sábado, 29 de agosto de 2015

Crítica: Hanadama

Que el prolífico Hisayasu Sato sigue haciendo películas rarunas es un hecho. Pero que ha sido (ojo, ya no digo “es”) uno de los directores japos a tener en cuenta también lo es. Después de aburrir, sorprender, escandalizar y demás con pelis como Rampo Noir(2005), Naked Blood(1995), La habitación(1992)o su Pleasure Kill(1987) nos llega Hanadama, sobre una idea original propia guionizada junto a Shinji Imaoka y protagonizada por varias estrellas niponas.
En la película, construida al servicio de un argumento escandalizante, asistimos a cómo la típica colegiala en apariencia inocente, Mizuki, nueva en la escuela tras ser expulsada de la anterior tras tener que abortar al haberse quedado embarazada en sus relaciones con un profesor, es intimidada sin descanso por otra estudiante, Aya Tachibana y su siempre presente séquito. Mizuki, bastante fuerte mentalmente, decide soportar el acoso hasta que se gradúe y aguantar las perrerías que le hacen pasar unos compañeros odiosos. La primera hora es básicamente un drama adolescente cien veces visto con algunos momentos incómodos y algún despunte de esa desnudez que tantísimo le debe poner a Sato, pero también hay una “bonita” y algo desquiciada historia sobre la amistad entre tres estudiantes intimidados y acosados en su día a día. 

Pasada esta primera parte, la cosa se pone bastante desagradable sin embargo y los antagonistas al trío del inicio, profesores y otros alumnos se muestran como auténticos hijosdeputa que llegan a sacar de quicio al espectador más calmado y diplomático. La cinta tiene un extraño tercer acto con elementos de terror extraños, sangrientos y no sé si intencionadamente, cachondos, que hará las delicias de los fans del director y será motivo de crítica peliaguda para sus detractores que lo tachan de erótico en extremo violento. Aún así, hay cosas que ya no para criticar, sino para creerse, uno tiene que ver por sí mismo, y este es el caso de Hanadama. 

Rina Sakuragi hace de una Mizuki intimidada y hosca, y logra un trabajo bastante respetable y decente en un papel difícil y con aristas complicadillas. Es su primer protagonista y sólo su tercera interpretación, y la chica promete comerse las taquillas niponas en breve. El trío de acosados lo completan junto a Mizuke, Kirie, interpretado por el debutante Maika Shimamura, una adolescente carente de confianza y aptitudes que utiliza un pequeño conejo de peluche para comunicarse y el obseso sexual Shibanai (Syun Asada), mientras que liderando el constante bombardeo de insultos y violencia está Aya, interpretada por la bella Eriko Nakamura, quien ya destacó en Kakera: Un pedazo de nuestra vida, aunque aquí Nakamura se limita a hacer la mala de la peli, la matona chunga nipona de la escuela estereotipada. 

El argumento, que en un principio parece que no va a salirse de madre demasiado pese a ser Sato, tarda bien poco en hacerlo, fundamentalmente porque todo, absolutamente todo lo que sucede en la cinta está motivado sexualmente y parece salido de la enfermiza mente de un viejo verde de lo peor.

Así asistimos a torturas tales como encerrar a Mizuki en un armario hasta que se orine encima, abusos vaginales con un cutter (?), autolesiones con un cigarro encendido, Kirie es violada e intenta suicidarse, travestismo y violación por parte de dos profesores de gimnasia que pillan a Shibanai robando un uniforme femenino... Hasta el clímax final que es una orgía de sexo y violencia desatada en el aula en la que una alumna pregunta a cámara directamente por qué hay matones en la escuela... Pa mear y no echar gota, que dicen en mi tierra. Pero es que esa escena final, sangrienta orgía de destrucción es el único momento realmente reconocible como satiano. 

