Crítica: Piercing

La secuencia inicial de “Piercing” es toda una declaración de intenciones y la mejor manera de definir y entender la nueva película de Nicolas Pesce, quien adapta aquí la novela homónima de Ryû Murakami. El cineasta vuelve a poner de manifiesto su obsesión tanto por las mentes desequilibradas como por la figura materna y aborda aquí de nuevo, ideas ya tratadas en su anterior película y ópera prima “The Eyes of My Mother” (2016), si bien es cierto que lo hace desde latitudes diametralmente opuestas a las exhibidas en la película de hace un par de años. “Piercing” se aleja en buena medida de la crudeza y enfermiza atmósfera de “The Eyes of My Mother” para destaparse como una cinta de terror bastante más accesible y que tiene en el humor negro, negrísimo, una de sus principales herramientas narrativas.

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“Piercing es un exquisito ejercicio de estilo que apuesta esta vez por una estética deudora en muchos de sus elementos del giallo italiano”

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Es en esa accesibilidad, donde encontramos lo mejor y lo peor de la película, propuesta disfrutable por todo tipo de público que se desdibuja cuanto más se acerca a los extremos, ya que no nos encontramos ni ante una comedia hilarante, ni ante una cinta de terror realmente perturbadora, que es lo que seguramente uno podría esperar, de un director que se presentó en sociedad en la manera en que lo hizo, sino ante un todo que precisamente brilla haciendo equilibrismos sobre esa delgada linea que muchas veces delimita dos géneros a priori antagónicos, como son o deberían ser, el humor y el terror, algo que por suerte, el cine nos ha demostrado con muy buenos ejemplos, que no tiene porque ser así.

Superado el trago de que aquí no vamos a encontrar continuidad a muchas de las sensaciones que ofrecía “The Eyes of My Mother” y que la convertían en una película tan especial, la realidad es que Pesce vuelve a demostrar un vez más su elegancia como cineasta y su buen gusto por el cine clásico. “Piercing” es un exquisito ejercicio de estilo que apuesta esta vez por una estética deudora en muchos de sus elementos del giallo italiano, haciendo uso habitual del “profondo rosso” tan típico de Argento y las luces de neón, para iluminar una noche que perfectamente podría haber firmado el Brian de Palma más trasnochado y que tiene en la evocadora banda sonora compuesta por los míticos Goblin (sospechosamente parecida a la de cierto clásico del terror italiano recientemente remakeado), una acompañante de lujo para la velada e inevitable vínculo con la época dorada del cine de género transalpino.

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“fue en el intimista thriller Sweet Virginia donde Abbott nos mostró su yo más talentoso, regalándonos uno de los asesinos más “entrañables” que se hayan paseado de forma reciente por la gran pantalla y aquí, repite”

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Y hablando de compañías y de lujos, tenemos que hablar de otra de las grandes bazas de la película, su dúo protagonista. En este tipo de propuestas tan minimalistas, la elección de los actores se antoja como uno de los grandes desafíos a superar para conseguir darle a la propuesta ese plus fundamental, que complemente al relato y en este sentido, aplaudir con manos y orejas las elecciones de unos excelsos Christopher Abbott y Mia Wasikowska.

El primero es sin duda uno de los grandes talentos emergentes del cine americano. Si bien el estrellato le ha llegado de la mano de propuestas tan populares como “Llega de Noche” (“It Comes at Night”, Trey Edwards Shults, 2017) o la serie de televisión de Netflix “The Sinner” junto a Jessica Biel y Bill Pullman (de la cual por cierto, en breve podremos disfrutar de su segunda temporada), fue en el intimista thriller “Sweet Virginia” (Jamie M. Dagg, 2017) donde Abbott nos mostró su yo más talentoso, regalándonos uno de los asesinos más “entrañables” que se hayan paseado de forma reciente por la gran pantalla y aquí, repite, con permiso claro está, de un tal Matt Dillon y sus ínfulas arquitectónicas. Abbott es el gran protagonista de “Piercing”, perfecto catalizador de ese humor negro tan impregnado en el relato, dosificándolo a conveniencia para que en ningún momento perdamos de vista la macabra naturaleza de la historia.

Si Abbott siempre ha tenido mis simpatías, caso opuesto es el de Mia Wasikowska, por lo tanto, otro añadido por lo gratificante del elemento sorpresa. Supongo que el hecho de verla enrolada en proyectos tan descorazonadores como los del moribundo (hablando en clave de cine) Tim Burton, el “Stoker” de Chan-wook Park que tampoco me terminó de llegar o su empalagoso personaje en la notable “La Cumbre Escarlata” (“Crimson Peak”, 2015), no han hecho mucho por llevar a buen puerto mi particular relación con la actriz australiana. En “Piercing”, nos encontramos de largo a la mejor Wasikowska que ha visto el género, manejando con habilidad los tempos de la ambigüedad y la seducción, haciendo gala de una presencia que hasta la fecha yo, no le conocía.

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“Piercing, es un libro abierto que llegados a cierto punto, telegrafía su último capítulo palabra por palabra”

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La química entre ambos protagonistas es notable. El hambre y las ganas de comer que dicen. Es dicha química la que sustenta un relato simple, sin fondo y sin el menor interés en explicarnos el porqué de las cosas. Y de esa simpleza, de esa desnudez, es de donde nazca posiblemente otro de los grandes “peros” de la película, lo evidente de su desenlace. “Piercing”, es un libro abierto que llegados a cierto punto, telegrafía su último capítulo palabra por palabra, lo cual le resta parte de la gracia a la broma y de forma inmediata, nos transporta a otros tantos títulos que no voy a citar, por aquello de no rendirle más pleitesía de la estrictamente necesaria al “noble arte” del spoiler.

Yo, que soy muy amigo de los metrajes extensos, también me he quedado con bastantes ganas de marcha, si tenemos en cuenta los escuetos 81 minutos de vida de la función y que esta, cuando comienza a animarse y a mostrar su lado más gamberro, es cuando se despide a modo de coitus interruptus, con el consiguiente dolor de huevos por parte del respetable. A mi gusto, a la película de Pesce le faltan bien, otros diez minutitos de romance, a poder ser, de puro vicio y perversión. No es así, y al final, uno se queda con esa sensación agridulce del sí pero no y que sin duda sitúa a la nueva película de Pesce, un escalón por debajo de su reconocida ópera prima. Con todo, “Piercing” contiene los suficientes elementos, como para que le dediquemos todos y cada uno de los minutos que nos tiene preparados.

Lo mejor: Abbott, Wasikowska y lo maravillosos que siguen sonando Goblin tantos años después.

Lo peor: Predecible y poco malsana, si tenemos en cuenta de donde veníamos.