El destino es un virus. El amor es un virus. El polifacético Michael Winterbottom nos deja una de las grandes distopías románticas de la última década, tan bonita en su forma como terriblemente triste en el fondo. Debido a la división de embriones y a la fecundación in vitro cualquier ser humano que comparta código genético con otro hará que ambos sean considerados genéticamente iguales.
Las personas que compartan un 25%, 50% o un 100% de información genética no podrán mantener una relación, en caso contrario se considerará como una relación genéticamente incestuosa y pasará a ser tratada como una infracción criminal del código 46. Las relaciones de uno son las de todos. El lenguaje de uno es el lenguaje de todos. Si en el año 2007 el argentino Esteban Sapir dirigió la fantástica distopía titulada “La Antena” donde el director y guionista jugaba de manera magistral con el lenguaje, las palabras y el silencio para dejarnos una magnifica obra que tomaba todo lo mejor del cine expresionista alemán y que con claras referencias a cintas como “Metropolis” de Fritz Lang (Entre otras) resultaba una soberbia metáfora acerca de cómo un tirano había arrebatado la voz a la gente para intentar robarle después las palabras, cuatro años antes en el 2003 Michael Winterbottom llevó a la pantalla grande el guión de Frank Cottrell Boyce donde este nos presentaba una sociedad distópica divida entre la gente que tiene papeles para vivir en la ciudad y aquellos que por un motivo u otro no pueden acceder a las grandes urbes y que se ven obligados a vivir fuera del sistema y que como en el caso de la cinta de Sapir utiliza el lenguaje y las palabras como elemento de vital importancia.
Si en “La Antena” la figura del Señor Televisión tenía el poder y lo controlaba todo, en “Código 46” esa figura esta representada por La Esfinge. No deja de resultar extraño o cuanto menos curioso que la sociedad presentada por Winterbottom en su cinta donde la gente vive dentro o fuera del sistema y donde para viajar de un sitio a otro se necesitan “papeles”, en un mundo aparentemente tan hermético y controlado, el lenguaje resulte tan globalizado y que este contenga palabras de varios idiomas entre ellos el inglés, el español, el farsi, chino, italiano, francés, árabe…. (Soy fiel defensor de las versiones originales y esta es una de esas películas que reafirman mi creencia. He visto “Código 46” tanto en castellano como en versión original y el juego que Winterbottom y Cottrell Boyce realizan al jugar con el lenguaje esta realmente conseguido en la versión original y no tanto en la versión doblada al castellano.
Aunque el trabajo por parte del director y guionista se limita a la modificación de ciertas palabras y no del conjunto de la frase, principalmente porque una mayor mezcla de palabras y conceptos haría de la cinta algo prácticamente imposible de entender para la mayoría de nosotros y nos encontraríamos casi ante un experimento como el que realizó Jean-Jacques Annaud con “En busca del fuego”, como hispano parlantes tenemos ciertas ventajas a la hora de ver esta cinta en su versión original ya que si bien esta es en inglés algunos de los conceptos que no se limitan solamente a saludos y frases que dentro de un contexto son fáciles de entender son en castellano lo que facilita la compresión de lo que están diciendo los protagonistas). Si en la cinta de Sapir la falta de voz y el intento de robar las palabras mostraban la alineación de la sociedad y de las personas que viven en ella, en “Código 46” es el exceso de palabras, la mezcla de lenguajes para formar uno solo lo que muestra esa alineación a lo que si se le suma todo el tema relacionado con la ciencia ficción de la historia, todo lo relacionado con la división celular hace que parezca que las personas han perdido su individualidad. Las relaciones de uno son las relaciones de todos, las palabras de uno son las de todos, el lenguaje de uno es el de todos.
“Código 46” es ante todo una romántica historia de amor con un trasfondo de tragedia griega y es que el mito de Edipo esta presente a lo largo de toda la historia: Desde la representación de esa esfinge que todo lo sabe pasando por la propia historia. Pero si algo tiene de bueno el trabajo de Winterbottom y en especial el de Cottrell Boyce es que para disfrutar de su película no hace falta ser un entendido en cultura griega. No, resulta muy sencillo sentir empatía (Sin necesidad de ningún virus) por la historia de amor de María Gozales y William Geld y en caso de querer un análisis mas profundo acerca de la historia que Winterbottom pone en imágenes siempre podremos ver los paralelismos entre su película y el mito de Edipo y analizar si esta es una cinta que toma elementos del mito para de alguna manera jugar con ellos y actualizarlos o si simplemente es una excusa para dar a su historia un poco mas de empaque.
