miércoles, 17 de febrero de 2016

Crítica: Curse of the Witching Tree

Lo he dicho docenas de veces así es que para comenzar, y aunque dicen que disculparse nada más empezar no es un acto sincero, lamento si os resulta cargante. Pero la verdad es que actualmente nos movemos por impulsos, por modas. Todavía no hemos acabado la de los zombies, aunque se ha de agradecer que el número de producciones haya menguado, y por lo tanto, el tormento haya decrecido. Un tanto por el estilo se puede decir de los “found footages” de hospitales abandonados, casas encantadas, guarderías apederastadas, etc. aunque con las ventajas a nivel técnico y sobre todo económico que ofrece el método seguro que seguiremos sufriéndolo.

Sin embargo, afortunadamente el tema de las posesiones parece comenzar a superarse en pos de la de los marcianitos y… redoble, el de la brujería. Sí, no diré que Alex de la Iglesia dio el pistoletazo de salida con la estupenda “Las brujas de Zugarramurdi”, pero la verdad es que desde hace un par de años, las películas basadas en aquelarres y brujas está no solo aumentando convirtiéndose, como digo, en el tema de moda en el género del terror sino ofreciéndonos algunos títulos que, al menos, se dejan ver.

Y eso es lo que es, adelantando conclusiones, esta “Curse of the witching tree”, un film que se deja ver gracias a varios elementos, pero que no va más allá de entretener y no dejar mal sabor de boca… del todo. Porque miedo, y lamentablemente a esto ya estamos acostumbrados, no da. Pero antes de ir con lo… menos bueno, vayamos con lo positivo ya que al menos se ha ganado esa deferencia.

Hay dos cosas que llaman la atención desde su inicio, una es la buena práctica artística en cuanto a puesta en escena, es decir, dirección artística y fotografía, y otra, la posición de la hija mayor de la familia.

Sobre lo primero, a pesar de que el director del film James Crow –Jaime Cuervo, de los Cuervos de toda la vida, aquí presentes…- sea un debutante en el campo de los largometrajes, ya es un realizador veterano en el terreno de los cortos, y la verdad es que viniendo de este campo el tipo ha aprendido a manejarse por diferentes departamentos y procesos como el de montaje y la propia dirección de fotografía. Así, en teoría, se nota que sabe manejar la cámara; y digo que ‘en teoría’ porque en la práctica hay cosas que fallan, ya que hay encuadres donde la imagen inesperadamente se desenfoca o las reacciones en los sustos parecen un poco retrasadas. Dejando de lado que una de las versiones que circulan por la red, encima tiene el sonido descoordinado, claro…

Sin embargo, siendo algo generosos y achancando algunos de estos fallos a cierta precariedad técnica, no se puede decir que Crow no sepa poner el punto sobre las íes y, en lo que nos interesa, sacar provecho de esos exiguos recursos que se tiene. De tal guisa, Crow ha escogido como escenario propicio un ‘cottage’ o granja inglesa estilo Tudor –lo siento, soy un enamorado de la campiña inglesa- que hará las delicias de los aficionados tanto por su bucólico exterior como por su interior lleno de vigas de madera vistas que no solo le aportan un placentero sabor rústico sino una opulencia que nos retrotrae a esas hermanas mayores o ‘manors’ de producciones de género de otro tiempo y presupuesto. En serio, puede parecer una tontería, pero resulta sumamente atractivo.

Sobre el segundo punto, el del personaje de Emma, llama la atención más que el papel repelente de adolescente rebelde que le ha tocado en suerte interpretar a la actriz, la poca diferencia de edad con su madre ficticia. Esto ya es algo normal y hasta asumido en la industria cinematográfica, acostumbrados a ver a treintañeras pasando por quinceañeras, sobre todo en Estados Unidos; sin embargo, aquí han tenido la decencia de al menos explicarnos que su progenitora la tuvo con 16 años. Vuelvo a lo mismo: puede parecer una chorrada, pero detalles así denotan que, cuando lleguen mal dadas, nadie le pueda acusar de que ‘el todo vale’ ha sido el leit motiv de la película. Y es que no nos engañemos, aquí, cuando no se tiene otro remedio, se toma igualmente por idiota al espectador, pero esa atención en algunos momentos por agradar, se debe tener en cuenta al final de la película, nunca mejor dicho, a la hora de valorarla. Eso sí, volviendo al caso en el que estábamos… la actriz que interpreta a Emma nació en el ’88; su madre en la ficción, en el ’84. ¿Ya es pasarse, no?

El problema -y es que siempre hay un problema… (suspiro)- retomando el pulso a la reseña, es que esas mismas resonancias del pasado de las que hablaba líneas arriba, son las que terminan ya no por estropear el producto con parecidos demasiado razonables sino por confundir a los propios responsables. Me explico.

Una vez arrancada la película uno se encuentra con los tópicos de siempre. Sí, es verdad, siempre digo lo mismo, pero desgraciadamente es algo que no puedo evitar. Si queréis lo enmascaro con buenas palabras, pero el terror en los últimos años se ha convertido en una factoría de cadena en serie. No obstante, "Curse of the Witching Tree" además de clichés, como ya he dicho, nos somete a un continuo revival de recuerdos de cine clásico, desde Peter Medak hasta el maestro Argento, algo que sería grandioso sino fuese porque las distancias son tan grandes, que el abismo de separación provocará que no solo los espectadores caigamos despeñados víctimas del ‘quiero y no puedo’ sino que sus responsables, como decía, al intentar regresar al punto desde donde se habían precipitado, no sepan recuperar el rumbo.

Como consecuencia de ello, uno ya no sabe si está viendo una película de brujas, de fantasmas, de Ouijas, o… de perdidos al río, la madre que parió a este Jaime Cuervo. La parte buena, es que la cadencia entre sustos es notable de ahí que no aburra.

Y claro, con esos antecedentes/desarrollo, el desenlace no podía ser de otra manera que, francamente, un total despropósito, tanto argumentalmente como, y lo que es peor, interpretativamente. Lo de tirar por el camino de en medio o enrollarse la manta a la cabeza, solo son diferentes maneras de expresar que uno no sabe cómo acabar la película. Se puede hacer mal, tomando el pelo a la gente como decía al principio, pero si como aquí se nota que los implicados no pueden disimular su desconcierto y solamente intentan acabar la película cueste lo que cueste –lo que en mi tierra vendría a ser una expeditiva ‘patá avant i au’- se produce lo que vemos en los últimos cinco minutos del film: los actores sobreactuando sin saber qué cara poner y el director impasible viéndolas caer. Ante esto el espectador o puede poner los ojos en blanco o protegerse con la negación. Ambas no, pues sería tal ejercicio bipolar que solo cabría formar parte del reparto o staff técnico de la misma.

Bromas aparte, el film termina con buenas intenciones gracias a un epílogo con aspiraciones a un James Wan de mercadillo, es decir, una de esas tentativas tramposas de humanizar el producto. Sin embargo como uno acaba de tragarse tamaña tropelía, no solo no ha sido capaz de hacer todavía la digestión sino que con más razón sabe discernir el gato de la liebre.

Para acabar, destacar que en esta época de hipócrita corrección moral, es de agradecer que al menos por un instante se vean un par de tetillas. Y no me tachéis de machista, que nos conocemos…

Resumiendo, “Cure of the witching tree” es la típica producción de serie B con buenas intenciones pero mediocre remate a causa de unas limitaciones presupuestarias y algunos desmanes argumentales.


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