ARTORIUS NOS HABLA SOBRE EL NOSFERATU DE ROBERT EGGERS, UNO DE LOS GRANDES MONSTRUOS EN LA ACTUALIDAD DEL FANTÁSTICO
Ya que servidor fue el responsable de la reseña del “Nosferatu” (1922) de Murnau, me sentía casi moralmente responsable de ser el que sacara adelante la crítica de la versión realizada por el director favorito de aquellos que gustan de la etiqueta “terror elevado”. Aviso desde ya que me declaro ultra fan de esos dos colosos que son tanto la obra original como la versión de Werner Herzog, cada una con su particular estilo y sello autoral inequívoco. Así que si quieren un juez “aséptico” en cuanto a comparativas inconscientes entre versiones pues... aquí no lo van a encontrar. Dicho lo cual, arranquemos un análisis que creo que no va a gustar a mucha gente.
Después de ver la película de Eggers dos veces, debo resaltar lo obvio: si te gusta el cine como arte sensorial, y buscas que te sacudan los sentidos, esta es la película del año y puede que la del segundo milenio judeocristiano en curso: Nos encontramos con un uso de filtros, del color y de la luz ÚNICOS en el cine actual. Olvídense de porquerías CGI artificiosas, lo que hace el director de fotografía Jarin Blaschke, sospechoso habitual en la filmografía de Eggers, es una maravilla artística que debería ser de obligado visionado en escuelas de cine y museos en general. Su uso de los filtros de color, luces y sombras, son lo que convierten a esta película en una obra de artesanía preciosa que ya vale sobradamente el precio de la entrada.
“Su uso de los filtros de color, luces y sombras, son lo que convierten a esta película en una obra de artesanía preciosa que ya vale sobradamente el precio de la entrada”
Conjuguen esto con el talento visual de Eggers, capaz de generar composiciones en pantalla que son auténticos cuadros pictóricos (habilidad que para mí tuvo su cenit en “The Witch”), y a la que el espectador tenga una mínima sensibilidad artística se sentirá completamente anonadado ante la parte sensorial de toda la obra. Musicalmente hablando, la partitura de Robin Caloran se encuentra completamente al servicio de la imagen, acompañando con piezas breves sometidas completamente a los sonidos ambientales, auténticos protagonistas del apartado sonoro.
No quiero explayarme mucho más en este apartado, porque quedaría un tochazo considerable. Solo decir que Eggers ha creado una pieza de orfebrería visual que es un canto de amor a los ambientes del romanticismo gótico. Polidori y compañía pueden estar satisfechos, y el maestro Murnau tiene en esta obra una revolución plástica a la altura de los avances que el alemán consiguió con su “Nosferatu” y que ya comentamos en la crítica de aquella obra magna.
LA COMEDIA INVOLUNTARIA
Y ahora, lector, agárrame fuerte de la mano y acompáñame. Porque nos vamos al carajo. Al reino de la risión y lo que en estos pagos de la península ibérica se conoce como la dimensión Muchachada Nui. Porque este “Nosferatu” me ha hecho reír, y eso no creo que fuera el objetivo. Pero reírme hasta el descojone absoluto, con el mismo espíritu que me da el visionar las locas aventuras del insigne Enjuto Mojamuto (tenéis esas micropiezas de arte en youtube), o determinados pasajes de “Lo que hacemos en las Sombras” (film y serie). Pero el problema es que en esos casos hablamos de humor intencional y aquí, No.
“tremendo mamarracho que es el personaje del vampiro, que parece (y habla) salido directamente de un episodio de cierta serie de vampiros citada en este mismo artículo”
Ojo, aclaremos: el director, en una muestra de atrevimiento que le honra, insistió a los actores que actuasen como si fuera una película muda (como la obra original), y para el que no esté avezado a los códigos del cine mudo, eso implica sobreactuar con mayúsculas.
No he leído muchas críticas elogiosas pero tampoco negativas a la parte actoral, pero en mi caso debo romper una lanza en sentido negativo: a pesar de que Lily Rose Deep defiende su personaje con uñas y dientes, dándonos una caracterización exagerada porque es lo que le pide el guion y el director, nos tenemos que adentrar en la cara oscura de la luna con el resto del elenco.
Para que Willem Dafoe sea el que está más comedido de todos, créanme que la cosa tiene su mérito. Porque a Dafoe le dices que sobreactúe, y el tipo te monta un huracán interpretativo que es como una tormenta: difícil de controlar y puede que se te coma la película, pero para bien, pero no puedes pedirle el mismo nivel de exceso y que quede bien en pantalla con primerísimos planos a cualquiera. Y con ese “cualquiera” me estoy refiriendo al elefante en la habitación, o sea, todo el resto del cast y muy especialmente, a Nicolas Hoult y un Aaron “Kraven” Taylor Johnson que no dan la talla pero que lo intentan muy, muy fuerte. Tanto que te sangran los ojos verles en primerísimos planos intentando defender sus personajes con unas virtudes actorales y unas voces que se pierden en los extremos de la sobreactuación y caen directamente en la parodia involuntaria.
