Crítica: Jigsaw

Soy de esas personas que piensan que la vida debe estar llena de nuevos comienzos para ser disfrutada al máximo. Lo podemos llamar deseo de escapar de una rutina tóxica, deseo de aprender de los errores, ganas de conocer nuevos horizontes o que simplemente lo que unos llaman huir, para mí es cerrar un capítulo mal escrito y abrir uno que yo misma tenga que escribir desde el principio. Los cambios son buenos, cuervos, y llega un punto en toda vida en la que hay que dejar de pensar en cómo sería tu vida si y lanzarse a comprobar si es tan catártica como pensabas. Curiosamente a mi esta necesidad de romper con todo e iniciar una nueva etapa parece que me llega cuando se cumplen diez años. Esta maldición de los diez años en realidad para mi es una nueva suerte y un punto de inflexión en el que tener claro lo que se persigue en la vida. Yo creí que la saga Saw era un poco como yo y que esperaría hasta el 2020, una vez que pasara una década, para reinventarse y demostrar que bajo una buena batuta podría hacer un lavado de cara a la franquicia y hacernos olvidar las últimas partes de la saga en los que todo el mundo podía ser Jigsaw por arte de magia.

Pues no, queridos cuervos, los hermanos Spierig no se han podido esperar a que se cumpliera una década desde la última entrega de la saga y pasados siete años, nos han traído “Jigsaw”, en un momento en el que, a priori, ya a nadie interesa volver a ver al muñeco del triciclo y al captor con la careta de cerdo salir de la nada para capturar en el momento menos esperado a una de las víctimas. Pero claro, esto es el mundo del cine de terror y aquí no hay nada escrito y ojo, que yo puedo estar muy equivocada y no ser capaz de ver que todavía hay legiones de fans de “Saw” que están agazapadas, esperando que el juego comience de nuevo. Por lo pronto os puedo decir que yo fui muy fan de las dos primeras entregas y que he seguido la saga atentamente pese a los desvaríos finales.

Antes de empezar a analizar la película, me gustaría decir que entiendo el desgaste que ha sufrido esta saga porque el punto fuerte siempre han sido los giros finales y el morbo de ver la carne desprenderse del hueso en las múltiples y originales trampas que Jigsaw o todos sus discípulos tenían a bien poner en marcha y cuando las ideas terminaron por escasear, el descenso era cuesta abajo y sin frenos. Hubo una temporada en la que todo se reducía a “Saw”, todo el mundo hablaba de “Saw”, todo el mundo tarareaba la musiquilla de “Saw”, todo el mundo se disfrazaba de Jigsaw en las fiestas, hasta a mi vecina Cuca seguro que le gustaba “Saw” y esto pasa factura porque desgasta mucho más rápido que otras franquicias con un público más minoritario, y entiendo que seguramente esta no es la palabra pues para que exista una franquicia suele haber necesidad de un vasto número de espectadores, aunque ahora que pienso, la saga “Hatchet” no lo ha necesitado… En cualquier caso, el mega éxito mundial de todo tipo de espectadores de la saga “Saw”, fue directamente proporcional al tiempo que necesitaron estos mismos espectadores para olvidarse de ella.

Hablo del entendimiento de este desgaste porque juro que vi la película sin prejuicios, sin pereza, sin expectativas, pero sin ganas de hacer sangre tampoco. Supuse que siete años eran suficientes para idear una buena historia, y que aunque no tuviera como objetivo el de ser el broche de oro, porque entiendo que se le está dando de comer otra vez a la gallina de los huevos de oro con la idea de engordarla y explotarla de nuevo todo lo que se pueda, sí fueran determinantes para volver a enganchar al fan de toda la vida y de paso callar las bocas de aquellos fans que renegaron de la saga pasadas las tres primeras entregas. Teniendo en cuenta que los hermanos Spierig son los directores de películas como “Predestination”, que nos parezca más o menos interesante, tenía una buena historia detrás o “The Undead”, el tema no pintaba mal, pero me olvidé de mirar quienes eran los guionistas ( aunque casi mejor porque de haber sabido que eran los que perpetraron algo como “Piranha 3D”, seguro que los prejuicios hubieran asomado la patita) Eso sí, una vez vista y sabiendo que los guionistas eran Pete Goldfinger y Josh Stolber, pues una ya entiende todo.

