Crítica: Dead Mine

Qué gusto da encontrarse de vez en cuando con películas que insuflan un poco de aire ( o de sangre) nuevo a un género ( o a dos o a tres a la vez) que impulsado por los avances en apartados técnicos se va anquilosando, como es el de zombies al más puro estilo Romeresco.

 

Y es que la legión de nuevos fans de “Walking Dead” se han acostumbrado a un estilo narrativo que a mí, a base de ver cien pelis iguales me acaba cansando. Desde aquel maravilloso remake de la cinta de Romero de 1978 “Zombie, el amanecer de los muertos” que hizo mi admiradísimo Zack Snyder en 2004 con “Dawn of the Dead “, con una estupenda Sarah Polley sobreviviendo al holocausto zombie parecía que ya estaba dicho todo lo que había que decir.

Pero cinco años después, en 2009, el noruego Tommy Wirkola estrenaba “Dead Snow”, una película absolutamente extravagante que venía a aportar un poco de sangre nueva a un género que contaba cada vez con más adeptos.

La película comenzaba ya como las grandes, con un planteamiento sencillo y un susto que los amantes de clásicos que la cinta revisitaba constantemente agradecerán sin duda.

A partir de ahí todo, sorprendentemente, mejora en un in crescendo de gore impecable, suspense y humor a partes iguales y mucha, mucha mala leche.

Si una idea tán brillante como unos zombies nazis en un paraje nevado en busca de lo que " es suyo", ejem, que se topan con los típicos treintañeros haciendo de casi adolescentes, aderezado con toques de escatología ( en el sentido más purista de la palabra incluso), homenajes contínuos a lo mejor del género y momentos de exaltación gótico polar, podía funcionar, es en Dead snow desde luego donde lo hace. Y la cinta funcionó.

Muchísimo mejor de lo que podíamos esperar, y en 2014 el director noruego estrenará la continuación, “Dead Snow: War of the Dead” en la que el único superviviente del primer film tendrá que combatir a un ejército aun mayor de zombis nazis.

Pues bien, el año pasado, Steven Sheil nos regalaba una cinta indonesia, “Dead Mine” heredera inevitable de “Dead snow” en la que los zombies pasan de ser nazis malvados a no menos malévolos no muertos del bando japonés.

Como cinéfago devorador de pelis "malas" o “menos buenas” si hay algo que valoro por encima de todo es la originalidad y la falta de pretensiones. No tiene nada que ver con el resto del cine que me encanta, por supuesto sé diferenciar una buenísima peli de una simplemente entretenida, igual que me como un Filet Mignon y me encanta pero lo sigo flipando con un MacMenú de tres euros y cuando selecciono una peli para pasar el rato, sin complicaciones, rara vez me llevo una sorpresa. En este caso me la llevé.

Porque me encanta que la gente dirija hora y media de película rollo aventurero clásico con un puñado de actores regularcillos siendo generosos, unos efectos especiales baratillos y bastante del montón y una historia que no pretende optar a ningún premio al mejor guión, de manera divertida, entretenida, estirando unos recursos pobretones y no aburriendo en ni un solo momento.

Y eso es básicamente Dead Mine, cinta indonesia en la que un estúpido hijo de papá busca tesoros, diametralmente opuesto al héroe tipo Indiana honrado, honesto y decente, contrata a un grupo de militares chungos para buscar un tesoro de leyenda en mitad de la selva en unos túneles de la Segunda Guerra Mundial utilizados por la armada imperial japonesa para experimentos biológicos con humanos y se encuentra con unas criaturas chungas olvidadas durante décadas en la isla de Unauna.

La película, falta de pretensiones más allá del puro entretenimiento es una ocasión más que recomendable para pasar un buen rato, palomitero, disfrutable y olvidable a partes iguales que nos devuelva a aquellas tardes de sofá de nuestra infancia frente a la tele con una película de “buenos y malos”.

Lo mejor: Unos curradísimos títulos de crédito animados que nos introducen en el rollo japo segunda guerra mundial y una banda sonora sorprendentemente redonda para una cinta de presupuesto escasillo.

 

Los degustadores de cine de consumo rápido reconocerán reminiscencias de películas de aventuras tan dispares como Congo, La momia, The Descent y El valle de Gwangi además de la clara influencia, casi homenajeadora de Dead Snow.

Miki Mizuno poniendo la nota de seriedad entre tantísimo dislate y Carmen Soo, preciosa, como siempre. Su estética, escenarios, maquillaje y vestuario, entre videojuego y clip de Mónica Naranjo.

Lo peor: Todos los defectos esperables, aunque encarados bastante decentemente.

Con una buena promoción podría ser un bombazo, lo tiene todo. Desgraciadamente no será el caso.