Crítica: Supersonic Man

ARTORIUS NOS HABLA SOBRE UNO DE LOS SUPERHÉROES MÁS INFRAVALORADOS DE LA HISTORIA DEL CINE

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Empezaremos con una pequeña nota autobiográfica de Art0rius: Juego a rol, y ¡Mucho! Es una de las aficiones junto a la mirmecología que todavía mantengo de mi ya lejana juventud, y de las que más alegrías me ha dado (entre ellas, el “marimonio” que dirían en “La Princesa Prometida”, pero esa ya es otra historia).  Corría allá por principios del siglo XXI cuando un servidor estaba empantanado en una partida de rol de superhéroes. Para el que no sepa lo que son los juegos de rol de mesa, resumidamente es un teatro dirigido levemente por un director de juego en el que interpretas a un personaje ficticio, representado por una ficha donde están sus habilidades.  

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“Los actores son terribles, el guion es horroroso con una mención especial para los diálogos, y los plagios/homenajes son constantes mezclados con un humor bobalicón que hace de todo menos gracia”

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En esta ocasión, el director de juego nos había dejado libertad para interpretar al superhéroe que quisiéramos, que él lo adaptaba para la partida sin problemas.  Craso error.  Ya viendo el listado de poderes de mi personaje el joven (veintimuchos) director frunció el ceño, a saber: Conversión de armas en plátano canario, platanokinesis, superfuerza, supervelocidad, vuelo, 0 necesidad de oxígeno, PAQUETÓN, disfraz de lycra barata, superpatinaje, superresistente, identidad secreta, bigotón, telepatía, identidad secreta, BIGOTÓN. Obviamente, su respuesta a la grandeza de mi personaje fue:    -Nico, ¿Qué mierda es esto? Mi respuesta, pecho henchido y orgullo patrio en ristre fue: SUPERSONIC MAN.   

Acabé llevando al mierda de Lobezno. Lo cual me indignó sobremanera. Porque “Supersonic Man” (1979) fue el superhéroe genuinamente español de mi infancia, que me alegró las mañanas del sábado infinidad de veces, en compañía de clásicos imperecederos de Bud Spencer y Terence Hill. Era aquella película una pionera de los efectos especiales en España en su momento, y un plagio descarado de cierto superhéroe con capa americano (aunque este último no tenía poderes relacionados con las bananas.) Y yo me pregunto, ¿A qué tanto odio y discriminación contra un producto tan valiente y tan hispano? Pues que la película es un desastre. Pero uno de los que a servidor le encantan, un producto del riesgo, el amor al género y cierto factor de locura de su impulsor, el no suficientemente reconocido Juan Piquer Simon. 

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“en cuanto a efectos especiales, hablamos de una producción que, para la época (1979, un año posterior al estreno del Superman de Donner) fue completamente revolucionaria en Europa” 

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Artífice de un gran éxito de la época como fue su “Viaje al Centro de la Tierra” (1977), una película que no tiene nada que ver con esta en términos de calidad y que es una pequeña maravilla olvidada del cine fantástico, Piquer pudo elegir su siguiente proyecto con cierta libertad. Y como “Superman” (1978) estaba de moda y estamos en la época gloriosa de los clones de combate europeos, la elección era bastante obvia para hacer dinero rápido. La película pasó por diversos títulos, “Electriman” o “FlashMan” entre ellos, antes de tener su legendario título final.  

Desde una óptica actual, y desde cualquier otra realmente, “Supersonic Man” no tiene nada que envidiar al peor/mejor cine turco. Los actores son terribles, el guion es horroroso con una mención especial para los diálogos, y los plagios/homenajes son constantes mezclados con un humor bobalicón que hace de todo menos gracia. La parte actoral es una absoluta pesadilla digna de cualquier refrito pakistani de los 70, la fotografía es un desastre y la música es… gloriosa. No tengo otro apelativo para describir la pieza discotequera central de la película. Se le queda grabado a uno a fuego en la mente, te profana el alma y nunca más te abandona. Avisado queda el avezado lector de los riesgos de mirar al sol de las las bandas sonoras, que te puedes quedar ciego y turulato. 

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“unas escenas de vuelo que nada tenían que envidiar a las de Christopher Reeve vestido de azul y rojo, pero envueltas en ese hado de cutrez extrema que decora toda la película” 

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Pero en cuanto a efectos especiales, hablamos de una producción que, para la época (1979, un año posterior al estreno del “Superman” de Donner) fue completamente revolucionaria en Europa, sobre todo en todo lo que tenía que ver con las escenas de vuelo de nuestro héroe enmascarado. Para conseguir ese efecto se compró maquinaria alemana de segunda mano, utilizada en “Das Boot” (1981), que se ventiló buena parte del presupuesto, lo que explica que el resto efectos tuvieran que ser hechos a mano por el propio director y un reducido grupo de aficionados a las maquetas. 

De ahí surgieron maravillosos momentos como el levantamiento de excavadoras de corchopan, la escena inicial o la gran batalla espacial final, o el ROBOT, al cual pongo en mayúsculas porque se lo merece. Todo eso en contrapunto a unas escenas de vuelo que nada tenían que envidiar a las de Christopher Reeve vestido de azul y rojo, pero envueltas en ese hado de cutrez extrema que decora toda la película.  Entonces, visto todo en la balanza, ¿se puede ver? Y tanto! No me crucifiquen, lectores, pero al igual que en mi crítica del “Nosferatu” (1922) de Murnau, diré que esta es una cinta ideal para disfrutarla en según qué condiciones de visionado. Ver “Supersonic Man” en buena compañía de sofá, con cubos de palomitas y juegos del tipo “chupito cuando….” es una experiencia canalla de las que hacen amigotes/as de por vida. Y también es la única manera a día de hoy de poder ver esta rara avis sin que se te fundan las retinas: carne de maratón freak en toda regla. ¡Y ahora cantemos todos! Supersonic Man, I wanna be!   

Lo mejor: Lo terriblemente mala que es en todos los aspectos. El Opening. El Robot. 

Lo peor: Lo terriblemente mala que es en todos los aspectos. El Opening.El Robot.