“Jigsaw” o “Saw VIII” comienza de una forma muy abrupta, con las manos ya en la masa, sin presentación de los personajes ni de la situación, que aunque es la de siempre y no necesita mucha introducción, unos pocos preliminares siempre son de agradecer. En este aspecto y teniendo en cuenta que a los diez minutos de empezar la película ya se han visto dos diseños diferentes de trampas mortales en pantalla y a unos personajes que no hacen más que gritar sin que aún te hayas puesto cómodo en la butaca, pues mi interior cabronazo me dijo “ahí lo tiene usted señorita, más de lo mismo”, mientras mi interior más bonachón me decía “ten paciencia mujer, que sólo llevamos diez minutos de película”. Y en estos casos , ¿a quiénes hacemos caso? Pues sí, siempre a la parte más cabrona y sí, acertamos. “Jigsaw” es más de lo mismo, y si para Gardel veinte años no es nada, para los hermanos Spierig siete años tampoco y es como si volviéramos a la época en la que a saga Saw ya estaba totalmente devaluada y fuéramos conscientes que seguimos con entregas mediocres que van a ofrecer una película que se deja ver, con una dosis elevada de violencia (por algo estamos anta la saga que parió al torture porn) y una situaciones rocambolescas donde, una vez más, nada es lo que parece, pero poco más.

“Jigsaw”, como todas las “Saw” (a excepción de la primera), es una película tramposa y no solo lo digo por las trampas mortales, sino por el guión, donde justo en los últimos cinco minutos todo se descabala y nada tiene demasiado sentido, pero al ritmo de la música de mi querido Charlie Clouser parece que la explicación te convence en ese momento porque te la plantean siempre desde un punto de vista rotundo y caes en la trampa de la credulidad y dices “uyyy, ¡qué inesperado todo!” ¡¡¡Hombre, y tan inesperado!!! Como que suele ser imposible, pero bueno, reconozcamos que al principio nos daba un poco igual porque salíamos satisfechos del cine ya que íbamos a ver carnaza y salíamos saciados de gore, pero siete años más tarde, con la perspectiva otra vez encima, lo que debemos exigir es que si traen de nuevo a la vida a un señor que lleva muerto desde 2006, al menos lo hagan con gracia y coherencia. Ni una cosa, ni la otra. Las explicaciones finales no serán del gusto del espectador que entiende que todo está cogido con pinzas y cuervos míos, eso tiene que tener un peaje que pagar en forma de estrellitas. Soy incapaz de aprobar una propuesta que no se esfuerza lo más mínimo en destacar en algo.

A nivel de gore, notable, una vez más, y entiendo que este es el punto fuerte de la franquicia. Todo lo tocante a los juegos de Jigsaw son lacerantes al máximo, lo que provoca el inevitable apriete de dientes y aparte de mirada en según qué escenas. Sí, yo soy de esos espectadores a los que les cuesta ver el filo deslizándose una y otra vez por la carne y considero un punto a favor de “Jigsaw”, que aunque las trampas no sean las más imaginativas de todas, al menos sigan teniendo ese punto grimoso tan característico. La dosis necesaria de casquería la tenemos presente en unos personajes intrascendentes y extremadamente tópicos, que son los que sufren la lección de vida de Jigsaw. Y este es otro de los puntos que quería tocar, ya que lo que empezó siendo una manera de justificar el juego en base a la vivencia personal de John Kramer (te mato porque no sabes valorar tu vida y a mí el cáncer me la está arrebatando aunque yo luche con todas mis fuerzas), ha terminado mutando en Kramer & Co. convertidos en una especie de justicieros e incluso en vengadores y es donde todo el rollo psicológico del Jigsaw de los inicios se va a la mierda. Otro tema también es el delito de las victimas en sí, pues hay algunos que no sé yo si son merecedores de tales masacres habiendo asesinos en masa, violadores en masa y corruptos en masa caminando tan pichis por las calles sin que Jigsaw repare en ellos, pero bueno, como digo este es otro tema.

A nivel de montaje, un poco raruno todo, con unas idas y venidas entre lo interesante y la paja bastante mal llevadas, pues en “Jigsaw” todo lo que se sale de la granja de la tortura no interesa nada y resulta bastante bochornoso (en especial lo tocante al forense, su ayudanta y el detective Halloran), amenizado eso sí con una banda sonora que no falla y algo menos de suciedad de lo que nos tenían acostumbrados, pero claro, no todos los directores son James Wan, le pese a quien le pese, ni todos los guionistas son Leigh Whannell. Dejaré aparte la viabilidad de la colocación de las trampas en el espacio tiempo, como también ocurría en “The Collector” y esa parapsicológica manera de Jigsaw de saber lo que van a decir sus víctimas en el futuro para grabar sus cintas “play me” porque entonces ya echamos por tierra todo el propósito de la franquicia, pero a modo de resumen os diré que la película no aburre pero que no ha aprendido de los errores y que pasará totalmente desapercibida.

Esos tres años que le quedaban a “Jigsaw” para completar la década de silencio, creo que no hubieran venido mal si con ellos se hubieran currado una buena historia que nos devolviera la fe en una saga extenuada, que en su día fue inigualable a nivel de giro final y efecto de boca abierta en el espectador. Confieso que en su día, yo misma preparé una fiesta de cumpleaños de temática Saw con la casa llena de trampas que llevaban al regalo final. Suerte que con la maldición de los diez años dejé atrás todo eso y me centré en buscar la felicidad por otro lado. Por cierto, aquel portazo fue lo mejor que pude hacer en mi vida.