jueves, 29 de septiembre de 2022

Crítica: Resurrection (2022)

ASTINUS NOS HABLA SOBRE EL NUEVO DESCENSO A LOS INFIERNOS DE LA REINCIDENTE REBECCA HALL


Hace poco se estrenaba “Men” (2022), lo nuevo de Álex Garland. Un fiel retrato de las relaciones tóxicas y los sentimientos de culpa que ahondaban en un brillante retrato de un proceso de duelo inacabado. La película se afanaba en mostrarnos varias interpretaciones, desde los sentimientos de culpa hasta la propia violencia machista y sus consecuencias. Un buen producto que, de una u otra manera, se encarnan también en la película de Andrew Semans. “Resurrection” (2022) se estrena el mismo año y parece añadirse a una tendencia cada vez más elocuente. Quien ha visto la primera no podrá evitar sentirse identificado con esta segunda que, por cierto, tendremos en el Festival de Sitges en unos días compitiendo en la sección oficial. 


“una vida exitosa se convierte en una dinámica de locura que llega a momentos muy intensos sin caer en la violencia o el exceso, dejando todo a la sutilidad hasta su parte final” 


La protagonista parece encajar en una vida idílica: mujer de negocios con prestigio, reconocida en su trabajo y con un entorno donde todo parece encajar en una serie de relaciones que centrarán parte de la película. Por un lado, una hija con la que tiene una actitud muy protectora, un hombre que la quiere con el que no desea comprometerse más que para disfrutar de relaciones sexuales y una compañera de trabajo que parece tener problemas con su pareja y a la que escucha y asesora. Las tres personas que orbitan en torno a ella tienen un sentido dentro de su pasado y ejerce su influencia de forma notable. Todo parece encajar bien, hasta que un día, durante una conferencia, aparece una persona que destrozó su vida hace veinte años. Esa persona, que encarna un sufrimiento escondido, ha vuelto para seguir ahondando en la misma, y todo lo que antes era orden ahora se derrumbará en un instante. 

Merece la pena no adelantar más de la película para disfrutar de su concepto de thriller contenido. La cinta tiene un inicio algo lento, quizás poco expeditivo a la hora de mostrarnos las primeras señales de problemas que sacuden a nuestra protagonista. Esa primera casi media hora puede resultar algo cargante y requerirá paciencia, pero tampoco molesta en demasía. El ritmo luego se acelera, y será de interés para disfrutar de toda la elipsis narrativa que observaremos cuando el argumento se abra completamente y entendamos el por qué de los tres personajes secundarios que forman parte de su vida y la forma que tiene la protagonista de relacionarse con estos. Hay un buen estudio de las conversaciones y los momentos de pausa, que cobran sentido conforme el metraje avance. A la vez que va sucediendo esto, la tensión aumenta y el frágil orden sostenido por una vida exitosa se convierte en una dinámica de locura que llega a momentos muy intensos sin caer en la violencia o el exceso, dejando todo a la sutilidad hasta su parte final. Un final, por cierto, en el que las analogías con Men se hacen más evidentes que nunca, con ciertas reminiscencias al fantástico que no deben engañar al espectador atento: todo en “Resurrection” es sutil, y el descenso a los infiernos de la protagonista tiene más de apartado artístico que de fantástico. Aunque a muchas personas pueda parecerle que vemos en algún momento uno u otro detalle sobrenatural, lo cierto es que todo dentro de la experiencia subjetiva que Semans, con mucho arte, consigue captar con cada plano. 


“está lejos de esas películas de Rape & Revenge propias de los últimos años o ese sentido de venganza que culmina con una liberación positiva para la protagonista” 


El apartado técnico intenta embeberse de cada paso que da la protagonista durante la película. Sobrio y gris en sus primeros compases, la fotografía parece ausente de emociones: el hogar es frívolo, la ropa una gama de grises y el entorno laboral es seco. Todo ello parece acompañar cierto estado de rectitud que enmascara algo que se hace evidente cuando tendremos los primeros encuentros con el antagonista. Los ataques de ansiedad se sostienen con una edición de sonido cuidadísima: cuando la protagonista empieza con estos, el sonido ambiente crece desmesuradamente, haciéndose molesto. En otros momentos siquiera existe. La cámara se tambalea y acompaña al personaje durante estos procesos, cada vez más frecuentes. El desasosiego no es solo una expresión en el rostro de la actriz: toda la película se mueve con ella y parece palpitar con cada desastre, alternándose con primeros planos y encuadres fijos que ofrecen una expresividad palpable a todo lo que vemos en pantalla. Un trabajo excelente. 