Pero el pináculo de todo el asunto, y para mal, es Orlok. Y que Orlok, lector. Leí que la intención inicial del proyecto era que Ana Taylor Joy interpretase al vampiro, pero que la catástrofe económica que representó “The Northman” (2022) y otros factores de agenda acabaron declinando la idea. Me quedo pues con las ganas de como hubiese quedado Taylor Joy dándolo todo en ese papel (en la película tenemos a otro Taylor, pero no el válido), y nos tuvimos que “conformar” con el plan b, que no fue otro que el insigne Bill Skargsdar. Eggers ya había dirigido a su hermano Alexander en “The Northman”, haciendo que casi pareciera que es un actor, y siendo Bill un intérprete implicadísimo con sus papeles, sobre todo aquellos que tienen un componente de transformismo sobrenatural y, sobre todo, siendo mucho mejor actor que su hermano, para mí su elección hizo que el hype sobre la nueva encarnación del vampiro se elevase. Más cuando la maquinaria de la publicidad empezó a moverse: que si el actor había trabajado con un profesor de opera para bajar dos octavas su registro de voz, que si era tan aterradora su caracterización que los otros actores lo pasaron mal, que si la apariencia de Orlok fue un secreto de estado prácticamente hasta su estreno... lo cual acabó siendo creo yo el mejor acierto de la película.
Que catástrofe. Yo no me creo que, viendo el resultado, la decisión de que Orlok saliera poco en pantalla fuera puramente atmosférica. Creo, y de ese barco no me bajo, que viendo el resultado final del personaje Eggers decidió marcarse un Bruce a lo Spielberg en “Tiburón” (1975), es decir: el bicho ha quedado tan mal que lo mejor es sugerirlo y no enseñarlo mucho. Cosa que le honra y a la vez le penaliza: fue él que tuvo que darle el visto bueno al tremendo mamarracho que es el personaje del vampiro, que parece (y habla) salido directamente de un episodio de cierta serie de vampiros citada en este mismo artículo y con la voz doblada por el cómico Joaquin Reyes si este se atreviera a doblar en inglés, con pelo de bigotón en la boca y látex metiéndose por la comisura de los labios como parece que fue el caso.
“Nosferatu de Eggers ha nacido para ser un canto de amor desaforado, excesivo hasta decir basta, y con una protagonista muy hermanada filosóficamente con el devenir de la protagonista de The Witch”
No puedo con este Orlok, y me parte el alma. Porque esto podría haber sido un peliculón imborrable, en lugar de simplemente una buena película, lastrada por un casting con demasiadas simas de mediocridad y una dirección de actores arriesgada pero ineficiente. Joder, mientras escribo estas líneas recuerdo mentalmente los pasajes de Orlok en la película y me lo imagino en un diálogo a tres entre él, Enjuto Mojamuto y el Batman de Bale en sus peores momentos de pronunciación, y tengo que contenerme la risa floja. Y cuesta.
Una lástima porque Bill apenas se deja ver bajo los kilos de maquillaje que lleva encima y, a diferencia de en “IT” (2017), aquí apenas puedo ver al actor debajo de la parodia y el cachondeo que me provoca. Dicho lo cual, me gustaría entrar antes de acabar mencionando el guion (sin caer en el spoiler). Siguiendo el espíritu indisimulado de cine mudo, la historia es exagerada dentro de unos parámetros de romanticismo gótico hasta lanzarse a momentos que podrían considerarse ridículos si no se tuviese en cuenta el canto de amor a un género artístico que es esta película: “Nosferatu” de Eggers ha nacido para ser un canto de amor desaforado, excesivo hasta decir basta, y con una protagonista muy hermanada filosóficamente con el devenir de la protagonista de “The Witch”, pero en donde una primaba la sutileza aquí reina el exceso y también la culpa: la culpa de ser mujer y de tener deseos sexuales en una sociedad opresiva, y el deseo secreto de poder saciar sus apetitos por cualquier medio aunque estos fueran repugnantes, contra la moral misma de la sociedad, y hasta llegar a la aniquilación. Esta es una carta de rebeldía, amigo lector. Una que seguramente podría haber salido mejor en muchos puntos, pero que es tan revolucionaria, valiente y arriesgada que se lo perdono todo. Y que hace que, desde ya, esté esperando el próximo experimento narrativo de Eggers. Yann, te espero en los comentarios.
Lo Mejor: La fotografía es una puerta a otro nivel de realidad visual. Los encuadres made in Eggers. Es romanticismo gótico indisimulado, y de eso no hay mucho en el cine hoy día. Reconocer y tener a un autor con mayúsculas como Eggers en el fantástico. Todo lo técnico es un primor. Decisiones valientes a nivel de dirección de actores…
Lo peor: ...que no tienen el mejor de los resultados. Orlok. ¿Por qué? ¡Muchachada Nui. Nuiiiiii!
La mayoría del casting masculino. No, en serio. Orlok, ¿por qué? Que alguien en comentarios va a tardar en recordarme que Dafoe hizo de Shreck/Orlok en “La Sombra del Vampiro”.
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