Escrito por el misántropo Shinji Imaoka (escritor de guiones como Vulva Embotellada: El maestro del jardín Kyoko) y basada en una historia del propio Sato, “Hana-Dama: El Orígen”, contiene algunas de las paranoias más grandes que recuerdo haber visto en mucho, mucho tiempo. Tanto, que el hecho de que le salga una flor en la cabeza a nuestra prota pasa casi inadvertido a la vista de personajes absolutamente desquiciados, como los padres de Mizuki (hay un momento, de lo mejor del film, en el que mantienen una conversación erótica a través de vasos de cartón atados con un hilo mientras el padre se masturba). 

Además de la brutalidad enfermiza contenida en la película, Sato tiene esa forma peculiar y propia de prolongar las escenas, que desde luego logran convertir la visualización en algo muy incómodo, y que es el fundamento del ejercicio de cineasta y que a mí, aparte de escandalizarme lo justo, acaba por aburrirme, y pasado el momento en el que, llegado a un punto diferente, consigue enojar a todo, absolutamente todo espectador, el montaje de la peli es bastante chusco y logra transmitir la sensación de que "Hana-Dama" conforme avanza en metraje va alejándose de lo bueno para rozar lo decepcionante. 

He de reconocer que hay momentos que me gustan mucho de la cinta, incluso más allá de la forma en que se trata la crueldad y que haría que un espectador centrado y equilibrado jamás reconociera disfrute o regocijo, a mí hay momentos que me resultan totalmente francos en cuanto a la intimidación y violencia y a la vez que me repugna lo que simbolizan y representan me encanta cómo lo hace. También hay puntos de ese locurón del director que me hicieron muchísima gracia (lo de la conversación erótica es tan absurdo, tan ridículo que me dieron ganas de aplaudir), pero otros me parecen sencillamente idas de olla sin fundamento, mal elegidos y peor resueltos, haciendo la cinta un poco más desagradable y extraña sólo por hacerlo, al tuntún hasta llegar a un final sencillamente repugnante y adormecedor que nos hace plantearnos si realmente la peli tiene un toque de genialidad interesante y genuina o todo ha estado en la intención del espectador de no ser un paleto reaccionario. Mucho simbolismo en una peli que ya de partida era problemática y tenía cierto aire de maldita, pero la trayectoria en eso que los nipones llaman cine rosa, acaba pesando más que el resto. 

La cinta, que comienza como una película que tiene algo que decir, a pesar de tratar un tema realmente espantoso y doloroso, acaba cayendo en su propio veneno y derrocha su interés en lo que parece ser la manera más desagradable, vacía e inútil posible. 

Eso, hace unas décadas podía ser un viso de genialidad, pero a día de hoy no deja de ser afán de dar la nota y escandalizar al respetable sin entrar en conflicto con el espíritu satiano: la superficie, es impactante, ácida y visceral pero el fondo corre demasiado el peligro del reciclaje de la originalidad y la valentía. 

Lejos queda aquel Hisayasu Sato y su audacia técnica de los ochenta, que traducía sus temas obsesivos en imágenes terribles, oscuras y terroríficas objetivizando la videocámara (como dicotomía erótica entre sujeto y objeto del deseo), y el resto de las máquinas (como expresión de una fobia a la automatización) y la sangre y la mutilación orgánica como profundo reencuentro de los sentidos en la esterilidad urbana. 

Su cinta es una continuación débil del legado satiano que se extigue, en el que en lugar de cuestionar la imagen, se limita a hacerla plana y desagradable dependiendo de una narración atrofiada y escandalizadora de catetos. 

Lo mejor: No vendrán muchas más, no...

Lo peor: Ver cómo estos directores no se adaptan a la realidad fílmica actual y acaban prostituyendo sus compromisos e idearios en pro del escándalo, francamente bobo.


2 comentarios:

Unknown dijo...

NO SE COMO LO HACES, PERO CONSIGUES SIEMPRE QUE AL FINAL ME INTERESE POR VER TODAS LAS PELIS QUE CRITICAS (Y ENCIMA NO ME VA MUCHO LO JAPO)...FELICIDADES DAMIEN!!!

meyni2 dijo...

Muchas gracias, Marco, pero realmente si no eres muy otaku no es la típica peli que te recomendaría!!!!!
Saludetes y gracias por comentar!

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