Crítica: Depredador

Un grupo de soldados de élite es enviado por la CIA a una selva de un país centroamericano para rescatar a unos pilotos que han sido apresados por la guerrilla. Tras acabar con ésta y mientras regresan al helicóptero que les llevará de vuelta a casa, uno a uno los mercenarios irán cayendo ante un enemigo desconocido y mortal: un cazador de otro planeta.

Con tan sencilla (y ya vista anteriormente) premisa, el director John McTiernan, -el cual realizaría un año después la película que cambiaría el cine de acción para siempre, la magistral ‘Jungla de Cristal’ (‘Die Hard’, 1988)-, se marcó una de las mejores películas de acción y ciencia ficción de todos los tiempos. Un espectáculo lleno de furia y brío, una película poderosa, ultraviolenta y épica.

Arnold Schwarzenegger, que por aquel entonces era la mayor estrella del cine de acción, se subió al carro para interpretar (sin duda alguna aquí compone uno de sus mejores papeles) al fornido y duro militar Dutch, un hombre que se ha enfrentado a todo tipo de situaciones... excepto a la que ahora le toca enfrentarse.

Y es que el cazador contra el que deben combatir los mercenarios no es un cazador de este mundo, sino un alienígena aficionado a la caza mayor que se divierte acosando, apresando y matando a sus presas.

Además, este enigmático cazador solo caza presas difíciles de matar, presas que pueden defenderse o poner resistencia, y no hay nada mejor que un grupo de militares bien entrenados y armados para salir de cacería.

Sin duda alguna uno de los puntos fuertes de la película es ese cazador alienígena: el Depredador.

Un cazador fenomenal, con altos conocimientos en la táctica de guerrillas, con un armamento muy superior al de los humanos, capaz de camuflarse y hacerse casi invisible para el ojo humano, con máscara de infrarrojos y con un físico impactante y una fuerza descomunal.

Este logro del séptimo arte de lo debemos al ya tristemente fallecido Stan Winston, el hombre que creó a la Reina Alien de ‘Aliens, el regreso’ (‘Aliens’, 1986) o al Terminator de ‘Terminator’ (‘The Terminator’, 1984), ambas de James Cameron.

John McTiernan saca lo de mejor de sí mismo y nos regala una película con argumento de serie B que parece una película de serie A.

Todo está magníficamente rodado, desde esa infernal y laberíntica jungla, hasta el bárbaro y mítico clímax final casi mudo en el cual Schwarzenegger se enfrenta cuerpo a cuerpo –y con su ingenio- al monstruoso Depredador, pasando por todas y cada una de las secuencias de acción y suspense que van sucediéndose a lo largo del metraje.

Se ha comentado en alguna ocasión el grave error de mostrar en el primer plano de la película la nave del alienígena arribando a la Tierra, echando con ello por tierra todo el suspense que prima en la primera parte de película.

Quizás sea cierto que habría sido mejor no mostrar al alienígena llegando al planeta Tierra, guardando así el misterio de quién o qué está cazando a los bravucones militares. Pero me parece un mal menor ante tanta maestría y excelencia.

Una mención especial merece también el neoyorquino compositor musical Alan Silvestri, el cual logra sumergir al espectador con su épica música en esa calurosa y peligrosa selva en la cualquiera puede perder la vida en cuestión de segundos.

Lo que más me ha gustado: absolutamente todo.

Lo que menos me ha gustado: nada de nada.