ALONZO SIN BRAZOS NOS HABLA SOBRE LA SAGA CLÁSICA DE UNA DE LAS GRANDES FRANQUICIAS DE LA CIENCIA FICCIÓN, AUN VIGENTE EN LA ACTUALIDAD
Durante los años 60 el sistema de estudios tuvo que afrontar una nueva crisis producto de la confluencia de varias causas; entre ellas la popularización de la televisión que se había dado a lo largo de los 50, los movimientos demográficos de posguerra que despoblaron las salas y el desmantelamiento de los circuitos de proyección que les pertenecían hasta hacía poco tiempo. La fórmula aplicada para superar el trauma fue la de volcarse a la grandilocuencia y desarrollar técnicas de grabación para que la experiencia cinematográfica fuera irreproducible en aparatos domésticos. De más está decir que los presupuestos se dispararon y con ellos el riesgo. Por consiguiente, la solución que venía a reparar el problema se transformó en un obstáculo extra.
“El caso de El planeta de los simios es particular porque si bien sigue atado a la vieja escuela de la ciencia ficción logra sumar inquietudes de su época”
Afortunadamente el arte no está atado a decisiones empresariales, y a la larga, encuentra el modo de despejar el camino. A mediados de la década una innovadora forma de contar, de mostrar y de ver, empieza a impulsar al ‘’Renacimiento de Hollywood’’, una etapa vinculada a las tendencias del momento (estéticas, temáticas, políticas, sociales) y a las corrientes europeas que habían hecho historia (Neorrealismo, Nouvelle Vague) y con las que compartía motivaciones similares: enfrentar convenciones y configuraciones que a esa altura parecían escritas en piedra. De este flamante panorama surgió una consecuencia peculiar: el impacto fue tan notable que desactualizó una parte significativa de la producción del decenio, incluso, de principios de los 70. Creó una especie de grieta temporal en la que cayeron todas esas obras que trataron de evocar la gloria de antaño pero que, al fin de cuentas, le hablaban a un mundo que ya no existía. El caso de “El planeta de los simios” (“The planet of the Apes”, Franklin Schaffner,1968) es particular porque si bien sigue atado a la vieja escuela de la ciencia ficción logra sumar inquietudes de su época. Un ejemplo único que nos permite cuestionarnos si es vertiente de ‘’lo nuevo’’ o el último gran exponente del período clásico del género.
George Taylor (Charlton Heston) encabeza una misión espacial que abandona la Tierra en 1972 y llega a destino 18 meses después, aunque por el efecto de la distancia y la velocidad, en el planeta transcurrieron 2006 años. Entendemos que el objetivo es colonizar otro astro para empezar de cero. Los tres sobrevivientes de una tripulación de cuatro (Stewart, la mujer, muere durante el viaje) descubren que el territorio hallado es dominado por monos parlantes en tanto que las personas ocupan el lugar de los animales.
La crónica del mico en el fantástico revela una curva que alcanza su punto más alto en 1933 con el debut de King Kong y de ahí desciende a los abismos del ridículo. Por eso la caracterización era motivo de inquietud para los productores y de atractivo para el público. En este sentido el maquillaje de John Chambers sobresale, no solo porque desarrolla procedimientos revolucionarios relacionados con el uso de prótesis, sino también, porque permitió la correcta evolución de los personajes otorgándoles expresividad ‘’humana’’ y sorteando la temida carcajada. A raíz de su desempeño tenemos tres grupos tipificados con nitidez: los chimpancés, la población civil, que empatizan con el hombre y guardan un semblante amable; los orangutanes, portavoces de las instituciones, cuyos rasgos generan la sospecha que todo buen dirigente debería provocar; y sí, los militares son gorilas. Esta estratificación clara favorece el progreso de diferentes analogías, algunas más evidentes que otras; emparentadas con la crítica al racismo, el maltrato animal, la xenofobia y, por supuesto, la acumulación de poder. Es a partir de estos debates que trazamos la línea conductora con el espíritu de la era, de un 1968 plagado de objeciones y protestas respecto al orden establecido. Por otro lado, el primate que históricamente simbolizó el instinto salvaje ahora es el reaccionario, el fundamentalismo religioso y la constante puja con la ciencia. Zira (Kim hunter), la veterinaria y Cornelius (Roddy McDowall), el arqueólogo, amparan a Taylor y defienden la búsqueda de respuestas, de avance. Mientras que el Dr. Zaius (Maurice Evans) es el oscurantismo, el portador del secreto final que resignifica la película.
