Crítica: The Paperboy

Dicen que un señor (señor de galán) es aquel que nunca ofende accidentalmente. Un director con talento, bajo la misma premisa; es alguien que nunca ultraja nuestro sentido del buen gusto por error. Y Lee Daniels es muy buen director. Su película, The Paperboy; es un set noir descarado de una Florida de los sesenta, adaptada de una novela de Pete Dexter. Nos encontramos un pantano aguado de miedo, comedia negra y deseo: canalla, sexy, divertida – con una banda sonora muy buena y tan húmeda que en cualquier escena que aparece es probable que tu cuerpo se cubra de un sudor microscópico.

Nicole Kidman ofrece una estupenda interpretación como Charlotte Bless, la mujer necesitada, disfuncional de cierta edad y con cierto tono de rubio peróxido, pestañas postizas tan grandes y negras como comas en una valla publicitaria. Ha iniciado una relación sentimental y romántica por carta con un preso acusado de asesinar a un policía que se encuentra en el corredor de la muerte, Hillary van Wetter, al que da vida un creepy John Cusack. MONUMENTAL Cusack, das miedo; tío.

Ward Jansen (Matthew McConaughey) es un investigador de un periódico que se ha acercado a su pueblo natal para trabajar en la historia que revele que Van Wetter fue injustamente condenado. El plan es que desentierre los hechos y que su colega Yardley Acheman (David Oyelowo) los convierta en un reportaje con estilo. Van Wetter sólo hablará con ellos en compañía de su amante, así que la poco fiable Charlotte es su ticket hacia la gloria periodística.

El hermano pequeño de Ward, Jack (Zac Efron), un muchacho al que han echado de la universidad y que no tiene nada que hacer más que deambular en calzoncillos por casa; es contratado como chofer, e inmediatamente se obsesiona sexualmente con Charlotte – con su entretenimiento abierto cuál flor en primavera. La única persona que parece preocuparse por Jack es la criada afroamericana de los Jansen, Anita (Macy Gray), quién no duda en suspender sus deberes de limpieza para tirarse al suelo y demostrar mímicamente su melancolía post-masturbatoria con tal de aminar a Jack.

Cuando Daniels condujo hasta el festival de Cannes el año pasado para la premiere, deseaba recibir una feliz respuesta: después de todo su drama abusivo Precious fue muy bien recibida en el mismo en 2009. Pero qué equivocada se hallaba. El acogimiento fue pésimo, la gente no se reía. Las comparaciones son odiosas. Yo sólo puedo decir que aunque la energía y la comedia negra; y de hecho; todo el misterio que envuelve The Paperboy falla a la hora de aproximar la sutileza y los matices de la novela; lo hace adrede. ADREDE. Trabajando con Dexter en el guion, Daniels ha convertido The Paperboy en algo diferente: más público, más grande, más estridente, más escandaloso. Una de las escenas más patidifusas de la cinta es cuando Jack es brutalmente atacado por un banco de medusas durante un viaje sexualmente frustrante a la playa con Charlotte, y el único tratamiento para apaciguar el dolor es un salpicón liberal de orina humana. Comparad esta escena con el mismo momento del libro, y veréis cómo ha sido modificado y mejorado como drama. Lo obvio funciona.

Esa escena de las medusas es un fuego pirotécnico de la ofensa. Y a esta le siguien muchos otros, visualmente brutales. Asesinatos terribles y violencia del sur. Pero a pesar de todas estas terribles escenas, incluso más boquiabierta me quedé en la secuencia en que el grupo visita a Van Wetter en la cárcel y éste y Charlotte acaban teniendo sexo sin tocarse mientras el resto miran desde las sillas de visitantes. El guarda mira hacia otro lado y el resto no sabe ni dónde mirar – Charlotte romántica como pocas se rasga las medias por la zona de las bragas y empieza a tocarse mientras hace gestos obscenos con la boca que culminan con ese maravilloso plano que muestra como Van Wetter se ha corrido en los pantalones. Pero Charlotte ni siquiera se ha tenido que quitar las calcetes. Es una gran escena, inspirada en su falta de limitación tradicionalista. Pero la pura estupidez es que también está ahí sólo para poner en el candelero lo que verdaderamente importa de la cinta: la languidez y la frustración de no tener nada que hacer.

Yardley, Ward, Jack y Charlotte se muestran de una manera crucial juntos a lo largo de un tórrido verano, esperando un descanso; cuidando sus sospechas y frustraciones. El tema no es Van Wetter. Aquí el tema son ellos: los cuatro (cinco si cuentas a Anita, cuya tristeza está tan bien mostrada por Gray) colocados en una posición de proximidad incómoda y reveladora, sintiendo vagamente que los tiempos cambian. Es la lasitud de no-tengo-donde-ir que aporta ese tono enigmático a la película: comedia, tensión y resignación en un largo tobogán al desastre. Ese equilibrio de tonos se ve, quizá; alterado hacia el final de la cinta. Pero es una cinta inteligente y agresivamente mordaz. Contiene mucha violencia explícita y mucha sexualidad desatada. No es apta para aquellos que prefieren delicadas acuarelas… esto es más bien un brochazo en toda la cara.