Crítica: Kristy

La religión siempre ha sido una inagotable fuente de crímenes y abominaciones desde que el mundo es mundo, y el hombre hizo acto de presencia en él. Las mayores atrocidades conocidas, se han ejecutado en el nombre de Dios, cualquiera que sea ese nombre, y como tal, esto no es ajeno al cine, y mucho menos al cine de terror. En este apartado destaca la cristiandad, un credo tradicionalmente perseguido: fueron perseguidos por los judíos, luego incesantemente por el Imperio Romano, y en la historia moderna, se sumaron a la persecuión Vietnam, Irak, India... Parece que el sentimiento anticristiano se ha extendido como la pólvora, y Oliver Blackburn, el director de la película que hoy nos ocupa, enciende de nuevo la mecha en "Kristy". 

Como habréis podido deducir, "Kristy" no es el nombre de una mujer, es la abreviatura despectiva que la secta letal de encapuchados que veremos en la película, utiliza para nombrar a las chicas cristianas que ellos creen que lo tienen todo, y que da igual si en realidad son cristianas, religiosas, blasfemas, satánicas o rinden culto a Chapulín Colorado, si la decisión de la "señaladora" del grupo es que eres una kristy, date por cazada. 

"Kristy" (también conocida como "Random"), nos traslada a la Universidad, a la típica residencia universitaria de estudiantes americana en la noche de Acción de Gracias, fiesta que comenzó siendo de carácter religioso, pero que ha terminando siendo totalmente secular y excusa que necesita toda familia para reunirse y cenar hasta reventar. Como buena tradición, debe ser "sagrada" y respetada, y si algo nos ha enseñado el cine de EE.UU, es que todo buen hijo que estudie en una universidad, normalmente ubicada en la otra punta de América, tiene que hacer lo que sea, y cuando digo lo que sea, es lo que sea, para estar sentado en la mesa con la familia esa noche, para la cena. Este es el punto de partida de "Kristy", ya que lamentablemente, la protagonista de la historia, Justine (Haley Bennett), no tiene dinero para el avión que le lleve junto a su familia, y se verá obligada a pasar Acción de Gracias en el campus universitario. 

La sensación de soledad y absoluta desprotección, se palpa desde el primer segundo en el que se nos muestra un aparcamiento vacío y escuchamos que los pasos de Justine se hacen más fuertes debido al eco que trae el vacío. El traslado de la soledad que se refleja en la pantalla hasta nuestros ojos, queda patente porque las imágenes muestran lo que muestran, que es a una joven estudiante deambular por toda la residencia sin un alma que le acompañe, pero como el director, ha tenido a bien adornar las imágenes con una música absolutamente jovial y festiva, la soledad, que ya de por sí es el mayor elemento de tensión en la vida y en la ficción, queda relegada a un segundo plano, para enfatizar el necesario sentimiento de empatía para con Justine. Estas secuencias, rodadas en absoluto silencio habrían ganado muchos enteros y nos habrían estremecido con un sólo sonido. Lástima que la mayor parte de las veces se opte por la sonoridad para generar tensión, en lugar de la ausencia total de música, pues si el director es un poco hábil, en estas tesituras, el simple sonido de la respiración es infinitamente mas desasosegante que el efecto sonoro fácil de subir el volumen. 

Pasada esta presentación inicial, y ya sabiendo que Justine tiene todas las papeletas para convertirse en final girl, se nos presenta a la parte contraria: los malos, una especia de secta satánica que cuelga en una página web todos sus crímenes, todos los asesinatos de las chicas marcadas con un K, todas las muertes de las Kristys, y se nos explica que matar a estas kristys es como matar a Dios (porque se ve que ellos sólo entienden al dios cristiano), que para ellos es el culpable de una sociedad hipócrita con la que hay que acabar. 

En este punto conocemos a los encapuchados enmascarados, con chica rebelde al frente ( Ashley Green), y es imposible no acordarse de aquella película inglesa, que personalmente me fascinó en el 2010, titulada "F" (Johannes Roberts), ya que fue "F" la que me creó el trauma que tengo con los chicos con capucha de chandal. Para ser malo, rebelde, peligroso y atormentado, de todos es sabido que tienes que subirte la capucha, y eso hacen los anticristianos de "Kristy", subirse la capucha y perseguir a sus víctimas, llevándose por delante a quien sea. Y de eso trata esta película, de una persecución endiablada, en condiciones desiguales, que no dan un segundo de tregua y que generan la tensión necesaria para que esta experiencia salga airosa y se convierta en una hora y media muy disfrutable. 

Realmente no hacen falta demasiado artificios para generar esa tensión, tan sólo una lluvia incesante en el exterior, personajes que estén en buena forma física para poder correr , escondrijos, varios gatos y un ratón. Lo demás ya se sirve sólo, pues el movimiento se demuestra andando, y Oliver Blackburn, quien ya había comenzado a andar en el mundo de los post adolescentes con "Donkey Punch", demuestra que se le da bien esto del thriller de terror. 

No os voy a engañar, "Kristy" no ofrece nada nuevo, pero se maneja muy bien en el circuito por el que desfila, y deja un sabor de boca agradable, que en estos tiempos en los que tenemos thrillers que no producen suspense, es muy de agradecer. Ahora es tiempo de coger la sudadera, subirse la capucha, y apretar los puños para seguir respirando. Eso sí, si tenéis cara de princesitas, cuidado con quien os cruzáis.