Crítica: Rupture

Es curioso. Pasamos toda nuestra vida intentando escapar del miedo y luego, buscamos desesperadamente ese mismo miedo en el cine. No cabe duda pues de que el ser humano, es la criatura más contradictoria que haya pisado nunca la tierra... es curioso como la misma sensación, puede tener efectos tan distintos en la mente del individuo cuando se trata de realidad o ficción. Afortunados aquellos privilegiados que lo pasan realmente mal con ese segundo tipo de miedo, el ficticio, ese que algunos anhelamos y que dificilmente encontramos en el cine de terror actual. El caso, es que el miedo, es una de las emociones más poderosas y condicionantes de todas las que la madre naturaleza nos ha dotado y de miedos, trata la película que nos ocupa.

“Rupture” significa la nueva película de Steven Shainberg y su primera incursión en el género fantástico. Thriller de ciencia ficción protagonizado por Noomi “Lisbeth” Rapace (“Prometheus”) que vuelve a indagar en el susodicho miedo, más que en su naturaleza, en sus consecuencias. Para ello, construye un relato bastante reconocible para cualquier aficionado donde el secuestro de una joven madre por una misteriosa organización, dará pie a toda una serie de extrañas pruebas y experimentos que tendrán el miedo y los propios demonios interiores como eje principal, idea que ya ha sido testada con anterioridad en títulos como “Dread” (Anthony DiBlasi, 2009) o “Miedos 3D “ (“The Hole”, Joe Dante, 2009), por poner un par de ejemplos reconocibles.

Los paralelismos entre “Rupture” y otra de esas películas que todo el mundo venera y que a mí nunca ha terminado de hacerme tilín (por decirlo de forma diplomática), la francesa “Martyrs” (Pascal Laugier, 2008), también son harto palpables, si bien la cinta de Shainberg desde una perspectiva cercana a la ciencia ficción, en contraposición a todo el royo folclórico/divino de la película de Laugier. Pero si es cierto que la estructura de ambos filmes es muy parecida. Una misteriosa organización y una mujer secuestrada y torturada con el objetivo de alcanzar un desconocido fin. Ahora es cuando me meto de lleno en el charco y me lleno de mierda hasta las cejas, cuando digo que he disfrutado bastante más con la primera, que con la segunda... y cuando digo “bastante”, vuelvo a tirar de diplomacia, o mejor dicho, de instinto de supervivencia. Cosas del miedo.

Si “Martyrs” estaba claramente enfocada a un público afín al cine de corte más extremo, “Rupture” es bastante menos exquisita en sus pretensiones y se presenta como un filme apto para todos los públicos, con todo lo que ello implica (la presencia de Rapace en el papel protagonista, ya es por sí sola, toda una declaración de intenciones), sobre todo a nivel de sangre, violencia y demás fetiches de talante romántico. Por ello, podríamos decir, de manera simplista, que “Rupture” es una especie de versión de “Martyrs” para todos los públicos en clave de ciencia ficción y por más aberrante que esto pueda sonar, la realidad es que estamos ante una película sorprendentemente eficaz teniendo en cuenta lo sobre explotada que está la fórmula de la que bebe de manera desesperada como si no hubiera un mañana.

“Rupture” engancha desde el minuto uno. La elegancia en sus formas (ojito al el secuestro neo-hitchconiano), la enigmática historia y el buen hacer de una como siempre estupenda Noomi Rapace (por mucho que se note que no es el inglés precisamente, un idioma con el que se sienta cómoda a la hora de interpretar), consiguen meterte en la historia de manera inusualmente intensa mientras la curiosidad por entender todo lo que está ocurriendo aumenta de manera exponencial con cada nueva prueba sin sentido, con cada pregunta absurda y con cada apunte que los macabros científicos captores, anotan en sus cuadernos ante la atónita mirada de una descompuesta y aterrada Rapace.

También me ha ganado de “Rupture” su capacidad por desmarcarse de la etiqueta de “torture-porn” pese a que el argumento pueda inducir a pensar lo contrario. Aquí no se trata solo de una tortura por parte de los secuestradores, más bien de una lucha REAL entre estos y la víctima. El espectador tiene en todo momento la esperanza de que esta pueda darle la vuelta a la situación, por más complicada que esta sea, intacta en todo momento, lo cual le otorga al filme un punto de emoción del cual suelen carecer los “torture-porn” homologados (y factor principal por el que suelo aborrecerlos tanto), donde suele estar bastante claro de inicio, el destino que correrá la víctima. No se, es como ponerse a ver un partido sabiendo el resultado de antemano, no tiene mucho sentido.

Es cierto que dentro de ese tono para todos los públicos del que hace gala el filme en todo momento, no pueden esperarse según que cosas y en ese sentido, no se termina de explotar el concepto de la película como podría haberse hecho en otro contexto de corte más extremo. La experimentación con los miedos se toca de forma tibia y con templada mala leche, operando siempre dentro de esa zona de seguridad en la cual pueda sentirse cómodo todo tipo de público, algo que puede decepcionar a aquellos que busquen otro tipo de emociones más fuertes o lo más fácil, entren en comparaciones imposibles con la cinta de Laugier.

Para darle de comer a parte, es la explicación final del experimento y aquí si encontramos nuevamente paralelismos con “Martyrs” (que también era de tela marinera). Entiendo que alguno pueda quedase a cuadros, sobretodo si no comulga mucho con temas pseudo-científicos o no tiene la mente especialmente abierta a las ilimitadas fantasías que la ciencia ficción tiene por ofrecer a todos aquellos que estén dispuestas a abrazarlas. Entiendo que el berenjenal en el que se habían metido los guionistas (el propio Shainberg junto a Brian Nelson, quien ya diera muestras de gran talento firmando el libreto de “Hard Candy”) era bastante importante, y bueno, salieron de la mejor manera que buenamente pudieron. No obstante, nada que un oportuno salto de fe, no pueda solucionar.

Lo peor de “Rupture” nos lo deparan los últimos diez minutos en lo que es uno de los mayores anti-clímax que servidor recuerda a la hora de cerrar una película. Diez minutos que sobran, pues no solo no aportan nada a la historia, sino que le restan impacto al que sin duda hubiera sido un cierre con broche de oro seiscientos segundos antes. Cuesta entender como se ha desperdiciado semejante oportunidad de cerrar la obra de manera redonda, añadiendo una especie de anexo absurdo, que solo podría tener sentido en el supuesto de que se planee realizar una secuela. Como mucho, podría haberse colocado detrás de los títulos de crédito, más ahora que está tan de moda esto de los finales post-créditos. Mi no entender.

Con todo, una película por la que no daba un duro a priori y que a la postre se ha terminado colando, entre mis diez favoritas del festival.

Lo mejor: Noomi Rapace, la intriga que genera, algún momento arácnido, el dinámico desarrollo y su “primer” desenlace.

Lo peor: Los innecesarios últimos minutos y la inamovible realidad de que estamos ante un título para todos los públicos y por lo tanto hay cosas, que NO puede ofrecer.