martes, 9 de julio de 2024

Crítica: Blood Feast

ALONZO SIN BRAZOS NOS HABLA SOBRE LA PELÍCULA MÁS EMBLEMÁTICA E INFLUYENTE DEL DENOMINADO "PADRE DEL GORE"


Si hiciéramos un registro breve de las restricciones que condicionaron al sexo y a la violencia en Hollywood deberíamos resaltar que a mediados de los años 30 empezó a aplicarse con rigurosidad el Código de producción cinematográfica, un compendio de normas que respondían a un ejercicio de autocensura convocado por los propios estudios, en función de enfrentar una serie de escándalos que habían lastimado su imagen pública, alentar determinados ‘’valores’’ y, de paso, ponerle coto a la elaboración europea que, según los estándares conservadores, atentaba contra el estilo de vida estadounidense. El ‘’Código Hays’’ (mote que ‘’homenajea’’ a William Hays, su creador) elaboró listas negras, condicionó la filmografía posterior y masacró la previa. 

Ahora bien, las prohibiciones traen aparejadas distintas alternativas y el cine de explotación encontró la senda en el desarrollo de los tópicos vetados, no obstante, estas pautas se desactualizan con velocidad; las sociedades cambian, se despojan de ciertos prejuicios, suman otros y, en general, se ponen más agresivas. Entonces, los apartados que a lo largo del camino sentaron las bases del mercado independiente (nudie-cutie, películas playeras, campos nudistas) pasaron a ser obsoletos, sobre todo desde la irrupción de David Friedman y Herschell Gordon Lewis, productor y director respectivamente. En 1963 estrenan “Scum of the Earth”, el relato de una joven (Allison Louise Downe) que sin querer termina siendo parte de una cadena furtiva de revistas pornográficas. Al argumento le agregaron un grado de brutalidad inusitado y crean el ‘’roughie’’ que reemplaza la explicitud erótica por palizas; en otras palabras, las mujeres eran abusadas, pero ante la imposibilidad de mostrar el acto sexual debido a cuestiones normativas, sugerían la violación y detallaban la golpiza. Y los psicólogos que se hagan un festín. No satisfechos y siempre atentos a la ecuación conmoción = éxito, ese mismo año conciben un nuevo subgénero que recoge los modos previos y le adicionan una cuota superior de crueldad y salvajismo: el Gore


“La dirección de H.G. es defectuosa, los decorados paupérrimos y las interpretaciones, en especial de la debutante Connie Mason, penosas; con todo, el resultado es llamativamente positivo” 


“Blood Feast” (1963) es el exponente inaugural de un capítulo notable dentro del Terror, cuya impronta se basa en aprovechar elementos probados, aunque llevados al máximo y condicionados por una puesta en escena que, en otro contexto, calificaríamos de mediocre. Que una película no aparezca en ninguno de los listados que recogen lo mejor del género (al contrario), pese a que anima todo repaso histórico la convierte en un caso excepcional. 

Faud Ramses es adorador de la cultura egipcia y dueño de una empresa de cáterin que utiliza partes de mujeres como materia prima y, ya que está, las ofrece en sacrificio a la diosa Ishtar. Allison Louise Downe escribe su primer guion y se nota. La dirección de H.G. es defectuosa, los decorados paupérrimos y las interpretaciones, en especial de la debutante Connie Mason, penosas; con todo, el resultado es llamativamente positivo. La suma de estos factores debería ocasionar una catástrofe, aun así, desemboca en una experiencia hipnótica que combina perversión, incredulidad, sorpresa y tal vez gracia. Que una obra de estas características supere en cierta medida el paso del tiempo es asombroso. Los efectos especiales, también a cargo de Lewis (aparte de la fotografía y la música), en su rusticidad y fosforescencia le proveen un tono ‘’Mondo’’ atento a las necesidades del público adolescente que inundaba los autocines en busca de emociones fuertes. 


“Blood Feast es el eslabón conector entre los asesinos seriales de principios de los 60 y los maniáticos del Slasher ochentero” 


En algún punto, diversos análisis trataron de compararla con “Psicosis” (“Psycho”, Alfred Hitchcock, 1960) y su nivel de influencia en la evolución del Horror. En mi opinión dicho cotejo no tiene asidero, no solo porque en cuanto a atributos las separa un abismo, sino, además, porque debería considerárselas complementarias. Podríamos entender que “Blood Feast” es el eslabón conector entre los asesinos seriales de principios de los 60 y los maniáticos del Slasher ochentero (mediante tramas simples, homicidios ingeniosos y un criminal solitario); es más, de acuerdo a su virulencia y magnitud de ruptura en relación a sus congéneres previas, quizás se la pueda considerar el lazo que une al terror tradicional con el moderno. 


“un antes y un después en la historia del cine; libre de segundas lecturas es una trompada en el rostro del sector convencional, sin embargo, de vuelta cabría recalcar que sus méritos formales son casi nulos”


“Blood Feast” es un antes y un después en la historia del cine; libre de segundas lecturas es una trompada en el rostro del sector convencional, sin embargo, de vuelta cabría recalcar que sus méritos formales son casi nulos. Para la posteridad dejó un par de escenas icónicas, un rendimiento económico sobresaliente (U$S 40.000 de costo y $4.000.000 de recaudación) y un límite roto. Abrió una puerta aprovechada por el resto del ámbito, incluso aquellos que propiciaron las diferentes trabas reglamentarias que entorpecieron el correcto desempeño de los artistas y acusaron a todo precursor de inmoral. H.G Lewis, hoy el ‘’Padrino del Gore’’, la calificó de ‘’accidente histórico’’, una definición acertadísima que resume la correspondencia entre su capacidad, sus intenciones y el fruto obtenido. Al año siguiente repite la fórmula con un presupuesto mayor y afinando la puntería en todos los aspectos: “2.000 maníacos” (“Two Thousand Maniacs!”, 1964) es una clásico hecho y derecho e igual de influyente que su predecesora; la cumbre de una carrera insólita, fundamental y, con cierto respaldo, constantemente puesta en duda. En honor a la verdad, no creo que el bueno de H.G. se haya hecho mucho problema.

2 comentarios:

Jason Myers dijo...

Es una peli mítica en nuestro mundillo, pero la verdad es que es un verdadero despropósito y lo que es peor, es muy aburrida o por lo menos a mí me lo pareció. Hay que verla por eso de la leyenda, pero…

Alonzo sin brazos dijo...

Hola Jason! Sin dudas tiene valor histórico y poco más. A mi de todas formas no me resulta aburrida. Sea por curiosidad, morbo o lo que fuere, me entretiene.

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