“gana conforme los minutos avanzan y todo el guion parece encajonarse perfectamente en una simbiosis que conduce a una muy disfrutable espiral de locura y violencia que nadie debería perderse”


Rebeca Hall encarna a la protagonista. Ya la vimos brilla en “The Night House” (Bruckner, 2020), donde buena parte del éxito de esta es el excelente abanico expresivo que nos ofrece en cada secuencia, y que aquí brilla más aún si cabe. La talentosa actriz tiene un registro excelente y hace muy creíble el descenso a los infiernos. Ya no son solo las miradas; cada gesto, por irrisorio que parezca, se identifica con el instante que vemos en pantalla. Se necesita esa fuerza expresiva para todo lo que se quiere contar y cómo hacerlo, así que la elección no podría ser mejor. Enfrente suya tenemos a Tim Roth, veterano actor, uno de los favoritos de Tarantino y actor de numerosas obras de culto cuyo papel, siendo menos relevante, es fundamental para entender la trama. Sobriedad, encanto y locura acompañan cada diálogo con una encarnación perfecta. El duelo entre ambos personajes es uno de los elementos más disfrutables. El resto del reparto apenas tiene presencia. 

“Resurrection” está lejos de esas películas de Rape & Revenge propias de los últimos años o ese sentido de venganza que culmina con una liberación positiva para la protagonista. Encaja mejor en el espacio de “Men”, donde dicha liberación sigue arrastrando consecuencias (el plano final es la mejor forma de entenderlo) y la espiral de autodestrucción no tiene vuelta atrás. Sin conclusiones idílicas, la película nos abre muchas capas: pérdidas no superadas, relaciones tóxicas, varias formas de violencia, protección desmesurada que lleva a la dependencia emocional, relaciones frívolas basadas en no implicarse o los trastornos de ansiedad y el estigma social en entornos laborales. Todo tiene cabida en una película a la que hay que pedirle paciencia, quizás algo excesiva en su metraje, con un inicio lento y un poco torpe, que gana conforme los minutos avanzan y todo el guion parece encajonarse perfectamente en una simbiosis que conduce a una muy disfrutable espiral de locura y violencia que nadie debería perderse. Cruda y sutil a partes iguales. Si estáis por Sitges, no dudéis en pillaros un pase. La disfrutaréis.


4 comentarios:

Ted dijo...

Esta edición ha tenido costura ciega. Sea o no, el Festival perdura, perdura a pesar del periodista crítico que cierra su revista. A pesar de la corbata o no. A pesar del amiguismo. El Festival perdura.

Victor dijo...

A mi me gustó su inicio,,,cosa que no me pasa con su parte final...que por otra parte no llegué a entender.
Un saludo

Anónimo dijo...

Coincido en que la película arranca con cierta lentitud en mostrar sus cartas, pero una vez que entra de lleno en el drama del filme, es interesante. Yo tampoco comprendí del todo el final. O mejor dicho, creo que expresa una ambigüedad que no me gustó nada. De hecho, por cómo construye toda la historia (alrededor de la violencia machista, manipuladora, posesiva) creo que la película hubiese tenido un cierre mejor, con alguna referencia clara al deterioro en términos de salud mental de la protagonista (y dejar lo sobrenatural como un "juego")

J dijo...

Al nacer lo normal es de cabeza. En nuestra vida pueden haber riesgos y puede que nos veamos postrados en una cama. Matrix es el sueño de lo que era nuestra vida, lo que conocíamos de la vida. Al despertar estamos en un infierno de máquinas, un hospital donde no hay cura inmediata a una tetraplegia, minusvalía o cáncer. Y la historia es al revés. Si mueres en tu vida dejas de soñar en Matrix, pues no es el Cielo.

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