Y lo mismo ocurre con su envoltorio de ciencia ficción, si algo tiene “Código 46” es su accesibilidad, no estamos ante “The Zero Theorem” ni ante una película donde los efectos especiales y la estética estén por encima de la historia, no estamos ante las típicas cintas de ciencia ficción con coches voladores, con pistolas de rayos x ni nada de eso, los elementos propios de este género son claramente visibles pero escasos y aquí lo importante son los personajes y sus sentimientos. Igual que ocurría con “Young Ones” de Jack Paltrow, Winterbottom sitúa su historia dentro de una sociedad distópica, una sociedad que si no fuera por ciertas ideas que manejan los personajes nos sería muy difícil situar en el tiempo (Sobre todo en el caso de “Código 46” ya que el hecho de las terribles sequías que asolan el mundo recreado por Paltrow hace que nos adentremos dentro de un cine mas post apocalíptico y como espectadores lo podamos percibir lejano).
Al igual que ocurría en “Young Ones”, en “Código 46” volvemos a encontrarnos con ese enfrentamiento entre lo civilizado representado por la ciudad y lo salvaje representado por el desierto, si bien es cierto que en el caso de la cinta de Paltrow las personas han podido decidir si mudarse a las ciudades o quedarse a vivir en el desierto, en la película de Winterbottom esto ha dejado de ser una opción pasando a convertirse en una imposición. Pero es claro que este exilio (Voluntario o forzado), el enfrentamiento entre dos realidades tan distintas y esa represtación de las fronteras que hacen tanto Paltrow como Winterbottom nos hace pensar que ambas cintas podrían estar casi relacionadas y donde acaba “Código 46” empezar “Young Ones” tomando como base a personas que viven fuera del control de la esfinge.
La película del director inglés narra la historia de William Geld contratado por su sentido de la intuición para dar con la persona que esta falsificando papeles que permiten viajar a la gente de un país a otro aunque el gobierno se lo haya negado. Pero los planes de este se verán trastocados cuando conozca a una de las sospechosas: Maria Gonzales y se enamore perdidamente de ella. Si algo sabe hacer Winterbottom con sus imágenes es hipnotizar al espectador: Desde esa explicación de los sueños de Maria dejando pasar estaciones de metro pasando por ese baile en la discoteca donde parece que la labor de Samantha Morton es la de seducir a la cámara y por tanto al espectador (Momento que se ve reforzado por la impresionante canción “Song 6” de Freak Power, grupo formado entre otros por Norman Cook) llegando a la forma en la que el director nos muestra las ciudades y los alrededores de Jebel Ali.
Es difícil no verse atrapado o seducido por la historia de amor de Geld y Gonzales al menos en lo que a su superficie se refiere (En cuanto al fondo habría que hablar largo y tendido pero eso lo dejamos para después de haber visto la película), es difícil no encontrar llamativa (En el mejor sentido de la palabra) esa escena de amor que bien podría hacer las delicias del primer Cronenberg y ruborizar al que rodó “Un método peligroso”, en definitiva es difícil no dejarse llevar por la historia que Winterbottom nos esta contando. No estamos ante “The Eternal Sunshine of the Spotless Mind” (Cinta posterior a esta y a la que me niego a llamar por su titulo en español) ni es la intención del director pero ambas comparten esa visión del amor y de la importancia de los recuerdos, de cómo hay cosas que tenemos tan adentro que son imposibles de dejar de lado…
Hay dos cosas que destacan en “Código 46”. Una de ellas es la cuidada puesta en escena y fotografía de la película. (Aquí es necesario volver a recordar el trabajo de Esteban Sapir en “La Antena”, una muestra de cómo una impresionante puesta en escena puede estar al servicio de la historia y no al revés. La cinta de Winterbottom no es la de Sapir pero se observa un exquisito trabajo a la hora de planificar y rodar ciertas escenas lo que hace que esta sea una película de una estética muy cuidada).