El guion de Michael Wilson y Rod Serling ("La dimensión desconocida") se apoya en la novela homónima de Pierre Boulle, evitando los aspectos cáusticos, pero adicionando uno de los desenlaces más espectaculares de la historia del cine: el astronauta se interna en la ‘’zona prohibida’’ para comprender que no había viajado en el espacio sino en el tiempo. La estatua de la libertad destruida y a medio enterrar no necesita de discursos complejos. El humano es el culpable de la debacle y por eso plausible del desprecio simio, no obstante, esta actitud también esconde el tono paternalista de la autoridad que supone que la ciudadanía no está preparada para asimilar la verdad. El cierre rediseña la obra, le otorga profundidad, múltiples lecturas y, porque no, contradicciones diversas. El pesimismo concluyente le confiere un matiz cercano a realizaciones europeas contemporáneas, sin embargo, el esquema del héroe (soberbio, belicoso) tiene su correlato con el arquetipo tradicional norteamericano. Por todo ello, y respondiendo al interrogante original, podemos interpretar a "El planeta de los simios" como una de las muestras definitivas de la ciencia ficción típica y, aun así, conferirle factores renovadores. Un contraste sobresaliente. El posterior éxito comercial salvó a la Fox que lidiaba con un entorno complicado y, claro está, posibilitó una andanada de secuelas con rendimientos dispares.
Por la plata baila el mono y dos años después se estrena “Bajo el planeta de los simios” o “Regreso al planeta de los simios” (Beneath the Planet of the Apes, 1970), dirigida por Ted Post y con guion de Paul Dehn que en adelante se encargará de los libretos de la saga. En ella, el capitán Brent (James Franciscus) llega al planeta de los simios atravesando la fisura temporal con la finalidad de rescatar a los astronautas perdidos en el primer episodio. Con la ayuda de Nova (Linda Harrison), la nativa silenciosa, localiza a Zira y a Cornelius que suponen que Brent y Taylor son la misma persona porque ‘’todos los humanos son iguales’’.
Vale la pena destacar este detalle considerando que marca el tono y la diferencia con la entrega original. Entonces, las insinuaciones iniciales ahora se acercan peligrosamente al lugar común. Michael Wilson lograba con sus textos reflejar su experiencia durante la gestión McCarthy. Las listas negras tuvieron un efecto rebote y los autores censurados encontraron la forma de acercarse a tópicos polémicos esquivando lo palpable y recurriendo a la metáfora. En cambio, el estudio no tenía la más mínima intención de abordar una obra plagada de tintes políticos en semejante coyuntura. Por suerte la perspicacia no es una cualidad distintiva de los financistas y no advirtieron las críticas escondidas en el argumento. De cualquier modo, tampoco hay que ser un genio para ver que la forma de formular el reproche es mediante el entierro del ícono máximo. Así que por más que el mensaje no sea el colmo del cripticismo, tenía sus vericuetos y advertir el desarrollo de los temas a través del tiempo establecía un entretenimiento singular.
