Dicen que si juegas con fuego, te acabas quemando. En este contexto el señor Scott Charles Stewart ya paseó peligrosamente las pelotas sobre las ardientes brasas de la crítica cinematográfica hace un par de años con “Legion”, película que por lo que parece ser, solo le gustó a un servidor, aunque es innegable que no estuvo ni por asomo a la altura de las expectativas creadas. También dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, y en este contexto, el señor Stewart también hace sabio al refranero popular, pues si con “Legion” salvó los vergüenzas (valga la redundancia) por gracia divina, con “Priest” (o “El Sicario de Dios”), adaptación del manga anónimo del coreano Hyung Min Woo, acaba de ganarse un billete de ida al infierno, donde arderá junto a otras blasfemias de la dirección como Paul W. S. Anderson y demás calaña y es que esta vez, ni siquiera yo, único valedor de su anterior andanza, puedo romper una lanza a su favor.
“El Sicario de Dios” nos sitúa en un futuro post apocalíptico donde gran parte de la tierra se ha convertido en un desierto árido tras albergar una larga y destructiva guerra entre dos razas, vampiros y humanos. Los segundos, de la mano de los sacerdotes, fieros guerreros adiestrados por la iglesia, consiguieron decantar la balanza a su favor. Ahora, olvidados los tiempos de guerra, los pocos sacerdotes que sobre vivieron, intentan reintegrarse en la sociedad bajo la atenta mirada de la iglesia, máxima autoridad y auténtica valedora de la raza humana. Uno de ellos, abandonará las murallas de la ciudad desafiándo al clero, cuando se llegue a el la noticia de que la hija de su hermano ha sido raptada por un grupo de vampiros.
“El Sicario de Dios” es un western futurista con tintes de terror donde por desgracia, Scott Charles Stewart evidencia todas las miserias insinuadas en “Legion”, desaprovechando nuevamente una interesante premisa, con un guión que viene a cuestionar la complejidad del cerebro humano, pues resulta triste que en un escenario tan idílico y con tantas posibilidades, la cosa se termine finiquitando con una trama de episodio de teleserie barata que responde a la chica inocente de turno, secuestrada por el villano de turno y el consiguiente intento de rescate por el héroe, también de turno, obviando cualquier otra consideración que se salga de esta raquítica pauta, por que “El Sicario de Dios” no solo no tiene absolutamente nada que contar mas allá de esto, sino que además lo hace de una forma mas propia de un videojuego que de una película y esto no lo digo solo por su acabado visual de Playstation 3, sino por su mecánico desarrollo que nos hará recordar esas entrañables tardes de vicio delante del televisor una tarde de domingo mientras nuestra novia nos miraba mal por que no la sacábamos de paseo, es decir, avanzar de fase a través del mapeado vapuleando todo desgraciado viviente o no muerto que se nos cruce en el camino (con unas secuencias de acción tan bochornosas que sonrojarían al mismísimo Paul W.S. Anderson), hasta llegar el enfrentamiento final contra el “Boss”.
Todo esto perpetuado por una panda de personajes ridículos donde los haya, sin gancho ni carisma alguno que sin duda van a marcar para mal, la carrera de más de uno. Por un lado Paul Bettany, quien debe sentir algún tipo de enfermizo fetichismo hacia la figura de Dios (y no, no me refiero ni a Rob Halford ni a Leo Messi), ya que es la segunda vez que el tipo se viste de asesino a sueldo de la iglesia (recordemos “El Código Da Vinci”) por no hablar de su papel de angelote confuso en “Legion”. Por el otro, a un Karl Urban que debería cambiar de agente y comenzar a seleccionar con un poquito más de criterio los papeles que acepta, por que aquí encarna a uno de los villanos mas esperpénticos que he visto en mi vida. La lista de damnificados no termina ahí, en menor medida encontramos a otros grandes actores de renombre también sodomizados con tristes papeluchos como Christopher Plummer, Alan Dale (“Perdidos”), Stephen Moyer (“True Blood”) o Brad Dourif, al que también vimos hace poco haciendo el ganso en esa pachanga de título "Fading of the Cries".
Conclusión, “El Sicario de Dios” es un nuevo fiasco en lo que a adaptaciones del cómic a la pantalla se refiere (casi a la altura de “Jonah Hex”), donde su progenitor, el señor Stewart, tira de efectos digitales, estereotipos e “influencias” varias (ojito con el tufillo a Jedy que desprenden los sacerdotes), para intentar vestir de seda a la mona y a ver si algún adolescente pica el anzuelo y se gasta los cuartos en las salas de cine aunque tan solo sea una excusa para meterle mano al ligue de turno. Un guión obsoleto mil veces utilizado, personajes planos con absurdas motivaciones, cachambrosas secuencias de acción, horteras efectos especiales de videojuego barato y un Karl Urban disfrazado de El Zorro, que es para darle de comer a parte.
Lo único destacable que he podido sacar de este circo, es el bonico prologo animado, la ambientación de la ciudad, el siempre agradable aroma a western y sobretodo el cachondo, pero no exento de crítica (curioso viniendo de donde viene), mensaje de progreso y “modernización” de la iglesia (tengo que reconocer que lo de él confesionario automatizado en plan cabina pajillera de sex shop, está muy bien parido), futurista en las formas pero tan o mas arcaica en las maneras como es habitual, aunque en el tema de abusos a menores, apología a la propagación de enfermedades mortales y demás actividades propias de tan santa y sin ánimo de lucro empresa, no se ha profundizado, supongo que lo dejan para la mas que segura segunda entrega.
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