Crítica: Silent Night

MISTER MOLOKO NOS HABLA SOBRE LA ÚLTIMA CENA ANTES DEL FIN DEL MUNDO, FIRMADA POR LA DEBUTANTE CAMILLE GRIFFIN

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Lars von Trier es uno de mis directores de cabecera; un hombre cuya obra, con sus más y sus menos, tiene la virtud de atraparme y despertarme una mezcla de emociones y sensaciones que forman parte irremisible de mi memoria cinéfila. Aunque dentro de su filmografía existan varios títulos que idolatro, probablemente sea "Melancolía" (2011) la película que, por múltiples y variados motivos, logra impactarme con más fuerza y es capaz de fascinarme y cautivarme hasta el paroxismo. La película nos muestra las últimas horas de dos hermanas que esperan la inminente destrucción de la tierra por parte de un extraño planeta llamado Melancolía. Los que conozcan el film observarán que he simplificado enormemente el argumento ya que, en el fondo, lo que el realizador danés pretende con esta historia es formular una lúcida reflexión sobre la depresión, las relaciones familiares, la incomprensión y la dependencia emocional. Aquí el tema del fin del mundo únicamente forma parte del subtexto de la historia; es un mero recurso narrativo para formular una compleja metáfora sobre lo que significa tener una depresión y como está afecta a los que la rodean. 

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“para que la cosa funcione, uno debe estar dispuesto a hacer desde el primer minuto un pacto de ficcionalidad que vas más allá del género fantástico al que está adscrita”

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Cito "Melancolía" ya que, con todas las diferencias de fondo y forma que se quieran, "Silent Night" (2021) pretende llevar a cabo una apuesta similar. La película nos muestra un mundo en el que un apocalipsis está a punto de acabar con todo ser vivo. Un grupo de amigos deciden pasar juntos esa última noche de Navidad esperando a que llegue el temido final. Aunque todos intentarán que la velada sea lo más normal posible, lo extremo de la situación hará que poco a poco vayan siendo conscientes del destino que les espera. 

"Silent night" es una de esas películas en las que, para que la cosa funcione, uno debe estar dispuesto a hacer desde el primer minuto un pacto de ficcionalidad que vas más allá del género fantástico al que está adscrita. Es evidente que ante una situación como la que se nos plantea la humanidad sería un caos en el que los más bajos instintos y la anarquía camparían a sus anchas. Dicho esto, hay que reconocer que la directora logra que casi inmediatamente superemos todos los aprioris y nos metamos en la historia sin demasiados problemas y de un modo muy natural. La sencillez con la que juega Camille Griffin, que debuta en la dirección con este film, a la hora de describir las relaciones de los personajes y la verosimilitud con la que es tratada la propuesta inicial, ayudan mucho a que la historia fluya durante su primera mitad. 

Lo que contemplamos es básicamente una comedia dramática generacional (mientras la veía no podía evitar ver similitudes y concomitancias con obras como “Los amigos de Peter” (1992) o “Los chicos de la banda” (1970) entre otras) donde un grupo de personajes intencionalmente arquetípicos (una madre abnegada que aspira a ser perfecta, una rubia tonta y superficial, una pareja interracial de mujeres LGTBI empoderadas, etc.) llevan hasta el límite los paradigmas característicos de determinada clase media acomodada. Es en esa parte donde mejor funciona el film, ya que en el fondo cumple con su intención de describirnos a un grupo de personas que, en una situación tan extrema como esta, son incapaces de escapar de su propio marco mental y de los convencionalismos que les rodean. Ante un panorama cuasi surrealista encontramos como contrapunto a un niño encarnado por Roman Griffin Davis, hijo de la realizadora y protagonista de "Jojo Rabbit" (2019) (a este chaval, si no se acaba torciendo, le auguro un muy buen futuro), que es el único que parece darse cuenta de la verdadera dimensión de todo lo que está pasando y no entiende esa absurda reunión que han preparado los adultos para pasar su última Navidad. La mirada inocente juega un papel fundamental como contrapunto entre una realidad apabullante y una sociedad, encarnada por ese microcosmos de personajes, que parece no enterarse de nada y vivir todavía dentro de su propia autocomplacencia. 

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“uno de los grandes aciertos es que Camille Griffin es capaz de mostrarnos personajes que, en el fondo, no son más que seres superados e incapaces de trascender su propia insignificancia” 

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Tengo bastante claro que, más allá del mero retrato generacional, la directora está planteando una ácida crítica contra ese primer mundo tan apegado a sí mismo, tan aparente (la secuencia con los regalos de Navidad es impagable) y ajeno al sufrimiento de los demás. La cinta introduce temas interesantes como es el de la sobreprotección de los hijos, la perpetuación de los roles sociales o nuestra supeditación, como buenos hijos del estado del bienestar, a determinados dogmas que, en el fondo, regulan más nuestras decisiones que nuestra propia voluntad individual (las pastillas que facilita el gobierno para evitar el sufrimiento y que un determinado personaje se ve forzada a tomar). Toda esta primera parte de la película me parece muy interesante ya que creo que nos ofrece una muy bue retrato sobre los rasgos distintivos (para bien y para mal) de un determinado grupo social. 

A partir de la segunda mitad la cinta va tomando un tono cada vez más oscuro y angustioso. Especialmente a partir de un determinado momento, que es de una crudeza considerable, la realizadora nos va mostrando el impacto real que provoca una situación límite que los personajes son incapaces de gestionar. Alternando los momentos de drama con otros dotados de un humor muy ácido y dejando en evidencia, más si cabe, todos aquellos comportamientos retratados con anterioridad, la cinta nos encamina hacia un final que, al menos para el que suscribe, provoca una congoja importante. Desde mi punto de vista uno de los grandes aciertos es que Camille Griffin es capaz de mostrarnos personajes que, en el fondo, no son más que seres superados e incapaces de trascender su propia insignificancia. Resulta muy descorazonador pensar que nuestro final puede llegar a ser tan triste como el que padecen los protagonistas de la historia. 

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“a ciertos espectadores cuyas realidades y necesidades no sean similares a las de los protagonistas la trama les puede resultar ajena” 

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Debo reconocer que el reparto está magnífico y, además del Roman Griffin Davis citado anteriormente, destaca una Keira Knightley en estado de gracia y un Matthew Goode (Ozymandias en "Watchmen" (2009) de Zack Snyder) que saben dotar a sus personajes de los registros necesarios para suplir ciertos defectos en su caracterización. Porqué si le tuviera que poner un pero a la película sería precisamente ese: en determinados momentos no se ha sabido trascender el estereotipo y alguno de los personajes, y sus motivaciones, resultan algo simplistas. Ello, empero, no tiene que ser un elemento que distorsione un resultado final francamente notable. 

"Silent night" es una de esas películas que juega con el elemento fantástico para hacer un retrato de ciertos lugares comunes que caracterizan a nuestra sociedad actual. Es cierto que está es una película muy generacional (por la edad y características personales de quienes la protagonizan, no por que intente convertirse en un referente de nada) y que a ciertos espectadores cuyas realidades y necesidades no sean similares a las de los protagonistas la trama les puede resultar ajena. El cine, una vez más, sirve como metáfora social para hablarnos sobre nuestro presente y nuestro futuro y hacernos cuestionar cual es nuestro papel en todo ello. A mí, en este sentido, me ha resultado tan interesante como descorazonadora y me parece una de las propuestas más sugestivas dentro del género fantástico de este año.