jueves, 22 de febrero de 2018

Crítica: Cuchillos en la Oscuridad

Desde Roma con amor, de nuevo estamos ante otra obra clásica del terror italiano. Cuántas y cuántas cintas para el recuerdo de tan grandes como Dario Argento, Umberto Lenzi, Lucio Fulci, Joe D’Amato, Michele Soavi, Mario Bava… y aquí el hijo del “Padre”, Lamberto. Películas que exprimieron un subgénero, el Giallo, hasta el nacimiento del Slasher, y que hasta su declive produjeron obras que hoy en día son en su mayoría carne de nostálgicos y de seguidores del terror a un nivel elevado. No muchos veneran estas cintas, las cuales a veces por su baja calidad y aroma de serie B, son directamente olvidadas o desechadas por productos más modernos y costosos. En la misma esencia de esas carencias está la gracia de éstas.

Con esto, “Cuchillos en la Oscuridad” es la segunda obra en la carrera de Lamberto Bava, hijo carnal de Mario pero hijo pródigo (y ayudante de dirección) de Dario, para meternos en contexto con el estilo que nos vamos a encontrar, es decir, un giallo algo desfasado, donde hay mucha influencia de lo que ya se llevaba de moda en la época ochentera, el slasher, y la que supone una de las obras destacadas del italiano.

La historia nos cuenta como Bruno, un compositor de bandas sonoras, está trabajando en una pieza para una película de terror. Para encontrar la inspiración y tranquilidad se muda a una gran casa, donde su dueño Toni le alquila por un corto tiempo el chalet de turno. Allí en vez de encontrar la paz, se empezarán a suceder una serie de asesinatos y desapariciones, las cuales el compositor cada vez logrará relacionar más con la propia película en la que está implicado.

Como viene siendo habitual en el subgénero, lo realmente entretenido es ir haciendo el puzzle de quién está detrás de las muertes, a diferencia de los slasher en los que normalmente tenemos al asesino a capón y al descubierto. En este aspecto, Lamberto ha sabido hilar muy bien toda la trama y nos asegura un producto ameno hasta el final. El mejunje de personajes variopintos nos despistará en varias ocasiones. Tenemos por un lado a las vecinas buenorras del compositor, Katia y Angela, las cuales eran amigas de la anterior inquilina de la casa, una tal Lina, y que se bañaban habitualmente en su piscina. De vez en cuando por ahí veremos al jardinero, Giovanni, un tipo raro y perverso, coleccionista de pornografía y principal sospechoso. Sandra, directora de la película en la que está trabajando Bruno, se dejará caer también por allí siendo más rara y ambigua que un perro verde (es la que más me despistó) y que provocará los celos de Julia, la novia de Bruno, que también caerá por la escena por sorpresa: una actriz algo bipolar que nos creará más dudas.

Con este galimatías, del cual se podría haber hecho una mini-serie, lo cual era la idea principal del proyecto pero por censura la televisión italiana declinó la película, Bava nos pone hasta el final de la cinta en jaque mate, y como en todo buen giallo, algunas pistas y elementos nos darán cierta visión. Todo ello bañado de cierto fetichismo, erotismo, utilización de elementos clásicos como los zapatos de tacón, el color rojo en uñas y labios, pequeños homenajes a “Psicosis”… la sensación claustrofóbica está muy lograda, ya que la mayor parte del metraje es entre las cuatro paredes del chalet, punto que nos puede hacer algo monótono el conjunto.

Como no podía ser de otra manera la banda sonora, la cual se repite y mezcla (a veces demasiado) con la propia composición del protagonista, se torna fundamental. Una melodía muy italiana, con toques de sintetizadores y que Guido y Maurizio de Angelis llevan al éxtasis al espectador, como buenos habituales del cine italiano de los 70 y 80s.

Un éxtasis que “Cuchillos en la Oscuridad” logra sobretodo gracias a esa tensión prolongada y también a esas muertes violentas e impactantes. La escena del baño y la chica es muy aplaudible, una muerte llena de agonía y con un gusto por los planos subjetivos evidente. Sangre creíble, herramientas para matar sencillas (cutters, cuchillos de cocina, bolsas para asfixiar), con lo que a los que nos gusta la chicha quedamos contentos, aunque con Argento tenemos en este sentido más nivel, más gore, más épica.

Hasta aquí todo correcto y disfrutable, pero algo lento y digámoslo en un tono suave, aburrido. Aunque la película logra enganchar y tiene destellos y cierto gusto por lo que se hace, su montaje es algo parsimonioso y las actuaciones a cada cual más flojas. A sabiendas desde el minuto 1 que estamos ante un producto artesanal, muchas veces hay errores visuales con planos irregulares. La casa en sí no da mucho juego, está medio vacía y no tiene una decoración ciertamente terrorífica que nos pueda dar algo más. Detalles que a primeras no son esenciales para el desarrollo de la película pero que la hubieran hecho más recordable y apetecible.

El giro final, lo tenemos, más bien diría sorpresa final, aunque los conocedores de ciertos cánones del giallo, podrán suponer mejor que los noveles en la materia. Y es un digno desenlace, con lo que el sabor de boca y la sentencia se torna más benévola.

“Demons” será siempre su obra insignia, una película tan mítica que bien podría entrar en algún top 10 de cine de terror, con lo que ésta que hoy tratamos pierde algo de gas, pero que a cualquier fan del giallo gustará, al detractor del mismo le afianzará en sus argumentos y al espectador medio le causará cierta indiferencia.

Lo mejor: Cine de terror hecho en Italia 100%, con sus pros y sus contras.

Lo peor: Algo lenta y visualmente escasa, podría haber brillado algo más.


2 comentarios:

  1. Ya le he apuntado para ver........buena pinta tiene.
    Un saludo

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  2. Hola Victor!

    Si te gusta el cine italiano y su estilo bizarro, es un buen clásico de la época, ya nos contarás, un saludo!

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