Ahora bien, o Dehn no disponía de la pericia de Wilson, o la Fox vio la veta e impuso una mirada bastante más obvia del conflicto. Lo cierto es que la parábola queda de lado y las observaciones se vuelven un poco torpes. Para muestra basta resaltar la secuencia en la que el ejército simio intenta avanzar hacia terrenos desconocidos y los estudiantes pretenden impedirlo con una sentada, denunciando los defectos de la política intervencionista sobre Vietnam, digo… la zona prohibida. De todas maneras, no debería sorprendernos teniendo en cuenta que el presupuesto se redujo notablemente, es más, estamos en presencia de una estricta serie B en la que se reutilizan recursos de grandes producciones para abaratar costos. Por lo tanto, mientras Brent continúa con su búsqueda por las ruinas de Nueva York, podemos identificar (hablando de metáforas) los escenarios de "Hello, Dolly!" (1969) o "Dr. Dolittle" (1967), musicales pomposos y fallidos que casi hunden a la productora. Sin embargo, es arriesgado suponer que la falta de dinero condiciona las aptitudes de los involucrados, pese a que es usual notar el paralelismo entre bajón económico e interpretativo/narrativo.
A todo esto, Brent descubre una comunidad subterránea de mutantes humanoides con poderes telequinéticos que adoran a una bomba atómica, tienen capturado a Taylor y se preparan para enfrentar a los primates invasores. En este punto se aprovecha a la nueva civilización para reafirmar la idea de que la caída excede a las especies y es intrínseca a la concentración de autoridad. Dice la leyenda que Charlton Heston aceptó volver con la condición de ser el que activa el explosivo que termina con la existencia en la Tierra, y aunque lo logra, la lógica cinematográfica y Jeff Goldblum en "Jurassic Park" (1993), nos enseñaron que la vida se abre camino. “Beneath the planet of the apes” es una continuación correcta a pesar de un notable descenso ligado a la ejecución de las situaciones que marcaron la atmósfera de su predecesora.
“la saga de El planeta de los simios, al margen de leves altibajos, sostiene un nivel constante y que, en conjunto, supera la media; construida a partir de la variedad”
El deseo de Heston, que de alguna manera fue el impulsor de la serie, consistía en cerrar el ciclo con la detonación, una resolución coherente contemplando que habían muerto todos los personajes. No obstante, Dehn echa mano del texto de Boulle en el que Taylor, previo a ser considerado una amenaza, es identificado como celebridad; bastó con invertir los papeles para toparnos con la primera grata sorpresa de la epopeya: “Escape (o huida) del planeta de los simios” (“Escape from the Planet of the Apes”, 1971). Zira y Cornelius (repiten Hunter y McDowall respectivamente) reparan la nave de Taylor con la ayuda de un tercer chimpancé, el Dr. Milo, y consuman el trayecto de vuelta al pasado no sin antes ser testigos de la destrucción de la Tierra.
“Escape from the planet of the Apes” pasa por alto la acción para concentrase, por lo menos en la mitad inicial, en la parodia. El modo elegido revierte situaciones transformándolas en ‘’espejo’’ de las entregas anteriores; entonces, ahora los simios son objetos de prejuicio. A pesar de la aceptación humana inaugural, y a partir de las revelaciones dosificadas a través del metraje, los ‘’simionautas’’ se manifiestan como un peligro a futuro. Por ende, se abre la paradoja y los planteos más interesantes: ¿es merecedor de castigo quien no cometió una falta aun cuando las sospechas (fundadas) lo exponen?
Una vez formalizadas las presentaciones y el tono de la obra, empieza a desarrollarse el conflicto: de un lado el gobierno con una marcada tendencia religiosa, y del otro los científicos (los humanos y los monos). Por lo tanto, los catalizadores son los mismos, y aunque la forma parece frívola, el fondo es profundo. Transcurrido el nudo el clima se enrarece, y lo que a priori parecía una comedia familiar, se incorpora al pesimismo imperante en la saga. Zira está embarazada; las autoridades deciden obligarla a abortar y esterilizar a la pareja dada la preocupación que genera el nacimiento de quien podría equivaler al fin de la civilización. La dupla primate logra evadir a las fuerzas con el apoyo de los veterinarios amigables (encarnados por Bradford Dilman y Natalie Trundy) y encuentra refugio en el circo de Armando (Ricardo Montalbán). Aun así, deben continuar con la fuga ya con el bebé mono a cuestas, para ser ultimados al cabo por el Dr. Otto Hasslein, delegado del sistema y exponente del conservadurismo predominante.
