domingo, 1 de febrero de 2015

Crítica: Hashima Project

Si hay dos premisas que lo rompen últimamente en el género del terror por encima de los temas sobre los que giran sus historias, esos son los “Found footage” y los equipos de investigación paranormal. Sí, es cierto que las posesiones demoniacas es el “eje” al que más recurren últimamente los cineastas del género, pero tanto la ya cansina “cámara al hombro” es un estilo sobreexplotado a causa de su accesibilidad al ser económico y técnicamente sencillo –demasiado en algunas ocasiones-, como esos equipos de investigación son la excusa perfecta para presentar un caso sin tener que dar muchas explicaciones.

Aunque claro, también tenemos otras razones, y es el crecimiento de estos grupúsculos dentro del mundo del misterio, sobre todo gracias a la red y sus distintos medios. Puedo dar fe de ello ya que he participado en dos programas –y todavía participo en uno- centrados en este mundillo, un universo a veces más terrorífico que estas películas debido a la competencia existente. Pero eso es otro asunto; centrémonos en este. 

“Hashima Project” –o “H Project” como también es conocida- nos trae a un grupo de jóvenes que aspiran a convertirse en los nuevos “Ghost hunters” thailandeses, y para ello, qué mejor escenario que la isla de Hashima. Y aquí permitirme abrir un paréntesis para, aquellos que no la conozcan, hablar un poco sobre la citada isla. 

La isla de Hashima, o Gunkanjima, es un islote de los muchos –más de 500- que están adscritos a la prefectura de Nagasaki. La misma estuvo habitada desde finales del siglo XIX hasta 1974 cuando la corporación Mitsubishi la compró para explotar las minas de carbón submarinas adyacentes. A finales de los años 50 llegó a tener una población cercana a los 6000 habitantes, algo que dadas las reducidas dimensiones de la misma, la llevó a colocarse entre las localidades con una mayor densidad de población del mundo. 

Tras el cierre de la explotación minera a causa del descenso de la utilización de este combustible, la isla se abandonó, y aunque ningún misterio se ha vinculado claramente con ella, ese aspecto desolado de edificios abandonados a merced de unas condiciones climáticas severas, le ha conferido un halo propicio para estos menesteres, con leyendas alimentadas por las numerosas muertes –una media de cuatro fallecidos al mes- que se producían ante la falta de seguridad existente en la Segunda Revolución Industrial. 

La popularidad de la isla ha estado creciendo en la última década, sirviendo como fondo de varias películas, y no necesariamente de terror como “Battle Royale II”, “Skyfall” y de otras producciones y productos, aunque desvinculándolas de su verdadero origen y naturaleza, como por ejemplo el manga y posterior adaptación al cine “Higanjima”. 

Dicho todo esto, retomemos el hilo.

La película no se presenta de la mejor de las maneras; sus protagonistas, un grupo de jóvenes veinteañeros, no dejan de ser los típicos de cualquier producción del género, correspondiéndose a esos clichés que todos ya conocemos. Encima, que nada más empezar uno de ellos haga la clásica broma de colocarse la linterna debajo de la barbilla para asustar a sus amigos aparentando un fantasma, no ayuda en nada a deshacerse de los prejuicios que puedan haberse formado al atender a esta… configuración de personajes. Vamos, que parece más la clásica “americanada” de adolescentes que algo a tono con la reputación del país en el género. Y es que, nos gusten sus películas más o menos, Thailandia se ha ganado un lugar de privilegio en el mundo del terror conquistando mercados exteriores que parecen haber arrojado la toalla como el hongkonés. 

Sin embargo, tras esos minutos anodinos de presentación y puesta en situación, la película mejorará ostensiblemente curiosamente amparándose de nuevo en los tópicos, pero esos tópicos “buenos” que todos –o casi- queremos encontrar en un film de terror. 

