miércoles, 16 de octubre de 2013

Crítica: Somos Lo Que hay

La 46 edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges acoge en su programación el remake “We Are What We Are” (2013) de Jim Mickle, director de “Stake Land”, vista en Sitges 2010, precisamente en la edición en la que Jorge Michel Grau presentaba su opera prima, “Somos lo que hay”. Es posible que Mckle viera en Sitges esta película de terror mexicana y se decidiera ha hacer la versión americana. Por este motivo NIDO DE CUERVOS os trae la crítica de “Somos lo que hay” (2010) que podremos contrastar con “We Are What We Are”. No es la primera vez que el Festival de Sitges proyecta una película de terror y su remake americano con pocos años de diferencia. En Sitges 2008 la cinta sueca “Déjame entrar” sorprendió y fascinó al público; el mismo que en 2010 pudo visionar el remake americano dirigido por Matt Reeves (“Monstruoso”) y protagonizado por la popular Chloë Grace Moretz (“Kick-Ass”) y Kodi Smit-McPhee (“La carretera”). ¿Estará a la altura el remake de “Somos lo que hay”? De momento pasamos ha hablar del original.

Una familia pobre mexicana ha supeditado su existencia a la práctica de un rito que incluye el canibalismo. Nos adentramos en unas vidas miserables, en un barrio marginal y en una tragedia familiar. Cuando el padre y líder muere envenenado en un centro comercial, su viuda (Carmen Beato) y sus tres hijos se enfrentan a la angustia de tener que conseguir alimento por su propia mano. La frialdad con la que los servicios de limpieza del centro comercial se afanan en sacar del recinto el cuerpo del padre y de limpiar la escena es un aviso al espectador del mundo, inanimado como un maniquí, en el que se mueven los personajes.

Mientras la madre se sume en su tristeza e impotencia, la hija, Sabina (Paulina Gaitán), toma las riendas de la familia y le da el mando a Alfredo (Francisco Barreiro), el hermano mayor, para que salga a las calles a cazar con la ayuda de su otro hermano, Julían (Alan Chávez, promesa del cine mexicano que murió en un tiroteo antes de estrenarse la película), un chico violento. De la guarida de estos lobos llama la atención la cantidad de diferentes relojes que ocupan las paredes y los rincones. Relojes que hacia el clímax final marcarán la hora del sacrificio.

La primera cacería de los inexpertos hermanos es bajo un puente, donde se encuentran una decena de niños vagabundos abandonados, que corren como gacelas asustadas. El intento de secuestro acaba en fracaso y los hermanos vuelven a casa con las manos vacías. Entonces Sabina les anima a ir en busca de putas, como ya hacía su padre en desacuerdo con la madre. Alfredo coge el coche y se planta por la noche en la calle de las rameras, escogiendo la primera que se le acerca. Con él va Julian, que tras la negativa de la fulana a subir a un coche con dos hombres, golpea brutalmente a la mujer y la deja inconsciente en el asiento trasero. Como les ha indicado Sabina, al llegar a casa vestirán a la puta con ropas de la hermana para que la madre no sepa de donde sale la víctima. Pero no sucede como planearon. Una vez atan a la mujer en la mesa del comedor la madre descubre todo el pastel. Jorge Michel Grau demuestra una puesta en escena brillante. Vemos a la puta dentro de foco observando como los hermanos pasan delante de ella los cuchillos fuera de foco que utilizarán en el ritual.

El hambre aprieta y la madre por primera vez intenta dirigir a la familia en luto saliendo a cazar de nuevo, pero no funciona. Aquí, el cerebro es Sabina, el ejecutor es Alfredo y el verdugo es Julian. En un último intento por encontrar a un candidato para el rito, Alfredo asumirá las tres funciones trayendo a casa a Gustavo, un joven gay.

Mientras tanto, la autopsia que le practican al padre es reveladora. Encuentran un dedo sin digerir de una mujer. “Es sorprendente cuántas personas se comen unos a otros en esta ciudad”, comenta el médico forense. La policía hace acto de presencia pero no parece muy interesada en resolver el caso. “No resolvemos casos pasados. No resolvemos ni los actuales”, dice medio en serio uno de ellos. Pero más adelante se lo piensan y deciden seguir las pistas no porque sea su deber, si no porque resolver el caso les puede dar dinero y puede que conozcan incluso al presidente.

