sábado, 5 de septiembre de 2015

Artículo: Desolación, Fin de Hannibal

Desolado, desangelado, huérfano y deprimido tras los ires y venires de noticias que han acompañado en uno y otro sentido la cancelación definitiva de una de las mejores series que hemos podido disfrutar en televisión en los últimos años. Así me siento ahora, queridos cuervos.
El 7 de julio, Amazon y Netflix, cadenas que los amantes del caníbal esperábamos como mesiánicas redentoras confirman que ambas productoras se retiran de la propuesta de continuar con el drama de Bryan Fuller, el GENIO creador de la serie, quien a través de su propio twitter confirmaba que su idea de acabar con una estupenda cuarta temporada aún más oscura y en la que los incidentes de “El silencio de los corderos” de Thomas Harris por fín verían la luz. 

El responsable de llevar al más famoso caníbal a la pequeña pantalla respondía en Twitter anunciando que Amazon y Netflix han pasado de una cuarta temporada de Hannibal, pero que aún así seguían buscando una alternativa. 

Y es que desde que la NBC anunciase la inexplicable cancelación de la serie, que dando buenos resultados en parrilla ha mejorado exponencialmente su calidad desde su primera y algo aburridilla temporada en ésta, la tercera y mejor, los numerosísimos fans de la serie seguimos en el desconcierto de si seguiremos una temporada más acompañados por el Dr. Lecter en televisión. La serie puede sentirse bien orgullosa de algo, y es de poseer un público absolutamente fiel, de los que no faltamos jamás a la cita, y si lo que mandan son las audiencias es cierto que las cuentas no la hacen rentable, ya que cada capítulo es cuidado hasta el mínimo y sale carete, como la propuesta artística y cultista que es. 

Pero vamos, que ya en la primera temporada la NBC se daría cuanta de ello, digo yo... La NBC, que la coproduce junto a AXN, cadena que la emite en otros países donde ha funcionado aún mejor... Esa primera temporada que se estrenó como un estrafalario policíaco entre tanto CSI donde los malos son puro cliché y dejan más pistas que el cluedo. Fue una temporada rara, raruna, rara. Con cornamentas empaladoras y larguísimos soliloquios que desde luego no eran del agrado de todo el público-a mí me costó MUCHO entrar en la serie, disfrutarla, correrme con su salvajismo. La segunda temporada, mucho más asequible y sobre todo más disfrutable, contaba la historia de Hannibal más que la del coñazo del poli que le persigue y sus paranoias cervatiles, pero aún así, corrieron rumores de cancelación también. 

Mientras, los trece episodios de la tercera temporada se adentran en la relación-metafísica aristotélica pura- entre el asesino con más carisma y personalidad de la historia de la ficción y el policía Will Graham, que le persigue a la vez que le admira en esa empatía que sólo Fuller ha sabido explicar. 

Ha sido una temporada sublime: La primera mitad, pausada, sensual y hermosa como la misma ciudad de Florencia, donde tenía lugar, y que enlazó magistral, salvaje, perturbadora, con la trama de el Dragón Rojo, el desquiciado y enfermo Francis Dolarhyde en la piel de Richard Armitage como asesino sediento de sangre destrozafamilias. 

Pero en esta tercera, también: el éxtasis, el delirio, el exceso, el Renacimiento Barroco y exquisito, Fuller nos regala televisión hecha cine puro y duro, cine hecho novela pura y dura. 

Televisión, cine y novela de autor... Pero que cancelan por el vil metal. 

La principal-vamos, visto lo visto, la única- esperanza reside en que otro canal decida acoger y producir al menos la cuarta temporada prevista y que nos relamíamos como esperando agua de mayo, pero ante la negativa de las ambiciosas Amazon y Netflix, las esperanzas se van mermando. Y acaba agosto, el mes de los calores, con el enésimo adiós, quizás el definitivo a una serie que no se ha rendido a perder calidad para abaratar costes y que nos ofrece un último episodio IMPRESIONANTE. 