Pero antes de explicar esto, que bien parece una incongruencia o contrariamente una disculpa indulgente ante la mediocridad reinante en el género, conviene dar antes un dato importante para la mejor comprensión/análisis de la película, y es que la misma está dividida en dos partes. Con decir que la separación entre ambos trozos -justo en el meridiano de la misma, cuando se cumple una hora de metraje- es tan patente que se produce un fundido en negro y solo falta que aparezca el clásico “Intermission” de toda película bollywudiense… 

Pero al caso. La primera parte es la que nos lleva junto a los chicos protagonistas a Nagasaki y su isla. Y es aquí donde retomo el hilo que llevaba ya que cuando los chicos lleguen a Hashima –incluso antes- el film se convertirá en un clásico film de fantasmas “a lo japonés”, de ahí los tópicos que mencionaba. 

Tras unos minutos donde veremos la cara más “pintoresca” de Nagasaki –más que descubrirnos rincones de la ciudad nos mostrarán el “Huis Ten Bosch”, parque temático ambientado en Holanda-, los chicos se hospedarán en un hotel donde comenzarán tanto sus pesadillas como la raíz de la historia del film. Y sí, también empezarán los “parecidos razonables”. Con decir que cuando se recuerde la historia de la “fantasma” protagonista se nos ofrecen imágenes del pasado con filtros ocres y efectos envejecedores, seguro que a alguno le vendrá a la memoria cierto film dirigido por Hideo Nakata… 

No obstante no será hasta cuando se llegue a Hashima, cuando se ponga toda la carne en el asador. Con ese escenario tan decadente, siniestro y a la vez espectacular, a Piyapan Choopetch, veterano en el género con obras tan reconocidas como “Necromancer”, no le será difícil envolvernos y colocarnos más que como espectadores, como casi protagonistas. 

Choopetch utiliza los trucos de siempre en estos casos: coloca la cámara como si estuviese acechando a los protagonistas, sitúa figuras desenfocadas apareciendo por ventanas, plantea planos fijos con sombras moviéndose, e incluso se aprovecha de alguna trampa barata para dar algún susto fácil; sin embargo no se puede decir que no funcione. Y más con ese, como digo, escenario tan propicio. Poco más de media hora culminada con unos minutos que si bien se salen del género, evidencian que no estamos ante un film -para los estándares habituales en el país- de serie B. No puedo explayarme para no restar el… ¿factor sorpresa? pero con ello se demuestra que detrás de toda la maquinaria se encuentra alguien como Adirek Wattaleela, más conocido como “Uncle”, artífice de hitos del cine thai como “Bangkok Dangerous”, “Las lágrimas del tigre negro”, “Sars Wars”, “Bang Rajan” o “Fireball”. Aquí, además de producir, figura como guionista. 

A partir de ese momento, con el regreso de los protagonistas a su hogar, comienza la segunda parte, una segunda parte que abandona las formas y naturaleza japonesa para acomodarse a los gustos locales. 

Así durante 45 minutos asistiremos a un festival continuo de sustos sin más excusa que el acoso de la fantasma a los protagonistas. Son tantas las oportunidades de saltar del asiento que tendremos desde buenos sobresaltos inesperados a otros previsibles, sin olvidar esos que solo tienen efecto debido a un brusco aumento del volumen de su Banda Sonora y/o efectos sonoros. 

Desgraciadamente, el carrusel de sustos se acaba cuando llegamos a su desenlace, resolución que como suele ser habitual en los últimos tiempos encalla debido al empeño de buscar razones cuando en realidad poco importaba. A ver, puestos a jugar con figuras tan abstractas como los fantasmas cinematográficos –y más en Asia-, siempre podrías haberte acogido a una de esas posesiones. Sí, son tópicas, pero con ello te evitabas dar explicaciones. Aquí, para sorprender se busca una excusa con resonancias a otros títulos y una carga melodramática que no satisface. Únicamente y por buscar la parte más amable, se puede decir que al menos provoca el debate. 

Resumiendo; “Hashima Island” es un buen producto de género. Con defectos, pero con la suficiente ambición y, sobre todo, intención como para situarse por encima de la media. Los minutos en la isla de Hashima, sencillamente escalofriantes.


1 comentarios:

Unknown dijo...

Tiene pinta de dar bastante miedo, teniendo en cuenta que yo soy un poco caguetas. Me encantan los parques temáticos abandonados como decorado de cine de terror, porque son bastante terroríficos!
Gracias por traernos la peli

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