El elenco de actores son muy convincentes a la hora de retratar a una familia de lobos. Barreiro y el malogrado Chávez muestran sus personajes como chicos inexpertos, dependientes de su patriarca e inadaptados. Especialmente el personaje de Chávez quien descontrolado se lía a puñetazos con un cliente, en la parada del mercado que tiene el padre, relojero de profesión, y que pierden por no pagar el alquiler, dejando sin ingresos a la familia. En la casa, Beato encarna a una mujer monstruosa, pese a decir a sus hijos que “no somos monstruos”. La historia aboga por que comprendamos a la familia. Una familia desestructurada y sin recursos tras la perdida del padre, que solo quiere llevarse algo a la boca, como cualquier familia en su situación, sólo que ellos comen carne humana (malísima para el colesterol, por cierto).

“Somos lo que hay” es un film oscuro, sórdido y, por encima de todo, sobrecogedoramente real. Este debut pinta una inquietante decadencia social con audaces trazos elegantes y ángulos de cámara vertiginosos. Visualización de una metrópoli de insensibilidad chocante, donde las autoridades son indiferentes y los transeúntes esquivan cuerpos sin vida. La cámara observa en todo momento y sugiere, adentrándose en la miseria de un ambiente marginal a la espera de la tragedia. Los protagonistas caníbales forman parte de la paria de la sociedad: personas sin hogar, prostitutas y homosexuales. Pobre come a pobre.

Por otra parte, la cinta puede que caiga en el recurso fallido al meter a los policías en la trama, pues su intervención no está del todo bien desarrollada. También la historia se frena en muchos momentos de la acción para mostrar los roces de la familia: la madre que no confía en el hijo mayor que quiere hacerse un hombre o Julian y Sabina que parecen mantener un amor más allá de la fraternidad.

“Somos lo que hay” vuelve a demostrar que el cine de género todavía es muy capaz de manufacturar obras de calado sin caer en la autocomplacencia. El talento de Jorge Michel Grau se une al de otros compatriotas como Guillermo del Toro, Alejandro González-Iñárritu o Alfonso Cuarón, quienes dejan bien alto el pabellón del cine mexicano.

LO MEJOR: Su realismo impacta. El film intenta explicar, mostrar y que comprendamos a un grupo de caníbales, no a unos monstruos o a unos psicópatas con máscara.

LO PEOR: La parte de la investigación policial no está del todo desarrollada.

 

3 comentarios:

Unknown dijo...

Tiene pinta de que el realismo impacta, si. Yo pienso verla mañana mismo si mi conexión me lo permite.
Excepcional crítica, Ted!

Missterror dijo...

Lo cierto es que "Somos lo que hay" es un ejercicio de oscuridad, sobriedad y retrato, pero desde mi punto de vista, le falla justamente la parte del "ritual". Yo entendí esta película como un intento de denuncia social, como un realismo ante la alarmante falta de recursos en la que se ven sumidos sumidos aquellos que viven por debajo del umbral de la pobreza, y la búsqueda de alternativas, pero esta supuesta denuncia, no termina de cuajar, pues en medio de algo que yo sí me estaba creyendo , sale el tema del "ritual" y todo deja de ser una necesidad física, para convertirse en algo más místico, y Grau no tiene muy claro como salir victorioso.
Es cierto que los actores están soberbios, que el mal rollo y la tristeza lo inundan todo, que hay momentos destacables, pero en conjunto se queda en un quiero y no puedo.
Aprueba, pero para mi, se queda ahí, porque potencial tenía muchísimo.

Saludos

Unknown dijo...

Fabulosa crítica, Ted. Totalmente de acuerdo contigo. Y sí, el tema de los polis es lo que para mí quita un poco de brillo a la cinta. Aunque es necesario estereotipar algún personaje secundario si se hace un retrato tan detallista de los protagonistas, y Grau lo hace.
Felicidades!
Has visto el remake?
Saludetes

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