, real foodies, lyfestyle, body positive, etc. Un conglomerado de opiniones, hechos probados y, directamente, estupideces que han convertido conceptos que deberían ser positivos, de cara a mejorar la salud, en caldo de cultivo sectario y supinas gilipolleces. Que hay mucho vendedor de pociones milagrosas vaya. Sobre como el fanatismo se abre camino, a nada que abras un poquito la puerta, trata la cinta austriaca “Club Zero” (Jessica Hausner, 2023).
“Club Zero presenta un problema imposible de esquivar: es menos provocadora de lo que pretende”
Existe una máxima, vociferada en tasca de bar más que en consulta médica, que refiere lo siguiente: para adelgazar hay que pasar hambre. Ese credo comienza a divulgar la profesora Novak entre su pequeño grupo de alumnos disfuncionales, aliñando (toma referencia fácil) la receta con sus pertinentes dosis de fe, creencias y demás pamplinas. Una profesora más rara que un perro verde, con unos chavales que siguen sus doctrinas como gorrinos camino al matadero. Lo que viene siendo twitch.
“Club Zero” presenta un problema imposible de esquivar: es menos provocadora de lo que pretende. La incomodidad está ahí, faltaría más tratándose de un tema tan aterrador como los trastornos alimenticios, pero se encuentra más en el texto que en la imagen. La película pedía a gritos una mayor visceralidad, una mayor capacidad de impacto en el espectador. Los aficionados al cine insano, más o menos extremo, tendremos que conformarnos con una única escena, que resulta francamente asquerosa, pero que es poco premio para casi dos horas de metraje. El fantástico ni está ni se le espera, salvo ciertas fugas narrativas en el cierre del relato.
“Esa distancia, que el tratamiento de los personajes y la historia provoca en el espectador, se ve incrementada por una puesta en escena demasiado fría y aséptica”
No hubiera ocurrido nada si “Club Zero” se hubiera limitado a jugar de soslayo la baza de lo turbio, pero a cambio hubiera ofrecido un tratamiento de personajes más profundo o un mayor desarrollo de la historia. Los protagonistas son poco más que conflictos estereotipados andantes (padres ausentes, exigentes o pasotas) y la historia no avanza especialmente, sabiendo desde el primer momento lo que uno va a ver. Ahí radica el problema, esperar continuamente un salto al vacío que el film nunca se atreve a realizar. Lo que ves es lo que hay. Tampoco ayuda que el personaje de la profesora Novak apenas se encuentre esbozado: no se dan explicaciones a su comportamiento, tampoco se profundiza en sus motivos; simplemente es un elemento extraño y perturbador dentro de las paredes de la escuela.
Esa distancia, que el tratamiento de los personajes y la historia provoca en el espectador, se ve incrementada por una puesta en escena demasiado fría y aséptica. La cámara de Hausner es simplemente una observadora y, de hecho, abundan los planos generales de clara composición teatral. Visualmente, podría parecer que juega en la liga de “Canino” (Yorgos Lanthimos, 2009) o de “Elephant” (Gus Van Sant, 2003), y desde luego el uso del color es un elemento imprescindible en la propuesta, pero nunca termina de enamorar ni de fascinar; salvo en el plano final, mantenido durante los créditos, cuya referencia es mejor no indicar, de cara a mantener la sorpresa.
“Es una pena que un film que plantea un concepto tan molón como la autofagia termine siendo un film tan descafeinado y, porque no decirlo, aburrido”
Para ser una película que supuestamente tiene un mensaje que mandar, la plasmación del mismo resulta bastante sencilla. Hay, evidentemente, reflexiones sobre consumismo, fanatismo, la preocupación medioambiental, etc. Tampoco salen bien paradas instituciones como la familia, que dejan el cuidado de sus hijos en manos de auténticos descerebrados; pero al tratarse de una escuela de gente con posibles, parece que la cosa no es para tanto. En serio, los padres tardan demasiado en darse cuenta de que hay un problemilla con sus hijos; pero es el que propio centro hace lo mismo.
Es una pena que un film que plantea un concepto tan molón como la autofagia termine siendo un film tan descafeinado y, porque no decirlo, aburrido. Prefiero otras propuestas, ingesta de comida mediante, mucho más estimulantes y perturbadoras como “Crudo” (Julia Ducournau, 2006) o “Swallow” (Carlo Mirabella-Davis, 2019). “Club Zero” se hace larga y sus personajes resultan odiosos, por inconscientes o por imbéciles... aunque puede que por ambas. Sí me pongo en pie para aplaudir a Mia Wasikowska. Ahora que todo el mundo damos palmas con las orejas cada vez que Mia Goth hace un papel, conviene recordar que la señorita Wasikowska es la auténtica jefaza de los personajes idos de la olla y cargados de mal rollo. Su interpretación de la señorita Novak, aun teniendo tan poco a lo que agarrarse, es sobresaliente y confirma el talento de una de las mejores intérpretes de su generación.
Como cierre, los mejores deseos para el recién inaugurado festival Sombra Madrid. “Club Zero” fue la película de apertura de un festival que tiene un hermano mayor en Sombra Murcia y que pretende establecerse como el nuevo certamen de referencia en la capital, después del cierre del añorado Nocturna. De hecho, Sombra Madrid cuenta con la colaboración del equipo de Nocturna. Por muchos años de éxitos, cine fantástico y bodrios por doquier, ya que en caso contrario no sería un auténtico festival.
"Little Joe" hizo mucho ruido y a mí no me pareció nada del otro jueves, pero al menos resultaba mínimamente entretenida, cosa que no puedo decir de "Club Zero", de la cual tan solo salvaría la estupenda interpretación de Mia, la experimental banda sonora (aunque termina saturando) y la estética made in Lanthimos. Ahora, el tostón es importante y se hace eterna, con un mensaje claro pero tratado con excesiva tibieza y de forma alejada al género. Un suspenso mayúsculo.
ResponderEliminarSaludos.
Coincidimos plenamente en todo Rector, aunque yo sí aprueba la propuesta por su factura técnica y sobre todo por Mia. Tremenda decepción esperar un film nauseabundo (leyendo las frases promocionales) y encontrarse con semejante ladrillo.
ResponderEliminarSaludos!
Qué gusto de bofetón a los realfooders y magufos y la relación tan tóxica con la comida que se fomenta hoy en día.
ResponderEliminarEs incomodísima, bebe mucho de Lanthimos y Wes Anderson.
Hola, Krueger. Vi esta película en el pasado festival de Sitges y me pareció de lo más flojo de todas mis películas elegidas. Iba con ganas al pase y salí aburrida y decepcionada. Como comentas, no toma ningún riesgo. Lo único perturbador de la película es el taladro de banda sonora, que llega a provocar ansiedad. El resto, un quiero y no puedo. Ni transgrede, ni incomoda (ni siquiera la escenita que mencionas), ni remueve. Y lo que es peor, no genera ningún tipo de debate.
ResponderEliminarDesde mi punto de vista, lo mejor se quedó en los personajes secundarios. La verdadera película la protagonizaban los padres de las criaturas ;)
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo anónimos. Hoy en día, el rollo alimentación, al igual que el deporte, ha pillado un rollo sectario que ríete de Jim Jones...
ResponderEliminarExacto, no hay ningún debate. El tema se plantea sin aristas y de forma simple. Es curioso, ahora mismo le bajaría la nota. Sigo diciendo que la película tiene una buena factura técnica, pero en mi cerebro ha crecido la sensación de tostón considerable...
En los padres, que además aportan sentido del humor a un film muy frío, es posible que hubiera una película más interesante sí.
Saludos!