La otra cosa que destaca por encima de todas es la soberbia banda sonora compuesta por The Free Association (Cuya cabeza visible es David Holmes conocido sobre todo por haber compuesto la banda sonora para películas de Steven Soderbergh como las de “Ocean’s Eleven”, “Ocean’s Twelve” y “Ocean’s Thirteen” entre otras, pero que siempre se ha mostrado solvente a la hora de componer como demuestran sus trabajos en “Hunger” de Steve Moqueen o “’71” de Yann Demange – Banda sonora que se puede escuchar por ejemplo en spotify y que parece seguir los pasos de lo que hicieron Gavin Friday y Maurice Seeze en “The Boxer” de Jim Sheridan, tanto por los temas como por la inclusión de diálogos al principio de algunas de las canciones) a lo que hay que sumar el excelente uso de otros temas musicales por parte de Winterbottom. Aparte de la ya comentada “Song 6” habría que añadir también el “Warning Sign” de Coldplay pero sobre todo el director nos regala uno de esos momentos pequeñitos pero inapagables al escuchar a Mick Jones cantar “Should i Stay or should i go”. Si algo deja patente “Código 46” es el buen hacer de Winterbottom a la hora de unir imágenes y música dejándonos una de esas cintas hay que ver en una pantalla muy grande con el volumen muy alto.
No voy a entrar en detalles, no voy a soltar ningún spoiler y contar el final de la película pero si que hay algo acerca en la forma que tiene Winterbottom de cerrar la historia que nos cuenta que merece la pena comentar. Hace unos años cuando tuve la oportunidad de ver “Blow up” de Antonioni en un cine de reestreno leí que David Lynch consideraba a esta película una gran cinta por sus abstracciones, por la forma de desarrollar el misterio, por la forma que el espectador tiene de entender (o no) lo que esta pasando, básicamente todo lo que considera propio de su cine. Lo que mas me llamó la atención de las palabras de Lynch acerca de “Blow up” no fue que este considerara la adaptación de una historia corta de Cortazar como un compendio de todo aquello que define a su cine si no que este consideraba perfecta la escena final de la película.
Salvando las distancias que son muchas con “Código 46” me ocurre algo parecido a lo que le pasa a Lynch con el final de “Blow up”: La forma de utilizar la música para recalcar ideas y sentimientos, la maestría de un recurso tan simple como es el fundido en negro (Y que muchas veces vemos como se abusa de el o usa de manera incorrecta) me parecen la forma mas perfecta de cerrar una película como esta. Nada, absolutamente nada podría llegarnos más. No hacen falta fuegos de artificio ni andarse por las ramas, igual que Winterbottom ha hecho durante el resto de su cinta este sabe que quiere contarnos y como contárnoslo, es su manera nos guste o no, y personalmente creo que lo hace de forma notable.
“Código 46” es una gran muestra de cine de ciencia ficción donde lo que importa son las personas y no los efectos especiales. Premiado en el Festival de Cine Fantástico de Sitges el guión de Frank Cottrell Boyce se beneficia en su paso a la pantalla grande del trabajo de dos grandes actores como son Tim Robbins y una Samantha Morton que últimamente no parece encontrar su lugar y de la que siempre hay que recomendar esa genial película titulada “Synecdoche, New York” que dan vida a los personajes principales y a los que no nos cuesta en ningún momento ver como esa pareja que se enamora en una sociedad donde las reglas son demasiado rígidas. Para ver con calma y disfrutar. Muy Recomendable.
4 comentarios:
Hola Agustín!
Realmente es lo que dices una pequeña joya incomprendida. Una pequeña maravilla que merece la pena ver por el trabajo de sus protagonistas, por la música de The free association, por el juego con el lenguaje y sobre todo por esa extraordinaria atmósfera con la que Winterbottom envuelve a su cinta. Una obra preciosa y muy recomendable (Yo personalmente no me canso de verla una y otra vez..)
¿Cómo diablos se me ha podido pasar una película de estas características? Reconozco que desconocía su existencia por completo y desde ya, a la lista de pendientes, que por cierto, está bastante vacía, por lo que esta cae pronto.
Igual el hecho de que Tim Robins no sea una de mis debilidades, me tiró para atrás en su momento, pero por todo lo que comentas, Donnie y por las referencias que citas, puede ser muy de mi agrado.
Saludos.
P.D: The Zero Theorem", con todo lo cabrona que es, a mi también me gustó bastante... ¿Cómo resistirse al universo Gilliam? Mi no poder.
Yo he visto la película en mi idioma francés y estaba genial Donnie.
Un saludo...
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