El cambio de matiz puede parecer abrupto, pero está resuelto con soltura, y por más que haya que superar ciertas secuencias que se aproximan al disparate, el oficio de los intérpretes y del director, Don Taylor ("Damien: Omen II", 1978), sacan adelante uno de los mejores capítulos de la colección. Una rareza que abreva de otras fuentes para otorgarle frescura y, en definitiva, revitalizar el legado.
“Batalla por el planeta de los simios es el eslabón débil de la cadena, la muestra cabal de cómo las intenciones de la Fox chocaron con la de los autores y, en definitiva, de la audiencia”
¡El descendiente de Zira y Cornelius vive! La madre logra cambiar crías con Heloise, la chimpancé del circo de Armando. Pasaron 20 años y Milo, ahora Cesar, es un mono joven que descubre los maltratos que su especie sufre por parte de los humanos. "La Conquista del planeta de los simios" o "La rebelión de los simios" ("Conquest of the Planet of the Apes", 1972), ocurre en un 1991 bastante más interesante que el que nos tocó vivir. Los micos del futuro trajeron consigo un misterioso virus que mata a perros y gatos. Los residentes necesitan mascotas y los reemplaza con los pobres primates que pronto se convierten en esclavos. Las implicancias y señales repartidas a lo largo de la película son lo suficientemente elocuentes para diseñar un porvenir distópico que adopta elementos de la ciencia ficción literaria, de las inquietudes del momento y de las corrientes cinematográficas que copaban la pantalla a principios de los 70.
Así identificamos características, tanto de la obra de Geroge Orwell, como de la blaxpoitation que rompía taquillas aprovechando la participación afroamericana en movimientos sociales, revolucionarios y artísticos. De manera que tenemos un estado totalitario que somete a los simios, los subasta y les pone un brazalete con una estrella como para que la alegoría quede bien clara. Además, una figura representante de los desclasados, con todas las cualidades del reciente héroe: violento, casi cruel; el reflejo de lo que, en definitiva, muestran los noticieros de la época; si en el capítulo anterior se escatimaba la acción, en este, toma la posta procurando cotas de agresividad inéditas en la saga. El guion de Dehn es virulento, volviendo al comienzo del artículo, incorpora los rasgos distintivos de ese ‘’Nuevo Hollywood’’ que se está moldeando. Debido a ello, si contemplamos la versión unrated, accedemos a una cinta que responde al clima de la era y se desprende de la pauta primigenia. Sin embargo, el estudio consideró que el cierre era demasiado lúgubre (los monos linchan al malvado gobernador Breck después de un discurso incendiario de Cesar) y lo cambiaron trocando crudeza y carácter innovador por estupidez y tópicos banales. En la variante presentada en cines, Cesar invoca a las fuerzas del cielo en busca de una salida piadosa y Brent sobrevive.
"La Conquista del Planeta de los Simios" es la mejor secuela de la serie. La dirección de J. Lee Thompson ("Cape Fear", 1962) provee una intensidad sin precedentes y la interpretación de McDowall en el rol de Cesar conmueve a pesar de las capas de látex que cubren su rostro. La caracterización del protagonista es ideal, oportunamente oscurecida para la ocasión. Si examinamos las intenciones iniciales de los involucrados planteadas en el desenlace original, deberíamos ponerla al nivel de la primera entrega, por supuesto, sin la importancia histórica. Si optamos por la conclusión estrenada en salas la valoración debería caer, pero ¿por qué haríamos semejante maldad?
