Crítica: Kenshin, el Guerrero Samurai

“Aceptar la fuerza propia y la de los otros es una cualidad esencial en un espadachín. Es algo que acabas encontrando de forma natural, a través de la técnica”. Kenshin, el guerrero samurái. El próximo 1 de febrero se estrena en las salas de cine de nuestro país una de las películas más esperadas por los otakus, “Kenshin, el guerrero samurái”

(“Rurôni Kenshin: Meiji Kenkaku Roman Tan”, Keishi Ohtomo, 2012). NIDO DE CUERVOS aprovecha la ocasión para brindar por la enhorabuena que es poder ver en nuestros cines esta producción y nos adelantamos al estreno después de haber podido disfrutar de la cinta en la Sección Oficial a Competición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges 2012.

La primera adaptación en formato de imagen real de la obra del dibujante japonés Nobuhiro Watsuki (publicada por primera vez en la revista Shonen Jump en 1994) narra la historia de Kenshin Himura (Takeru Sato), que una década atrás se convirtió en una leyenda entre las fuerzas imperialistas de Japón como el asesino Hitokiri Battousai, y que ahora es un espadachín que vagabundea por Tokyo en busca de redención. Kenshin se topará con Kaoru Kamiya (Emi Takei), la propietaria del dojo Kamiya Kasshin-ryu, cuyo único alumno es el huérfano Yahiko Myojin (Taketo Tanaka). Pronto sus caminos se cruzarán con los del mafioso Kanryu Takeda (Teruyuki Kagawa), un traficante de opio que quiere hacerse con el control de la ciudad. Pero su fabricante de drogas, Megumi Takani (Yû Aoi) se escapa y acaba en manos de Kenshin. A su lucha se unirán el bullanguero Sanosuke Sagara (Munetaka Aoki) y el policía Saito Hajime (Yosuke Eguchi).

El guión de Kiyomi Fujii y Keishi Ohtomo es bastante fiel al manga de Watsuki y presenta a los principales personajes de esta novela gráfica. El problema está en que la necesidad de condensar la historia de tres volúmenes en un filme es tarea muy difícil y eso se nota en cierta pérdida de detalle en la definición de personajes, como es el caso de Sanosuke, Megumi y Yahiko. Sin embargo, esto no termina por frustrar una adaptación rica en escenas de acción, provistas de realismo. Eso se debe a que se prescindió de escenas de acción con cables o el uso de gráficos por ordenador y se apostó por rodar casi todas las secuencias sin dobles. Las escenas de acción también son muy frescas gracias al gran trabajo de dirección de Keishi Ohtomo quien hace buen uso del espacio y de las emociones de los personajes. Kenji Tanigaki es el responsable de coreografiar todas las escenas de acción de la película, al igual que ya hizo en filmes como “Blade II”.

Lo más curioso es que el director escogido para llevar adelante un manga que lleva vendidos 55 millones de tomos sólo en Japón, tiene una adaptación al anime, dos largometrajes animados, OVAs, videojuegos y mucho más haya sido un debutante como Keishi Ohtomo, cuya carrera es exclusivamente en televisión. Además de ello Ohtomo no tenía ninguna experiencia en hacer películas basadas en manga, por lo que el nerviosismo entre los fans era mayúsculo. El propio director confesó en una entrevista que su interés por el proyecto era un interés en la era Meiji, en la que se ambienta la historia y en la que ya se ambientaba su serie televisiva “Ryômaden”.

Muy seguro que la película contentará a los otakus de nuestro país que no pudieron verla en el Festival de Cine de Sitges. De momento, a nivel mundial ha conseguido recaudar la friolera de 62 millones de dólares, lo que augura posibles continuaciones o secuelas.

Para los que vayáis al cine y salgáis satisfechos con el resultado, os informo que en el mes de abril la película saldrá en DVD y Blu ray Disc, coincidiendo con el 31 Salón Internacional del Cómic de Barcelona.

LO MEJOR: Las escenas de acción y la fidelidad al manga. También su excelente diseño de producción.

LO PEOR: Lo condensada que está la historia.