sábado, 31 de agosto de 2024

Crítica: I Walked With a Zombie

ALONZO SIN BRAZOS NOS HABLA SOBRE UNO DE LOS PRIMEROS GRANDES TÍTULOS DE LA HISTORIA DEL CINE ZOMBIE


Probablemente el subgénero zombi sea el más convocante en la actualidad, quizás el más rentable. Tal vez se deba a que es el que mejor interpreta el acortamiento de las distancias y la consecuente globalización de los terrores; óptimo a la hora de actualizarse y lo bastante extenso como para abarcar el espectro ideológico en su totalidad, desde la masa anestesiada que solo pretende consumir, hasta la turba indignada e inmanejable. Sin embargo, no siempre fue así, al contrario. Los primeros muertos vivos estuvieron relegados a presentaciones menores, ignoradas por el público amplio a manos del dominio de los, ahora, monstruos tradicionales; aunque también deberíamos aclarar que sus exponentes primigenios, por lo general, hicieron lo posible para hundirse en la intrascendencia. 


“un equipo ideal que contaba con la suficiente libertad creativa ya sea para innovar o para desorientar completamente a la audiencia” 


En 1929 el antropólogo William Seabrook publica La isla Mágica, un compendio de sus experiencias vinculadas al vudú y en particular al fenómeno zombi. Un trabajo fundamental que expone diferentes teorías acerca de la cuestión entre las que se encuentran la coacción mediante drogas, la opresión psicológica o el aprovechamiento de incapaces, con el objetivo de conseguir mano de obra esclava. El libro fue un éxito de ventas y sentó las bases del rumbo cinematográfico. 

Tres años después se estrena “White Zombie” (1932), una producción independiente de los hermanos Edward y Victor Halperin, que intenta explotar la popularidad de La isla Mágica y el auge de las cintas de la Universal. La presencia de Bela Lugosi en el rol protagónico, la trama novedosa y algunas escenas que todavía resultan perturbadoras, desembocaron en un triunfo artístico y económico notable. El dúo trata de repetir en 1936 con “Revolt of the Zombies” y pese a que la premisa es interesante, el fruto es mediocre; no obstante, lo peor estaba por llegar: “King of the Zombies” (1941), “Bowery at Midnight” (1942) y “Revenge of the Zombies” (1943), son desastres mayúsculos cortesía de Monogram Studios. Así es que, a una década de ver la luz, los zombis están, valga la paradoja, al borde de la muerte. 


“debemos destacar la dirección de Jacques Tourneur, que junto con Lewton, llevaron al género a lugares impensados para la época. El preciosismo alcanzado es excepcional” 


Ahora bien, al margen del declive, una corriente sin precedentes se desarrollaba en paralelo. A partir de 1940, con el estreno de “Cat People” (1942), un conjunto de películas producidas por Val Lewton para la RKO reformulaban las reglas que sometían al terror. Si la inclinación decía que había que simplificar la propuesta, seducir al segmento joven y maximizar ganancias, esta etapa proponía lo opuesto: apostar a la profundidad argumental y estética, sin dejar de lado las utilidades ni los tópicos clásicos; así pues, “La mujer pantera” reestructuraba la trayectoria del hombre lobo y “White zombie” conformaba el cimiento en el que se apoyaba “I Walked with a Zombie” (1943). 

La crónica de Betsy Connell (Frances Dee), una enfermera contratada por el Sr. Holland (Tom Conway) para cuidar a su esposa Jessica catatónica, es uno de los picos de un período que no tiene fisuras. Por encima de las restricciones económicas se despliega la habilidad de un equipo ideal que contaba con la suficiente libertad creativa ya sea para innovar o para desorientar completamente a la audiencia; desde este punto de vista, es probable que la sensación inicial al finalizar el visionado sea de confusión. El fuera de campo, una herramienta habitual de la serie, se traslada al relato: el espectador debe responderse interrogantes irresueltos, satisfacer los propósitos de los personajes amén de las pistas otorgadas. El guion de Curt Siodmak (“The Wolf Man”, 1941) se aleja de la orientación frecuente evitando las justificaciones y apelando a la ambigüedad constante. La línea entre el bien y el mal es difusa. Todos ocultan algo, un secreto oscuro que se proyecta por medio de la magnífica fotografía (otra de las marcas registradas del ciclo) y de la puesta en escena que, además, abona la imagen de perplejidad; las referencias temporales, son imprecisas, incluso, el ambicioso montaje de Mark Robson rompe la continuidad una y otra vez: desde la llegada de Betsy, hasta el final, bien pudo haber pasado una semana o un año. 


“Una película de espanto que prescinde de sustos, una tragedia que se alimenta de zombis y se transforma en clásico” 


Al respecto debemos destacar la dirección de Jacques Tourneur, que junto con Lewton, llevaron al género a lugares impensados para la época. El preciosismo alcanzado es excepcional, basta mencionar la caminata de la cuidadora y la zombi a través de la plantación. Uno de los momentos más inquietantes y perfectos de la historia, acaso el que defiende la inclusión de “I Walked with a Zombie” dentro del terror porque, al uso, es un melodrama en toda regla. En concreto, la idea madre era adaptar Jane Eyre de Charlotte Bronte al entorno caribeño. De la novela solo queda la cáscara y la noción de que entre sueño y pesadilla hay un instante. En función de esta concepción se empieza a tejer el entramado que, en honor a la verdad, puede ser un poco complejo, en realidad, desconcertante. Es tal el grado de disociación con sus congéneres y contemporáneas que cuesta clasificarla; de hecho, es una cualidad permanente de estas producciones: la taquilla y la crítica acompañan, pero no genera ninguna alteración inmediata, ningún movimiento que intente sacar provecho de la imitación; en la práctica, sus efectos se van a revelar recién a mediados de los cincuenta y hasta nuestros días

En definitiva, “I Walked with a Zombie” es un enigma. Una película de espanto que prescinde de sustos, una tragedia que se alimenta de zombis y se transforma en clásico. La cumbre de varias carreras determinantes y parada obligada para quienes quieran conocer uno de los tramos más revolucionarios de la historia del Horror.


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