miércoles, 28 de enero de 2015

Crítica: Bilocation

¡Qué manía tienen los japoneses con lo de los ojos! ¿Quién no se acuerda de aquel iris y pupila del revés de la Sadako de “The ring”? Pero esta no será la única referencia a uno de los maestros del género del terror en Japón que utilice para iniciar esta reseña ya que junto a Nakata –por cierto, ¿soy el único que ve un guiño a su también “The complex” con lo del regalo al vecino?- no podemos olvidarnos de Kurosawa –Kiyoshi, no Akira- cuando allá por el 2003 nos presentaba su “Doppelganger”.
En todo caso, no busquemos tres pies al gato; el film por mucho que se base en una figura similar a la utilizada por Kurosawa debe su origen a un best-seller escrito por una tal Haruka Hojo -¡Hojo! ¡Ojo!... vaya juego de palabras…- publicado en el 2010, así es que puestos a buscar culpables o… “influenciados” debemos eliminar cualquier sospecha sobre la veterana Mari Asato, una de las pocas realizadoras centradas en el género. 

Lo primero que hay que decir, de ahí esos “parecidos razonables”, es que el film distorsiona a su antojo el concepto de “Bilocación”. Es más, sabedora de su trampa se encarga de marcar las distancias con el más conocido del “Doppelganger” encargándose de crear unas normas convenientes a su objetivo, es decir, dejando claro que no se ha copiado de la de Kurosawa. ¡Ey! –dicen en la película-, que los Doppelganger no puede interactuar con los seres humanos, pero aquí nuestros bilocados sí, ¿está claro? 

De hecho, aquellos amigos del mundo del misterio que conozcan el fenómeno, tradicionalmente vinculado a algunos santos de la iglesia católica o incluso del budismo, les sorprenderá que algo que frecuentemente se ha relacionado como digo con la santidad, sirva aquí de recurso para incluso la maldad. Aunque bien mirado, de no ser así no tendríamos película… 

El film, tras un arranque bastante contundente y original, nos presentará a los protagonistas metiéndose en harina a las primeras de cambio, apenas superados los primeros diez minutos de metraje. Esto que puede parecer una tontería no lo es tanto ya que viene a contradecir a todos esos que dicen que el terror asiático, y especialmente el japonés, es lento o de motor diesel. 

A partir de ahí se nos cuenta todo el rollo de la bilocación atendiendo a tres pilares fundamentales: el deseo, el “otro yo” y la locura. 

En lo que respecta al deseo, el film utiliza esa baza para jugar al “gato y al ratón” con los personajes y sus diferentes motivaciones. En el caso de la protagonista cobra una especial relevancia ya que dentro de la inseguridad que adolece de por sí el personaje, encontramos ese debate tan humano, común a cualquier mortal de: pareja o carrera. Puede resultar frívolo, pero hay que ver tanto la perspectiva japonesa como, sobre todo, la del personaje y su futuro devenir. 

Partiendo de esta base se abre la puerta a un discurso -o más bien recurso- tan propio del género como el de los “otros yos”. No obstante llegados a este punto, el film se hace tal lío que tiene que abrir un paréntesis aparte dando unas explicaciones que son realmente difíciles de justificar. Y es que, remitiéndonos a lo dicho al inicio de que crea sus propias normas a su conveniencia, solo se entiende ese giro de acontecimientos para dotar de viveza a la narración. 

Por último, si tenemos causa y efecto, nos falta la consecuencia en forma de esa locura que habíamos mencionado. “Bilocation” como todo producto de terror de última generación incluye en sus ingredientes el drama. Pues bien, si tenemos en cuenta las premisas que acabo de dar y su correlación al mundo real, la locura es el medio para conjugar todos estos aspectos sin tener que dar por otra parte muchas explicaciones. 

Ahora bien, estos son los pilares sobre los que se sustenta la historia, pero que ello no nos lleve a pensar que estamos ante un producto “metafísico” que busca reflexionar sobre la existencia humana por medio de un vehículo puramente de género; de hecho, los problemas de la película –como ya había adelantado en el párrafo en el que hablaba del “otro yo”- comienzan cuando intentando dotar de ritmo a la película se contradice cometiendo errores de concepción y continuidad. ¿Unos son buenos, otros malos y otros depende del momento…? Pues eso. Queda claro con Kano, Isii y la prota, pero no tanto con Mitarai y el rol de Kaga. 

El lío –sin prebendas y a cara descubierta- que se hacen es tal que hay una escena muy gráfica, hasta se podría calificar de cómica, al principio del último cuarto: la protagonista se encuentra tan desconcertada que suelta un “No lo entiendo”. Pues bien, mi mujer y yo en el sillón de nuestra casa soltamos a coro un expresivo: “Y yo tampoco”. Y lo peor es que no creo que hayamos sido los únicos… 

Sea como sea, la verdad es que el film no solo cae en sus propias trampas sino que se desvirtúa según vayamos adentrándonos en su metraje. Comienza como un film de terror para poco a poco introducirse en el terreno del thriller fantástico para desembocar en el melodrama. 

Retornando al párrafo anterior, cuando uno ya no puede estar más liado, se opta por dar una explicación apelando al sentimentalismo. Y la verdad es que funciona tan bien que llega a conmover. Uno se pone en la piel de la protagonista y comprende su situación, aunque si nos ponemos en la de alguien que buscaba terror… también es para echarse a llorar. 

Para ir acabando decir que los efectos especiales, pocos y modestos, sirven más de apoyo que de carta de presentación. Son del tipo que ayudan a vender una idea o a adornar una situación, pero nunca de los que le roban el protagonismo al concepto. Es más, la aparición y desaparición de los sujetos bilocados y sus enseres, el efecto más repetido a lo largo del metraje, lo hemos visto ya mil y una veces, y cualquier producción televisiva puede ofrecer lo mismo. Lástima que, por otro lado, no se haya sabido aprovechar esos muñecos e imaginería de la sede del jefe del cotarro, una representación que aunque compartiendo la misma humildad que el apartado de efectos especiales, luce con esa mezcla entre inocencia japonesa, cercana a esa "cutie-bilidad" tan propia de la red, y una faceta siniestra. 

Resumiendo, “Bilocation” es la clásica película que quiere dar tanto que pierde de vista el horizonte desaprovechando algunos aciertos. Aunque su último cuarto es brillante, recogiendo lo que ha sembrado durante toda la película, quedan demasiadas incógnitas en el aire. En todo caso, de terror poco o nada.


3 comentarios:

Unknown dijo...

Chanpoo, parece una película harto complicada. Entre la locura, el otro yo, los bilocados, los que no son dopplegangers.
La verdad que aunque le has dado un notable de puntuación tiene pinta de ser un Qué está pasando?
A pesar de caer en su propia trampa, me la recomiendas?

El Rector dijo...

Si en mi época estudiantil, los 6,5 también hubiesen contado como notables, otro gallo hubiera cantado :)

Saludos.

Chanpoo dijo...

Complicado no es, liada sí, jajjajajajajaja... De hecho se entiende toda, pero depende de tu implicación para analizar lo que te están contando o al contrario, si te dejas llevar.
Por lo de recomendarla, si te gustan los melodramas o dramas de terror (o presuntamente de terror) te resultará muy agradable.

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