Crítica: Krazy House

EL RECTOR NOS HABLA SOBRE ESTA COMEDIA DE TERROR PROTAGONIZADA POR NICK FROST Y ALICIA SILVERSTONE. EL REVERSO INTELIGENTE DEL SUBGÉNERO

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Steffen Haars acaba de darme una alegría. No por el hecho de que vaya a revolucionar el género con ninguno de sus dos últimos trabajos (que no lo va a hacer), pero sí por ofrecerme la oportunidad de realizar un ejercicio cuasi matemático a la hora de describir lo que para mí diferencia la vulgaridad de, no se si la genialidad, pero al menos sí, de aquello que es capaz de despertar algo en el espectador, ya sea bueno o malo, eso es irrelevante. Siempre digo lo mismo, pero lo peor que le puede pasar al arte en cualquiera de sus múltiples disciplinas es, generar indiferencia. Si hablamos de un cine tan particular como es el de la comedia de terror, esto aun adquiere mayor relevancia. 

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“Get Away representa el lado conservador del género mientras que Krazy House apuesta claramente por la transgresión, la experimentación o lo que es lo mismo, las ganas de ofrecer un producto diferente”

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Steffen Haars dirige (o al menos estrena) dos películas el pasado año: “Get Away” (2024) y la que hoy nos ocupa, “Krazy House” (2024) en este caso, junto al tulipán Flip Van der Kuil, elemento disonante dentro de mi argumentación, que, oportunamente, obviaré en pro de tan noble causa. Dos comedias de terror no solo dirigidas por el mismo director, también, para rizar el rizo, protagonizadas por el mismo actor, todo un icono del subgénero como es Nick Frost, ahora, lejos del amparo que durante tantos años le proporcionó la presencia de Simon Pegg, perpetradores de la ya mítica “trilogía del cornetto”.

Entrando ya en la comparativa directa entre ambas películas, decir que “Get Away” representa el lado conservador del género mientras que “Krazy House” apuesta claramente por la transgresión, la experimentación o lo que es lo mismo, las ganas de ofrecer un producto diferente, aun sabiendo que habrá una buena parte de la audiencia que no conectará con esta. En lo personal, soy alguien que siempre valora mucho esto, las intenciones. Luego, saldrá mejor o saldrá peor, pero prefiero mil millones de veces algo que intente volarme la cabeza y que salga regulero que algo mil veces visto y que ni aporta autoría ni ideas frescas. En este sentido, “Get Away” es la típica comedia de terror olvidable que se queda en aquello tan decepcionante de “película simpática”, que es lo mismo que decir si te he visto no me acuerdo. “Krazy House” se aposenta en el espectro opuesto, ofreciendo uno de esos títulos que se quedan contigo durante mucho tiempo y que a estas alturas, es capaz de dibujar sobre un lienzo en pulcro blanco angelical aun por desvirgar. 

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“uno de los formatos más brillantes que servidor recuerde en años, introduciendo una cinta de terror dentro del ecosistema de una sitcom de los noventa” 

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Haars (y Van der Kuil) escriben una ácida sátira social que no deja títere con cabeza: el fanatismo religioso, la familia, los roles de género, la maternidad adolescente, las etnias o las propias fuerzas del “orden”, reciben de lo lindo mientras ambas mentes pensantes se sacan de la mano uno de los formatos más brillantes que servidor recuerde en años, introduciendo una cinta de “terror” (es difícil reducir a una sola etiqueta algo tan sumamente surrealista como lo que nos ocupa) dentro del ecosistema de una sitcom de los noventa. Es esta convivencia, continuamente retroalimentada, lo que hace tan especial a “Krazy House”, jugando constantemente con todos los tópicos de ambos universos, primero en paralelo, hasta hacerlos converger en un delirio final que, salvando las muchas distancias, recordará a aquel fascinante descenso a los infiernos que fue “Mother!” (2017) de Darren Aronofsky. 

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“ser afín a la causa de Nick Frost es otro gran punto a favor de una película que monopoliza gran parte del metraje, bien secundado eso sí, por Alicia Silverstone” 

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La película recrea escrupulosamente la ambientación de la sitcom noventera, haciendo que la fidedigna recreación del formato de video la aleje de la artificialidad con la que, en ocasiones, nos topamos en estos tiempos donde el abuso del revival ochentero está a la orden del día (sirva como buen ejemplo de ello, la reciente y no negaré que disfrutable – y también MUY conservadora -“La Calle del Terror: La Reina del Baile”). Pero “Krazy House” juega en otra liga, pues como digo, buena parte de su éxito reside en esa capacidad por devolvernos y atraparnos dentro de una época mágica de nuestra vida para, luego, reventarnos a patadas con una segunda mitad repleta de excesos y falta de tabúes que nos recuerdan que en ocasiones, el cine aun es capaz de sorprender incluso a aquellos tan osados de creer que ya están de vuelta de todo y que ya no hay espacio en este maravilloso arte para el redescubrimiento. 

El “pero”, casi siempre hay uno, reside en este caso en la torpeza con la que los directores resuelven el grueso de la narrativa. Una vez articulado el esqueleto (que pareciera lo más complicado), se hacen ,como se diría vulgarmente, “la picha un lío” y son incapaces de dotar de ritmo y variedad a la historia, repitiendo una y otra vez los mismos gags en lo que parece más un intento desesperado por rellenar metraje que el hecho de desarrollar una idea concreta (algo que también he sufrido recientemente con “Rosario”, la insufriblemente repetitiva joyita de Felipe Vargas). Por lo tanto, estamos ante una obra que disfrutará (o al menos sabrá valorar) todo aquel que busque una experiencia que se salga de lo habitual tanto dentro de la comedia de terror como del home invasion. Por supuesto, ser afín a la causa de Nick Frost es otro gran punto a favor de una película que monopoliza gran parte del metraje, bien secundado eso sí, por Alicia Silverstone para en definitiva, un título que gustará o no, pero no dejará indiferente y eso a estas alturas, ya es mucho. 

Lo mejor: Se aleja mucho de la comedia de terror “simpática” y siempre se muestra deliciosamente irreverente. Lo bien que recrea la comedia de situación de los noventa. 

Lo peor: Se hace repetitiva, tanto, que por momentos un puede llegar a olvidarse de sus muchas virtudes conceptuales.