Que Netflix se haya convertido en un período de tiempo relativamente corto en la plataforma digital de entretenimiento audiovisual de referencia, con respeto a las demás, no es mera casualidad. Se agradece mucho que no dejen de producir series y material suficiente como para obligarnos a hacer una lista de elegidas y descartes, es casi como un deporte para los adictos como yo, y entre todas, tenemos ésta “1922”. Segunda adaptación de Stephen King en la plataforma, después de “El juego de Gerald”, que afianza al escritor (no había dudas) como una de las fuentes principales del cine de terror de hoy y de siempre.
“1922” es una novela corta publicada en la colección de King “Todo oscuro, sin estrellas” (2012), y que el director Zak Hilditch (conocido por “Las últimas horas”) ha sabido dirigir y guionizar de una manera efectiva y fiel al relato original. Quizá demasiado, por lo que la historia en sí puede no estar preparada para ser un largometraje, y puede que con una adaptación más rellena y administrada en los tiempos, hubiera redondeado la jugada, pero vayamos desgranando.
La historia en sí nos traslada a los años 20, donde contado desde la primera persona de Wilfred James (Thomas Jane, aquel Punisher del 2004) nos relatará, sin mucha fiabilidad, los sucesos que acontecieron en su finca en Hemingford Home, Nebraska. Un viaje a la América profunda e invisible, en cierto modo, para el resto de una sociedad americana, que cada vez crecía más fuera del campo y más en la ciudad. Allí, vive con su mujer Arlette (Molly Parker) y su hijo Henry (Dylan Schmid), al cual pretende dar en herencia sus más de 30 hectáreas, junto con otra parte que pertenece legalmente a su esposa, y por lo que surge el conflicto. Tanto Wilfred, un hombre de acento cerrado y chapado a la antigua, como su hijo Henry viven muy a gusto allí con su modo de vida rural y campesinado, todo lo contrario a la mujer, que ansía irse a vivir a la ciudad y formar parte de un mundo nuevo y cosmopolita. Éste deseo enturbiará la mente de Wilfred, el cual ideará un plan para deshacerse de su esposa y poder obtener todos los terrenos, pero para ello, tendrá que convencer a su propio hijo de tal macabro plan.
Para no destriparos mucho más de la historia hasta ahí puedo escribir. Merece la pena adentrarse en este mundo psicológico de “1922”, donde hay grandes virtudes que destacar. La primera es el buen papel que hace Thomas Jane, con una interpretación creíble y cruda. Por momentos, su relato siniestro y personal, esa confesión inconfesable, ese pecado mortal, nos atormentará a la par que a él según avanzan los minutos, aunque en ciertos puntos, la esquizofrenia y paranoia a la que ha llegado tras años de ocultar aquellos hechos, le llevarán a un final previsible. Su otra gran virtud, es su preciosista fotografía. Bien podría ser una producción digna de la pantalla grande, más que otras muchas cintas inferiores que tenemos que ver en cartelera. Su vestuario, sencillez y atmósfera, casan perfectamente como el relato de King, donde las tinieblas del subconsciente se cobran sus víctimas. El papel del hijo, Henry, no es especialmente brillante pero aporta una historia de amor paralela con la hija de otro granjero vecino, y un dramatismo más que correcto en lo que parece ser a mitad de cinta una cuesta abajo sin frenos.
Para ponernos un poco quisquillosos, diré que hecho en falta que ese inicio de 30 minutos tan arrollador, de los mejores inicios que he visto últimamente, no se prolongue un poco más. Que el director haya decidido ser fiel al libro no quita que hubiera podido cambiar los tiempos de las diferentes tramas, ya que la principal, la que lleva a llenarse de ratas y miseria ese pozo a medio cegar, roza lo sublime en cuanto a terror psicológico, y de ahí, pasamos a un montón de minutos donde el terror se diluye para pasar a un drama soportable, pero mejorable. El papel del sheriff (Brian D’Arcy James) se me queda corto y se podía haber tensado más la cuerda, para que la atmósfera no se hubiera diluido tan pronto, para que la tensión cortara como por algunos instantes logra “1922” hacernos sentir ese filo. El otro papel del vecino campesino rico (Neal McDonough) no me convence del todo, podría haber aportado más leña al fuego, y casi apaga la fiesta.
El símbolo de la rata, el roedor, como símbolo de peligro acechante para Wilfred es muy bueno. Dudaremos hasta el final de si éstas son reales o forman parte de la confusa mente del campesino, de si existen sólo en su imaginación o de si realmente le atacan desde aquel acto. La claustrofobia y ciertos elementos de FX están empleados con eficacia y crudeza, lo cual se agradece mucho para retorcernos un poco por dentro y de vez en cuando lograr algún malestar interno, incluidas ciertas visiones del más allá, premio a la escena final.
En definitiva, con “1922” me llevo la grata sorpresa de estar ante una adaptación bien ejecutada en muchos aspectos. Si bien afloja con el paso de los minutos, se agradece la forma de terror psicológico como un terror válido y muchas veces más efectivo que otras fórmulas fáciles y visibles. En este caso concreto, le hubiera dado más peso a lo sobrenatural y menos al drama, pero el producto final es entretenido y recomendable, más si una plataforma como Netflix lo ha parido así de bien.
Lo mejor: Visualmente muy cuidada, respetuosa con las atmósferas ponzoñosas que tanto gustan a Stephen King, un actor principal que sobresale de la media.
Lo peor: Mucho metraje para otras partes de la historia principal.
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