ASTINUS NOS HABLA SOBRE LO NUEVO DE JUSTIN MCMILLAN, TERROR CON ECOS A UNA DE LAS GRANDES OBRAS DE STEPHEN KING
Una madre pierde a su hijo en extrañas circunstancias. Años después, vuelve al lugar donde todo sucedió buscando respuestas sumergida en un proceso de duelo inacabado. La temática es ampliamente conocida y nos traslada a películas que se han sumergido en el género dramático desde diferentes perspectivas. El terror ha sido una de ellas, aunque nos alejaremos del concepto de madre protectora o madre terrible (concepto que Javier Parra detalla perfectamente en su libro La madre terrible en el cine de terror) para ahondar en el de madre sufridora, que ha perdido todo sentido en torno a su existencia a raíz de un suceso dramático que la marca por completo. Hay ejemplos que nos pueden poner en antecedentes para contextualizar este filme: la malograda “The Other Side of the Door” (2016), lenta, insípida y poco efectista en su planteamiento con un Johannes Roberts que nunca ha terminado de ofrecer un producto de calidad (“The Strangers 2” es un producto innecesario y “47 Meters Down” su mejor película, lo cual ya es decir).
“uno de los principales referentes a los que acude nuestra mente y del que parece influenciarse un desconocido Justin McMillan es uno de los mejores relatos del maestro Stephen King"
Una película que comparte ciertos elementos en la construcción del personaje principal pero que acaba por alejarse del tono dramático para adentrarse en el terror puro (y poco conseguido). Si hablamos de desapariciones de niños no podemos dejar de mencionar “Mama” (2013), película que puso a Andy Muschietti en el escenario del terror mainstream y que pervive, en un sentido inverso y tenebroso, del concepto de esa madre protectora que mencionábamos antes, aunque en esta ocasión los que buscan a los niños son su tío y la pareja. Demasiado asentada en lo normativo en su final, hay que reconocer que tiene un inicio potente y es un exponente interesante de esa máxima tan archiconocida en el cine de que un producto que emula bien los pilares de su estilo es un producto interesante. Y no quiero dejar de mencionar una película que descubrí hace poco, “Proxy” (2013). Me encantó de principio a fin, con un componente dramático tan intenso como el planteamiento general de la película, con dos historias conectadas entre sus protagonistas y un inicio excelente, puro cine de terror. Y hasta ahí cuento, porque merece la pena ser vista sin conocer mucho de ella, aunque predomine esa temática.
“Sweet River” (2020) ahonda en este tema trasladándolo al entorno rural de un pueblo que parece esconder algún tipo de secreto. El hijo de la protagonista no fue el único en desaparecer: unas enormes riadas se llevaron la vida de tantos otros. Además, una misteriosa muerte acaba de despertar nuevos recelos en la comunidad, y unas sombras se mueven entre las altas hierbas por la noche. Un crisol de ingredientes que nos recordarán inevitablemente a la primera temporada de “True Detective” (ese croma gris desolado, esos parajes vacíos, esa protagonista que vive entre visiones y meditaciones) o esas comunidades locales arraigadas a una serie de costumbres y normas tácitas que prolongan una paz frágil como en la fantástica serie de HBO protagonizada por Jude Law y Naomie Harris, “The Third Day”, con la que también comparte esos momentos oníricos que, en ciertos momentos desde la pesadez, parecen guiarnos en el núcleo de la trama.
“Tanto desarrollo para tan poca conclusión muestra una incapacidad latente en el manejo del ritmo narrativo, que se estira sobremanera en su segundo tercio”
Con ello, uno de los principales referentes a los que acude nuestra mente y del que parece influenciarse un desconocido Justin McMillan es uno de los mejores relatos del maestro Stephen King, adaptado y readaptado al cine: “Children of the Corn” y sus pasajes aparecerán una y otra vez en algunos tramos del filme, y mejor dejar de comentar esto para no caer en excesivos spoilers.
La película avanza sobre una doble base: de un lado, observaremos la psique de la protagonista, interpretada sólidamente por Lisa Kay, protagonista absoluta del filme. Su evolución pasa por sumergirse en el delirio de un duelo que no parece ser capaz de asumir entre visiones sobrenaturales y un descenso a la bebida y el tabaco. Es curioso como la película empieza con ella haciendo ejercicio y como finaliza entre noches de insomnio. Esa caída está bien planteada hasta la resolución final que parece abrazar la superación del personaje de todos sus traumas una vez comprende la terrible verdad de lo acaecido. El otro punto fundamental está vinculado a ese desarrollo basado en escenas de entrevistas entre los secundarios que van surgiendo en escena, personas que perdieron a otros niños y niñas en un accidente y cuyos secretos parecen sacar a la luz oscuras consecuencias. Aunque estereotipados, las interpretaciones en general aprueban y sacan a relucir personajes muy interesantes que se pierden, desgraciadamente, en tramas secundarias que no llevan a ningún lado.
“no deja de ser un ejemplo que salva la campana por la mínima y avanza como producto hasta un estante lleno de películas parejas entre las que no logra destacar”
Y ese es uno de los principales problemas de la película. La gestación de diferentes situaciones que no terminan de cuajar deja con la sensación de aristas sin pulir, lo que se une a un final abrupto y algo rápido donde todo se soluciona rápidamente y deja poco margen al disfrute del mismo. Tanto desarrollo para tan poca conclusión muestra una incapacidad latente en el manejo del ritmo narrativo, que se estira sobremanera en su segundo tercio entre charlas que no conducen a ningún punto y algún sustillo ocasional que parece más una anécdota que un elemento importante dentro de la cinta. No hay más que un punto ligero de terror que podría haberse zafado con facilidad y que funciona más como excusa que como motor.
La película también parece transformarse en lo técnico. Empezaremos con muchos planos abruptos y cámaras móviles que dinamiza escenas estáticas sin mucho sentido (hay un abuso de la cámara en movimiento, aunque sea en formas suaves) y continuaremos con planos estáticos que se alternan en un montaje más eficaz cuando la protagonista enlaza sus conversaciones con los diferentes personajes. La fotografía es potente cuando gana en sus gamas de tonos oscuros y melancólicos, así como algún plano aéreo que nos transportará a la mencionada “True Detective”. “Sweet River podría definirse como ese semillero de ideas bien planteadas, con referencias escogidas con gusto y algún punto positivo en su planteamiento que se desmorona en una ejecución monótona, falta de ritmo y una conclusión poco ambiciosa para todo lo que se sugiere, finalizada incluso con torpeza. Es una pena cuando las interpretaciones cumplen su cometido y hay un ejercicio técnico llevado con más aciertos que errores, pero no deja de ser un ejemplo que salva la campana por la mínima y avanza como producto hasta un estante lleno de películas parejas entre las que no logra destacar.
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