Crítica: Cherry Tree

Queda fuera de toda duda que haríamos cualquier cosa para evitar cualquier tipo de sufrimiento a aquellos a los que queremos, sobre todo si les queremos de verdad, de ese querer que provoca una dolor extremo, como puñaladas en los riñones, con solo pensar que esa persona pueda pasarlo mal, aunque sea mínimamente. Claro que habría que verse en la situación y ver lo que nuestras cabecitas locas pueden hacer, pero yo aseguro que vendería mi alma al diablo para poder salvar a esa persona que amo por encima de todo. Vendería mi alma al diablo o dejaría que el rey de los Goblins se me llevara...cualquier opción es válida.

Y hasta aquí, señores y señoras, "Cherry Tree". No hay novedad en el horizonte, parece que ultimamente sale algo más el sol y que amanece antes, pero como os digo, el horizonte cinematográfico sigue exactamente igual. "Cherry Tree" no viene a darnos lecciones de cine, ni mucho menos de originalidad. "Cherry Tree" es la típica película de brujería donde todo está cogido con pinzas y no hay quien se trague tanta aparente normalidad en un pueblo irlandés donde todo el mundo parece estar metido en el ajo del inframundo.

La historia es típica hasta el sonrojo, una adolescente que solo tiene a su padre en la vida, ve como su mundo se desmorona cuando el padre, enfermo de leucemia, empeora. Ella, que a su vez es objetivo de una bruja satánica, vaya usted a saber por qué, hará todo lo que sea necesario para salver a su padre. Y sí, habrá mil películas y cuentos con una trama parecida, así que, contando con esto, como elemento diferenciador lo que David Keating (director y perpetrador también de "Wake Wood") añade a la trama es un viejo cerezo ancestral, para que todo suceda entre jugosas cerezas y ciempiés escarbadores como forma natural del mal y la magia negra.

Lo cierto es que "Cherry Tree" es una película pequeña sin pretensiones, tampoco hay que pedirle demasiado, pero es que se equivoca mucho más de lo que acierta y eso sí que hay que tenerlo en cuenta. Cuenta con un prólogo que lejos de crear atmósfera o preparar el terreno, justificando el posible pico de tensión, se hace aburrido y monótono y aporta poco interés a la historia, una historia que se desquicia en cuanto se revelan abiertamente las pretensiones de la bruja Sissy (Anna Walton), sin que nadie parezca extrañarse en el pequeño pueblo de Orchad. Sé que es la segunda vez que comento que todo este ocultismo se toma de una manera natural en el pueblo y que el espectador tiene que tragar con esto y con más, pero es que me traumatiza que los guionistas nos traten por lelos.

La primera parte de la película, pausada y monótona, desemboca en un final que pretende elevar toda la parsimonia que arrastraba al altar de la decadencia y el gore, pero lo que funcionaba muy bien en cintas como "We are still here" (Ted Geoghegan), aquí es un burdo intento de provocar reacciones de transgresión que jamás se consiguen, pasándolo todo por el tamiz de Clive Barker, para convertir a algunos de sus personajes en cenobitas de tres al cuarto, y disfrazar el aquelarre de festín de carne desprendida, que no pega ni con cola con el tono general de la película y que , una vez más, el espectador ni se traga, ni debería tragarse, porque da la sensación de que uno pasa de la tediosa presentación de los personajes y la situación a un final abrupto y caótico, sin haber tenido un desarrollo entre medias.

Y así le va a "Cherry Tree", que ciempiés tras ciempiés, no consigue generar ningún tipo de tensión, ni de interés dicho sea de paso. ¿Y dónde está el guión cuando se le necesita? Supongo que viendo Juego de Tronos... Oh guión!! Oh Maldito guión!! qué caro te vendes...

Podemos dejarnos engañar por los cantos de sirena que intentan seducir con sus efectos especiales, algunos chorretes de sangre y la carne de una cara estirada, pero la realidad es que si escuchas atentamente a las sirenas, te das cuenta de que no cantan, te das cuenta de que solo gruñen, y que lo que muestran no es llamativo, ni siquiera sirve para confundir nuestra atención, y así, la realidad sólo puede salir a la luz, y esa luz no es más que la verdad escondida en Orchad, este pueblecito irlandés, que bajo su cerezo ancestral oculta una película mediocre que intenta contar un cuento, tralarilarilari, del que sale mal parada.