miércoles, 22 de noviembre de 2017

Crítica: The Unkindness of Ravens

Edgar Allan Poe utilizó la figura del cuervo en su literatura hace dos siglos, desde entonces la figura de este ave oportunista que se alimenta de carroña se ha asociado a la oscuridad, la muerte e, incluso, el satanismo. Se ha extendido su influencia a lo largo de las décadas dentro y fuera del cine, siendo principalmente su poesía de El cuervo adaptada en Historias para no dormir por Narciso Ibáñez Serrador.

Desde Reino Unido el director Lawrie Brewster utiliza la figura del ave negra en su tercera película, The Unkindness of Ravens. Una película que se adentra en la locura post-traumática que causa la guerra, principalmente en los soldados. El protagonista, que pasa prácticamente toda la película solo, se enfrenta a una lucha interna en la que hace frente a sus pesadillas más oscuras que mezclan la realidad y la ficción. La paranoia se apodera del personaje con una fuerte carga psicológica, en una historia que su director dedica a las víctimas de los traumas que genera la guerra en los soldados, sus familiares y amigos.

Un veterano de guerra sin hogar lucha para sobrevivir contra sus demonios en las remotas tierras altas de Escocia.

Con este simple argumento, el director se las ingenia de forma medianamente factible para dar continuidad, más o menos certera, esto ya depende de la paciencia de cada espectador, al guión escrito por Sarah Daly, guionista que ya escribió el de Lord of Tears, anterior trabajo del director. La introducción y presentación del principal y único personaje al que da lugar y en la que se centra toda la historia, quizás no sea todo lo buena que debería. Pero su presentación, algo confusa y poco definida en los primeros minutos de película, toma forma a medida que se van conociendo más detalles y los verdaderos motivos de su fobia a los cuervos que protagonizan las más siniestras de sus pesadillas.

Ese protagonista absoluto es el soldado Andrew, interpretado por partida doble de forma bastante solvente por Jamie Scott Gordon, actor que ya ha trabajado junto a Brewster en Lord of Tears. The Unkindness of Ravens no es una película al uso, es una rareza fílmica que aboga por el tormento del personaje y se apoya todo el metraje en sus traumas personales que se van desvelando a medida que su autoexilio, recomendado por su psiquiatra, da fruto a sus pesadillas más oscuras que mezclan realidad y sueños en buena parte del metraje.

Es gracias a las incógnitas que se mantienen durante una parte del mismo, y su aire enrarecido, que la película se hace medianamente entretenida, muy a pesar de ciertas carencias técnicas y argumentales. Probablemente mi juicio hacia lo negativo, se debe a que no es en absoluto lo que esperaba encontrar en The Unkindness of Ravens. Pero tampoco es para arrancarse los ojos, redundancia aparte, algo que entenderán los que la hayan visto.

En cuanto a los efectos digitales, la película extralimita sus posibilidades y presupuesto en añadidos durante la post-producción, efectos que se me antojan tremendamente sobrepuestos en las escenas con técnicas como el fuego o la niebla, su integración deja un tanto que desear. Esto empaña unos efectos artesanales bastante cumplidores con el tipo de propuesta. La verdad no entiendo muy bien la manía de intentar llegar a donde tu poder adquisitivo no te permite añadiendo efectos, que más que arreglar estropean otros factores artísticos muy solventes. La presencia y estética de los hombres cuervo acercándose por las amplias llanuras de Escocia pueden recordar vagamente e inquietar tanto como lo hizo la secta del triángulo en The Void, salvando cualquier parecido visual y ambientación.

Centrándose en los últimos veinte minutos de película, los más truculentos visualmente hablando, donde la sangre y las vísceras se combinan de forma muy artesanal en un espectáculo bizarro en unas ruinas que bien podrían pasar por el hospital del Tórax convertido en Parque Audiovisual. Dicho tramo debería molar bastante más de lo que acaba ofreciendo tras la paciencia que ha tenido el espectador el resto del visionado donde no sucede gran cosa.

Y la banda sonora de Joseph Ruddleston, compositor de algunos cortometrajes, quien debuta orquestando su primer largo en este trabajo donde los cuervos toman forma humana para atormentar la mente del personaje. Su arquitectura instrumental bastante tranquila encaja bien con la sobriedad de la mayoría de las imágenes. El resto de la banda sonora con canciones folk muy tranquilas como Lovely on the Water o All Things are quite Silent compuestas por Robert J Mills y Three Ravens compuesta por Joseph Ruddleston complementan el estilo general del film y del resto de la banda sonora.

Con sus puntos negativos, que los tiene, la película no me ha desagradado del todo. Aunque, no considero que sea una película para recordar indefinidamente. Lo mejor y más valorable para un servidor, son la puesta en escena, su apartado visual en su faceta más artesanal y la interpretación del personaje principal, pero insisto, es una rareza que para mi tiene un aprobado justito. Avisados quedan ustedes.


2 comentarios:

El Rector dijo...

Así viendo las imágenes, tiene más pinta de videoclip de banda de black metal, que de película de terror... hasta el tipo se me da un aire a Grutle Kjellson de "Enslaved" :)

Saludos.

Patrick Bateman dijo...

Hola Rector.

Jajaja. Muy buena observación, no lo había pensado al ver las imagenes. La película, salvo el tramo final, quizás es más cercana al terror psicológico que al terror tradicional.

Saludos.

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