NELLIE VANCE NOS HABLA SOBRE UN NUEVO FALSO DOCUMENTAL QUE, ESTA VEZ, NO PARECE TAN FALSO COMO SUELE SER HABITUAL
Ya he comentado en alguna ocasión, en esta nuestra casa, que mantengo una relación de lo más ambivalente con el found footage. Para mi, el formato es como las malas resacas: juras y perjuras que esta será la última vez, que no vas a dejarte liar, que no merece la pena. Y de repente te ves otro domingo más, maldiciendo tu poca fuerza de voluntad y la facilidad con la que te dejas engatusar cuando la ocasión es propicia. Con el found footage mi vínculo es parecido: me autoconvenzo de que no me gusta el formato, que no merece la pena la cantidad de decepciones antes de encontrar algo mínimamente estimulante, que es un formato sobreexplotado y muy pocas veces justificado. Pero entonces una ve un tráiler mínimamente llamativo, una review esperanzadora, y bajar la guardia un minuto se convierte en otro domingo más pulsando al play con las esperanzas renovadas.
“El espectador que se acerca al found footage establece una especie de pacto con la cinta: la de aceptar dejarse engañar durante unos minutos sobre la veracidad de lo que está viendo”
“The lost footage of Leah Sullivan” (2019) nos muestra las imágenes de una tarjeta de memoria sin editar que contiene el proyecto de documental universitario que Leah Sullivan estaba realizando antes de, como se encarga de informarnos un rótulo inicial, morir bajo circunstancias poco claras. El proyecto audiovisual, como va revelándose según avanza el metraje, era un documental sobre unos asesinatos cometidos en el pueblo de Leah que quedaron sin resolver.
Está bien, “The lost footage of Leah Sullivan” no es el mejor título que nos ha brindado el formato (la competencia es abundante). Sin embargo, cuenta con varios elementos que la hacen bastante remarcable dentro del territorio del metraje encontrado y una cinta a reivindicar dentro del vasto dominio de lo que denominamos como “cine de terror de bajo presupuesto”.
“la excusa del documental sirve para justificar otro de los grandes obstáculos a los que el found footage se enfrenta en algún momento: disculpar que los personajes sigan grabando”
El mayor reto al que se enfrenta el metraje encontrado es, sin duda, la ilusión de realismo. El espectador que se acerca al found footage establece una especie de pacto con la cinta: la de aceptar dejarse engañar durante unos minutos sobre la veracidad de lo que está viendo. De cómo la cinta sostenga ese pacto depende el funcionamiento de la película, y en “The lost footage of Leah Sullivan” este espejismo de realidad se consigue gracias al conocimiento de los mecanismos del género tanto del director como de la guionista (Anna Stromberg, que también interpreta a Leah).
En primer lugar, la naturalidad de los actores juega un papel fundamental en la película. En la última reseña que escribí sobre un metraje encontrado, el compañero Krueger me recordó la película “Megan is Missing” (Michael Goi, 2011). Parte del atractivo de la película (obviando las impactantes escenas que todo el mundo recuerda) es que los adolescentes hablaban y se comportaban como tal. En “The lost footage of Leah Sullivan” el aprovechamiento de los actores es similar: Leah y los demás personajes secundarios dudan, vacilan, se ríen entre ellos o inventan pequeñas bromas, lo que dota al conjunto de un realismo que suele ser difícil de conseguir. Es exactamente como te imaginas que puede ser rodar un documental sobre una leyenda urbana con tus amigos de la infancia, con sus momentos incómodos y sus instantes de tensión. No solo Leah está estupenda, sino que todos los secundarios cumplen perfectamente a la hora de construir una creciente tensión al mismo tiempo que resultan veraces. Con sus dudas, sus bromas y sus titubeos, todo el elenco parece, en definitiva, real.
“una propuesta interesante y bien hecha, que demuestra un gran respeto y simpatía por el género al que pertenece”
En segundo lugar, Burt Grinstead y Anna Stromberg conocen el género sobradamente bien y hacen gala de ello. Por un lado, la excusa del documental sirve para justificar otro de los grandes obstáculos a los que el found footage se enfrenta en algún momento: disculpar que los personajes sigan grabando. A medida que avanza la investigación y la historia parece ir volviéndose más siniestra, la cinta se justifica a sí misma. Leah, que ve cómo su documental va tomando forma, no tiene ninguna intención de dejar escapar la oportunidad de conseguir resolver el misterio. Por otro lado, utilizar la estrategia del “metraje sin editar” no solo contribuye al realismo de la película (el espectador puede ver fragmentos que presumiblemente no formarían parte de la película editada, como tomas falsas, equivocaciones, momentos íntimos en las entrevistas etc) sino que también propicia momentos de tensión en los que Leah graba detalles de los que no ha sido consciente, pero que el espectador sí puede ver. Esos pequeños momentos (muy sutiles, en forma de sombras o apariciones) dotan a la película de gran realismo y le dan un aire siniestro muy conseguido.
La tensión se va incrementando de manera muy interesante hasta llegar a un final que, en lo personal, he encontrado ligeramente decepcionante. Atención spoiler hubiese preferido una ambigüedad parecida a películas como “Murder Death Koreatown” (Desconocido, 2020), porque considero que la atmósfera se prestaba a la sugestión más que a la revelación fin de spoiler. Sin embargo, no consigue empañar una propuesta interesante y bien hecha, que demuestra un gran respeto y simpatía por el género al que pertenece.
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