miércoles, 16 de noviembre de 2022

Crítica: The Curse of the Werewolf

ALONZO SIN BRAZOS NOS HABLA SOBRE EL ATÍPICO HOMBRE LOBO DE LA HAMMER DIRIGIDO POR TERENCE FISHER


En 1957 y a partir del estreno de “The Curse of Frankenstein”, Hammer Films encuentra una mina de oro y se dispone a revisar a los monstruos clásicos, casi como un reflejo de lo que Universal Pictures había hecho 30 años atrás, actualizando la propuesta con un método propio del cine de explotación y que, en teoría, parecería ser el más efectivo a la hora de captar a las nuevas generaciones: aumentar los niveles de sangre y sexo. Así es que, en 1961 sale a la luz “The Curse of the Werewolf”, dirigida por Terence Fisher y renovando al que quizás sea el mito más global de los reescritos por la productora: el del hombre lobo. 


“uno de los mayores aciertos de The curse of the werewolf, consiste en nutrir al personaje de matices y complejidades inéditas hasta el momento” 


La historia de los primeros licántropos cinematográficos es bastante peculiar, a pesar de ocupar un lugar destacado dentro del panteón de los terrores tradicionales, nunca logró la relevancia del Conde Drácula o del Monstruo de Frankenstein. Si bien es cierto que no cuenta con el respaldo de una obra literaria fuerte como las de Bram Stoker o Mary Shelley, durante siglos se encargó de alimentar leyendas y tradiciones alrededor del mundo, dicho esto, podríamos inferir que la causa de esta falta de prestigio sea el resultado de las características que le otorgaron, en gran medida, sus primeras representaciones fílmicas. 

En principio, es un personaje que no cuenta ni con el carisma del Conde transilvano, ni con la natural simpatía que genera la criatura de Frankenstein, de hecho, en su modo animal, es un tanto rústico. Su brutalidad parece colmarlo de literalidad, casi despojándolo de segundas lecturas y resignándolo al lugar de metáfora sobre la pubertad o como muestra de la delgada línea que, en determinadas personalidades, separa lo humano de lo salvaje. Ahora bien, una mirada actual nos permite entender que, si los únicos argumentos actualizadores son el incremento de la violencia y el erotismo, se corre el riesgo de generar una visión superficial y contradictoriamente anticuada del tema, en especial, si tenemos en cuenta la cota de madurez que el género alcanza en ese entonces, por lo tanto, podemos concluir que uno de los mayores aciertos de “The curse of the werewolf”, consiste en nutrir al personaje de matices y complejidades inéditas hasta el momento


“la interpretación de Oliver Reed, exagerado y eficaz, que aun con el pesado maquillaje, nos regala un hombre lobo que cambia la torpeza de versiones anteriores por tragedia, salvajismo y amenaza” 


Así llegamos a la historia de nuestro protagonista, León, cuya gestación fue fruto de la violación de un mendigo, encarcelado injustamente, sobre la hija muda de su carcelero. El niño viene al mundo un 25 de diciembre, día de Navidad, una fecha complicada para las almas débiles y propensas a ser poseídas, en vista de ello, se puede decir que León se transforma en lobo, no por un encuentro fortuito con otro ‘’contagiado’’, sino por una condena mística, liberando al asunto de ‘’base científica’’, reforzando el título de maldición y despegándose del clásico infectado

Entonces, aunque vemos una alteración física en el prisionero abusador que lo acerca a una bestia, la sensación es que el tormento se transmite más por el aberrante hecho que por una cuestión genética. Por otro lado, se nos presenta al amor como único remedio al castigo, dato que nos abre el camino para identificar otra diferencia con respecto a versiones precedentes, mientras que, en general, se presenta al hombre lobo como mártir y como horror, en este caso, el papel de villano lo cumple un entorno que no es capaz de brindarle el cariño sanador, es más, podemos considerar que la vida de León ya estaba marcada, inclusive, si eliminamos el elemento fantástico y reparamos en ese mismo ambiente que, indefectiblemente, lo marca por su condición de bastardo y por añadidura como marginal


“la crítica del momento la ataco por demasiado brutal, por el contrario, los cultores del género la rechazaron por ser demasiado lenta, ambas posiciones repercutieron en la recaudación” 


Esta serie de tópicos, en especial los referidos a cuestiones religiosas, activaron las alarmas del órgano censor, escribiendo otro de los tantos capítulos de la historia entre la Hammer y los sectores más conservadores de la sociedad británica. En el caso que nos ocupa, los recortes se enfocaron, sobre todo, en las escenas en las que se combinaba al lobo con alusiones de carácter sexual. Por un lado, cabe decir que la película no salió demasiado lastimada de la intervención, pero por el otro, podríamos sospechar que es parte de la causa cuya consecuencia es un prólogo exageradamente largo y un hombre lobo que, en todo su esplendor, ocupa escasos 10 minutos (si no menos) del metraje total. 

Si bien es cierto que la falta de un licántropo, para un film del subgénero, es un defecto importante, en este caso, aprovechamos la ocasión para estrechar el vínculo con León y empatizar con su condición de maldito, en gran parte, gracias a la interpretación de Oliver Reed, exagerado y eficaz, que aun con el pesado maquillaje, nos regala un hombre lobo que cambia la torpeza de versiones anteriores por tragedia, salvajismo y amenaza. A todo esto, deberíamos agregarle la sólida dirección de Fisher, una recreación de época y lugar (España, Silgo XVIII) de lo más adecuada y la caracterización de la criatura, que, aunque tiene más aspecto de demonio que de lobo, es sumamente efectiva y hasta fortalece la idea de posesión. En cuanto a la recepción, la crítica del momento la ataco por demasiado brutal, por el contrario, los cultores del género la rechazaron por ser demasiado lenta, ambas posiciones repercutieron en la recaudación impidiendo cualquier posibilidad de saga. 

En resumen, “The curse of the Werewolf”, a pesar de sus defectos, constituye un hito dentro de la historia cinematográfica de los hombres lobo, no solo por ser una de las pocas incursiones de la Hammer en el tema, sino también, por agregarle profundidad al personaje y al tratamiento, tocando temas trascendentes e incómodos como el maltrato a la clase baja por parte de la burguesía, la bastardía y la discriminación, aun conservando la apariencia de cuento gótico, tan propia y que tanto éxito le aporto a un ciclo indispensable e ineludible, tanto para los aficionados al género como al cine en general.

4 comentarios:

Art0rius dijo...

Enorme crítica de una de mis películas favoritas del subgenero! Comparto contigo tanto los puntos fuertes como sus debilidades, que en conjunto la convierten bajo mi punto de vista en una película única para bien o para mal. Oliver Rees está imperial, y conociendo al actor esa violencia desatada y esa brutalidad apenas contenida le salían de serie. Sobresaliente crónica!

Alonzo sin brazos dijo...

Hola Artorius! Coincido! Mas allá de las particularidades, lo de Reed es tremendo.
Saludos!

Victor dijo...

Coincido mucho con todo lo que cuentas tan estupendamente. Estamos ante una de las tres mejores obras de licántropos que ha parido el cine. Tiene una belleza y aura melancólica preciosa. Y el maestro Fisher le da su toque particular.
Un saludo

Alonzo sin brazos dijo...

Hola Victor! Si, por lo menos del periodo clásico creo que esta y The Wolfman son las mejores.
Saludos!

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