domingo, 6 de noviembre de 2022

Crítica: El Habitante

ASTINUS NOS HABLA SOBRE EL EXORCISMO "MILLONARIO" DIRIGIDO POR EL URUGUAYO GUILLERMO AMOEDO

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Las películas de posesiones han vivido en los últimos años un nuevo repunte. Perdiendo fuerza comercial y entrando directamente en el mundo del VOD, tienden a ser reiteraciones de grandes producciones con menos presupuesto para rellenar catálogos (“The Seventh Day” de Justin Lange como paradigma de Netflix) o intentonas de llevar a cabo con temas ya machacados formulaciones diferentes que partan de otros análisis narrativos (“The Old Ways”, también en la misma plataforma, con esa vinculación a la temática de brujas y curanderos en México en formato drama que sale ligeramente airosa). Podríamos citar muchas más, y las que están aún por venir (“13 Exorcismos” de Jacobo Martínez parece seguir patrones idénticos) pero no merece la pena. Es palpable en el ambiente cinéfilo que el Demonio ha vuelto para quedarse un ratito en un ambiente acogedor para el aficionado acérrimo a este subgénero (algunos lo somos y mucho) que se traga prácticamente todo lo que le pongan por delante y las personas atraídas por un tráiler efectista o ganas de desconectar del mundo real. 


“La trama de la película intenta ser original en su planteamiento, pero caerá progresivamente en las mismas elipsis de siempre” 


En “El Habitante” (2017) perviven muchos de estos códigos, aunque su inicio vaya por otros caminos. Un grupo de mujeres han tomado la decisión de robar en casa de un senador. No sabemos exactamente el motivo ni nos interesa: al llegar allí, cogen por sorpresa al matrimonio y, tras atarlo, cogen todas las pertenencias de valor. Todo parece acabar ahí cuando, de repente, escuchan unos gritos en el sótano. Al buscar el origen de estos, se encuentran con la hija del senador atada y con evidentes signos de maltrato. Cuando la liberan, pese a las negativas del matrimonio, liberan una fuerza maligna que la tiene poseída

La trama de la película intenta ser original en su planteamiento, pero caerá progresivamente en las mismas elipsis de siempre. Es cierto que son mujeres, que tienen el afán de robar y que, casualmente, se encuentran con todo este lío. Pero, a partir de aquí, viviremos los arquetípicos clásicos de orígenes vejatorios de las protagonistas, las vueltas de tuerca entre los mismos personajes que ahora se liberan, ahora son capturados, ahora son poseídos, ahora son liberados y, por supuesto, con mucho relleno de por medio. Viajaremos constantemente vía flashbacks al pasado del dúo protagonista sin que esto aporte absolutamente nada a la resolución de la película, que termina con un final predecible y algo decepcionante. Hay que sumarle a esto el hecho de que ocurran cosas inverosímiles que no tienen sentido, demasiado abruptas y escasas de explicación. Cierta muerte en el primer tercio del filme es el ejemplo perfecto, pero encontraremos algunos casos más así que dejan confuso al espectador. Son resoluciones poco prácticas que atienden más a necesidades del guion que a coherencia con la historia que nos van contando. 


“María Evoli, que ya hizo un buen papel en We are the flesh, lleva el peso de la película, aunque el personaje sea plano durante gran parte del metraje” 


No todas las historias deben tener una originalidad manifiesta ni ser la nueva “Hereditary” (2018). El ejercicio formal puede hacernos disfrutar de la enésima película clon de turno. En este caso, Guillermo Amoedo no termina de dar con la tecla. Los jump scares son demasiado evidentes y el ejercicio de tensión es demasiado previsible, música mediante. Igualmente, están presentes en la primera mitad y luego desaparecen por completo. Hay una ambientación tenebrosa y efectista; la casa donde transcurre todo el filme es grande, diáfana, con espacios recargados poco aprovechados en muchas instantáneas. Además, ciertas secuencias se repiten durante sus noventa minutos, dando vueltas una y otra vez a lo mismo. Veremos al menos cinco o seis veces personajes atando a otros personajes que luego se liberan y atan a otros personajes, o personajes explorando con linternas sitios que ya han explorado otros personajes. Suena confuso, pero es precisamente lo que la película nos transmite como una falta de ideas algo evidente. 


“un producto escaso en el amplio y enormemente representado mundo de las posesiones. No está cerca de las mejores cintas de su generación” 


En las interpretaciones nos encontramos un elenco consolidado con actuaciones a caballo entre la sobreactuación y la falta de carisma. María Evoli, que ya hizo un buen papel en “We are the flesh” (2016), lleva el peso de la película, aunque el personaje sea plano durante gran parte del metraje. No hay mucho más que aportar aquí, en un reparto coral corto donde siquiera podemos afirmar que la poseída tenga ese encanto aterrador que se busca en el objetivo del demonio de turno. 

“El Habitante” se paseó por la Sección Oficial de Sitges en 2017 sin pena ni gloria. Siquiera era una película potente en su año, pero inicia junto a tantas otras este nuevo lustro inundado de filmes de exorcismos que intentan acercarse a las grandes obras del género o, en todo caso, que las emulan para ofrecer un producto medio asequible. Pero aquí siquiera el exorcismo final, ese momento donde toca poner toda la carne en el asador, funciona en efectismo. Es demasiado breve y abrupto. No es que falte presupuesto (que también), es que falta un mínimo de emoción e intensidad. “El Habitante” es un producto escaso en el amplio y enormemente representado mundo de las posesiones. No está cerca de las mejores cintas de su generación. Puede que tampoco lo pretenda, pero se sigue quedando corta. Hace poco en Amazon Prime Video se estrenaba “Karem. La Posesión” (Henry Bedwell, 2021) Si la habéis visto, la sensación es tremendamente parecida. Si no lo habéis hecho, podéis ahorraros ambas. Son producciones destinadas a los acérrimos al visionado de personas de diversa índole poseídas por unos u otros seres malvados.


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