La serie que ha ído adaptando parcialmente algunas de las novelas de Thomas Harris protagonizadas por el carismático psicólogo caníbal nos ha regalado una tercera temporada digna de toda loa y alabanza. Tras el final de la segunda temporada, mucho mejor ya que la primera, Lecter viaja junto a su BUENORRÍSIMA psicoterapeuta, la Dra. Bedelia Du Maurier a Paris y Florencia, donde se nos relata gran parte de “Hannibal”, la mejor de las novelas y en mi opinión la mejor de las películas de la saga. El temible Dragón Rojo, a partir de la mitad de esta tercera temporada, se convertía en el perfecto antagonista del caníbal y del soso policía. En esta ocasión, el personaje que hizo Fiennes en cine aquí lo defiende brutalmente (y tánto) el quesazo de Richard Armitage, más conocido por su papelón de Thorin Escudo de Roble. 

Bryan Fuller, el padre de Hannibal, que se despidió el viernes de la pantalla no con un hasta pronto, sino con un adiós en toda regla. Esteta, inconformista, maduro, culto, soberbio y todo un maestro como productor y guionista para las nuevas generaciones, no es la primera vez que una puta cadena carroñera se la juega. Recordemos el maltrato que tuvieron por ejemplo Pushing Daisies, los nuevos The Munsters o Mockingbird Lane, cancelada tras su piloto, manda cojones, con la mierda que nos hacen tragar... 

Eran, al fin y al cabo buenas o aceptables series, lo que tiene delito es que Hannibal está considerada por público, pero sobre todo por crítica como lo mejor de la TV de los últimos años junto a True Detective... Y es que Hannibal es la adaptación postmoderna, reculta, superior. Transgresora en su forma y en su fondo, sobrecogedora y dura , en la que lo artístico prima tanto como lo narrado-no olvidemos a José Andrés maquillando cabezas de cerdo y sorbetes de ciruelas y sesada-y las barreras no son siquiera eso. 

Y desgarrador, llega el 3x13...

El episodio del último viernes es el último de la serie, que echa el cierre. Y lejos de arrebatar las cosas, acelerar las tramas, resolver lo que ni está planteado, el genio, el puto amo, el original titiritero osado de Fuller nos ofrece un desenlace absolutamente redondo, coherente en todo con el tono oscuro, gótico y difuso de la temporada, un final coherente pero desolador y desangelante. 

Una putada, vamos...

En la mente colectiva ya no figurará en exclusiva Anthony Hopkins en ese templete que le daba ser el alma y el físico de Hannibal. Y ese es uno, pero no el único de los legados que con esta serie nos deja Bryan Fuller para la tele. 

La capacidad de hacer hermoso lo macabro, lo sangriento e inhumano es algo que pocos, muy, muy pocos han rozado y él ha conseguido más que de sobra. 

Es cierto que todas y cada una de las temporadas de ‘Hannibal’ han sido cerradas como el final de la serie, debido a los problemas de renovación en la cadena, pero esta tercera es aún más tajante y dolorosa. Me lo creo. 

Hanníbal ha muerto, televisivamente al menos.

Quisiera, eso sí, hacer una breve reflexión culpabilizadora.

Los problemas de la continuidad de Hannibal no son sólo debidos a causa de sus bajas audiencias, ni a que Netflix no posea los derechos de las tres primeras temporadas,(hay que ser cabrones) ni tan siquiera que Amazon quiera sólo series nuevas que la diferencien del resto de cadenas online. Uno de los graves problemas que tiene la serie es que poco a poco, conscientemente, se ha acercado en tiempo y trama a “El silencio de los corderos”, y el hecho de que la productora Martha de Laurentiis no posea los derechos sobre el personaje de Clarice Starling, hace casi imposible continuar la trama obviando a la repulsiva agente del FBI que tán bien llevó a pantalla MI Julianne Moore y tántas buenas nuevas le trajo a la Foster (que no es otra sino la que muchas fuentes apuntan como co-propietaria con la Metro-Goldwyn-Mayer de los derechos sobre el personaje de la Starling). 

Bryan Fuller, no obstante, ha hecho infinitas declaraciones en el ejercicio de su tenacidad y empeño acerca de lo que sería la cuarta temporada, que asegura está ya escrita y preparada , y que define como la más oscura, retorcida e impactante. Y ni mú de la Starling.


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