Crítica: El Cuervo

“Antiguamente, la gente creía que cuando alguien muere, un cuervo se lleva su alma a la tierra de los muertos, pero a veces sucede algo tan horrible, que junto con el alma, el cuervo se lleva su profunda tristeza, y el alma no puede descansar. Y a veces, solo a veces, el cuervo puede traer de vuelta el alma, para enmendar el mal…”

Año 1994. Estaba yo cursando 8º de EGB cuando llegó a los cines una oscura y polémica cinta de género fantástico. Antes de su estreno, la cinta ya se había salpicado de cierta fama morbosa debido a la trágica muerte en pleno rodaje de su protagonista, Brandon Lee, ni más ni menos que el hijo de Bruce Lee, el pequeño dragón.

Pero algo de aquel tráiler que daban por televisión, del cartel y de aquel personaje, llamó poderosamente mi atención, me llamaba a gritos, por lo que me las ingenié para convencer a dos de mis compañeras de clase (anteriormente conocidas como “amigas”) para ir a la primera sesión de la tarde de un sábado en el cine más cercano. Aquel acontecimiento marcaría un antes y un después en mi forma de sentir el cine.

Alex Proyas, quien posteriormente dirigió aquella infravalorada genialidad titulada “Dark City”, realizaba éste film inspirado en los cómics de James O’Barr, el cual terminó convirtiéndose en una película de culto. Una historia de venganza en una ambientación gótica e infernal, que cuenta con unas secuencias que se hacen tan palpables como las de un sueño, y en donde se muestra la historia de una ciudad en llamas y la de un vengador que vuelve de la muerte para clamar justicia.

Ése es Eric Draven, un joven guitarrista de una banda de rock que, en la víspera del día de su boda, se encuentra que una banda de criminales ha entrado en su piso y que están abusando, humillando y violando a su prometida. Cuando trata de ayudarla, Eric es brutalmente asesinado. Un asesinato salvaje y sádico junto al brutal ataque de su novia, que irremediablemente también terminará falleciendo, un doble crimen durante la llamada “Noche del Demonio”, un acto que se celebra cada 30 de Octubre y que consiste en prender fuego a la ciudad. Un año más tarde, Eric resucita de entre los muertos a través de un cuervo portador de su alma. Se ha vuelto invulnerable y su único objetivo será vengarse de quienes terminaron con su vida y con la de su amada Shelly, acabar con cada uno de esos individuos que le arrebataron absolutamente todo en una sola noche, y que hoy se han convertido en los amos de la ciudad.

Como toda buena película de acción, en “El Cuervo” se encuentran dos grupos bien diferenciados: el de los buenos y el de los malos. Así que si por un lado tenemos a la dulce Sarah, una avispada adolescente que era amiga de la pareja asesinada, y que tristemente vive junto a su madre, la cual es drogadicta. Por el otro tenemos a Top Dollar, el líder de la banda que aterroriza la ciudad, el jefe de los asesinos de Eric y Shelly. El actor Michael Wincott (“Alien Resurrection”) interpretó brillantemente a Top Dollar, metiéndose como nadie en la piel del villano de la película, lo hizo tan bien que unos años más tarde repetiría prácticamente el mismo papel de malo en “Días Extraños”. Junto a Top Dollar, su exótica y sádica hermanastra y todos sus miserables lacayos: T-Bird, Funboy, Tin-Tin y Skank. Y con tanto criminal suelto, un solo policía, porque aunque en la ciudad hubiese tantos polis que parecía que regalaban Donuts, allí sólo había uno sensato y honrado, el sargento Albrecht a quien daba vida un conocido secundario, el actor Ernie Hudson (“Los Cazafantasmas”), el policía que estuvo a cargo del caso del doble asesinato y además, la única persona junto a Sarah, que sabe que Eric Draven ha vuelto a la vida para vengarse. Con estos personajes sobre el escenario, la guerra estaba anunciada, sólo hizo falta una tragedia y el dolor de una persona que seguía sangrando tras la muerte, un fantasma, un payaso triste, un cuervo.

“El Cuervo” es toda una expresión artística, en donde la acción más agresiva y el drama más romántico se cogen de la mano y bailan bajo la lluvia, a la luz de una ciudad en llamas, aunque desgraciadamente, todo esto se vio complementado a la mística que rodeó la muerte del joven y prometedor actor durante el rodaje de la película, así fue como Brandon Lee y Eric Draven, actor y personaje, se fundieron en uno solo, unidos por la tragedia, convirtiendo a la película en una intensa experiencia emocional.

Lee se encargó de dar vida al ángel vengador, y Proyas, a pesar de contar con un escaso presupuesto, supo aprovechar al máximo las herramientas de las que pudo disponer: personajes, decorados, frases célebres, fotografía, iluminación, y una banda sonora sobresaliente que se divide entre los temas instrumentales a cargo del compositor Graeme Revell, y otra parte más potente y perfectamente adaptada con temas de grupos como Nine Inch Nails, The Cure, Stone Temple Pilots, Pantera o Rage Against the Machine.

Aquel año en mis ojos se reflejó la muerte, la venganza, el dolor, las drogas, y el rock and roll, paseé por las oscuras calles, visité las catedrales abandonadas y entré a los lúgubres edificios desahuciados, todo aquello quedaría grabado en mi retina eternamente. Al volver a casa, me sentía deprimida pero a la vez eufórica, sin duda me había enamorado de aquella película, y como decían en ella: Los edificios se incendian, la gente muere, pero el amor verdadero es para siempre.

Lo mejor: Todo, exceptuando tal vez los discretos efectos especiales con los que se pudo contar para la ocasión.

Lo peor: La muerte de Brandon Lee en pleno rodaje, que al igual que ocurrió con la misteriosa muerte de su padre, las causas no quedaron del todo esclarecidas.