"Batalla por el planeta de los simios" ("Battle for the planet of the Apes", 1973), toma lugar después del levantamiento. La guerra diezmó a la población humana. Los monos y los sobrevivientes intentan convivir en el bosque a pesar de la reticencia de los gorilas. Además, en las ruinas citadinas habita un tercer grupo, el germen de los mutantes que animaron (o van a animar) la segunda entrega. César es un líder benevolente, aunque desconfiado. En pos de conocer su historia y el porvenir, viaja a la ‘’ciudad prohibida’’ para acceder a las entrevistas que les hicieron a sus padres durante "Escape from the planet of the apes". Los mutantes interpretan la visita como un intento de invasión y resuelven pagarles con el mismo billete.
“Batalla por el planeta de los simios” es el eslabón débil de la cadena, la muestra cabal de cómo las intenciones de la Fox chocaron con la de los autores y, en definitiva, de la audiencia. Dehn debió dejar el proyecto por cuestiones de salud y fue reemplazado por John y Joyce Corrington, que trataron de colmar las expectativas de los productores que pretendían, una vez más, una cinta familiar y así acaparar la mayor renta posible. En consecuencia, queda a medio camino de todo, no funciona ni como película de aventuras apta para todo público, ni como continuación de una saga que a esta altura tenía vida propia y un marcado tono lóbrego. El presupuesto es ínfimo y se nota, las secuencias de ‘’acción’’ son eternas, el argumento reiterativo y, pese a contar con los mismos involucrados de siempre (más la presencia de John Huston interpretando al legislador, el narrador del cuento), posee una cualidad letal para todo producto que intente seducir a la masa: es aburrida.
A favor podríamos subrayar una decisión que, en honor a la verdad, no sé si fue consiente o una moneda al aire: César tiene acceso a las notas de sus progenitores, sin embargo, la de Cornelius está modificada, ostenta una omisión llamativa: en "Escape from the planet of the apes" nos contó la crónica de su (nuestro) planeta y en ella describe a Aldo como el primer simio hablante y el caudillo que erige las bases de la nueva civilización. Sin embargo, en las cintas encontradas por los exploradores primates, el relato es diferente: Aldo es obviado. En virtud de esta corrección podemos interpretar que César modificó el futuro, de hecho, es uno de los enfoques interesantes que se pierden en la intrascendencia general; incluso, Aldo es la némesis de la imagen conciliadora planteada en la figura de César. Pero, de vuelta, tal vez sea sobreanalizar un mero ardid cuya única función sea motivar el desarrollo de la dicotomía héroe/villano. Por último, mil años después de la revolución, la estatua de César que cierra el capítulo llora aun cuando logró la paz entre especies; de ahí que podamos entender que en realidad no torció el destino y la parada final vaya a ser el comienzo del ciclo. O no. Un enredo que, lamentablemente, pasó por alto los motivos que llevaron al buen funcionamiento.
En resumen, la saga de "El planeta de los simios", al margen de leves altibajos, sostiene un nivel constante y que, en conjunto, supera la media; construida a partir de la variedad y, siempre que pudo, de la elaboración de cuestionamientos contemporáneos sobre cimientos tradicionales. Revirtiendo o, mejor dicho, proyectando el mito del salvaje en el dominante para volverlo el ‘’otro’’ y así, lejos de la utilización clásica que justifica la represalia respecto de la ‘’amenaza’’, lo propone como interpelación, como cuestionamiento a las reglas y a las gestiones que maltrataron a su era y a la nuestra. Y si no contemplen la cantidad de bestias que están accediendo al poder. Unos visionarios.
1 comentarios:
Pedazo de análisis Alonzo! Como siempre un placer leerte. La Batalla curiosamente es la que he visto más veces, y es la que canta más por su espiritu de telefilm explotaiton televisivo en contraste con las creo más elevadas intenciones de trascendencia de las anteriores. Por cierto, tremendo el encuentro de Heston con su clon de combate Franciscus!
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