Crítica: Superdeep

EL RECTOR NOS HABLA SOBRE LA MOHOSA PUESTA DE LARGO DE ARSENY SUKHIN. MUCHA CHÁCHARA Y POCO MONSTRUO

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El cine ruso lo intenta. Ya son unas cuantas las veces que desde aquellas frías tierras de contrastes y en muchos aspectos, pareciera, ajenos a nuestro tiempo, autores autóctonos pasean sus trabajos por un escenario con todos los focos puestos en él como es el del festival de Sitges. Por desgracia y hasta la fecha, sin mucho éxito. Este año, de nuevo se han colado varias propuestas rusas en el programa del festival, siendo las más destacadas “Sputnik” (Ebor Abramenko. 2020) y la que nos ocupa, “Superdeep” (2020), debut en el largometraje de Arseny Sukhin tras un puñado de cortos previos. 

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“Si Sputnik daba el pego como título internacional, Superdeep apesta a la madre Rusia. La puesta en escena tiene un halo teatral y un olor a rancio que tira de espaldas” 

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No es que la película de Abramenko me haya causado gran impacto, pero desde luego sí ha conseguido algo que sin duda ha perseguido el cine de género ruso (por lo general enfocado hacia la ciencia ficción), emular el de sus “camaradas” de Hollywood. “Sputnik”, más allá de su lengua natal, luce y siente en la mayoría de aspectos como cualquier otra cinta de scify que nos pueda llegar desde Estados Unidos, independientemente de que a uno, en lo personal, esto le pueda parecer un logro o no (y ya digo que no es mi caso). 

“Superdeep” ni se libra ni hace el menor esfuerzo por intentar desligarse de esta hasta ahora quimérica empresa, todo lo contrario. Una historia que nos sabemos al dedillo, que sabemos de donde viene y que sabemos quien la ha hecho grande. Muy a pesar de Christian Nyby, fue John Carpenter con su celebrada revisión de la película original de 1951, quien terminó llevándose, con merecimiento, toda la gloria. La autoría de una historia que con el tiempo, se ha terminado por convertir en patrimonio universal del género y receta base sobre la cual construir todo tipo de derivados más o menos acertados. En esa tesitura se mueve “Superdeep”, cogiendo mucho de “La Cosa” (1981), de sus paisajes gélidos (aunque sea de forma breve) y sobre todo, intentando emular los tics de un cine, el de Carpenter, que todos tenemos tan interiorizados, que parecen formar parte de cada uno de nosotros, reconociéndolos tanto cuando están, como cuando no, más como resultado de un anhelo, de una falta, que de una realidad que escapa de lo sub-atómico. 

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“suena a broma de mal gusto que entre tanta paja y charla de almohada, los monstros se pasen buena parte de la función guardados en el armario” 

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Arseny Syuhin coge prestado lo que quiere (o lo que puede) de “La Cosa” y la cosifica valga la redundancia, desvirtuando la esencia divina de aquella al diluir la fórmula junto a otro puñado de influencias a todas luces menos nobles y ahí la raya de puntos se puede rellenar a gusto del usuario, yo me decantaré por la primera que me viene a la cabeza: “Doom” (2005), la adaptación de la popular saga de videojuegos realizada por el polaco Andrzej Bartkowiak, una suerte de cinta de acción con equipo de rescate en base militar siniestrada, criaturas a saber mediante. 

Si bien, la presencia de Milena Radulovic como estelar protagonista a tiempo completo, nos lleva el olfato y algún que otro sentido hacia esa más que correcta precuela de título homónimo dirigida por Matthijs van Heijningen Jr. (ahí es nada), que pese a no tener ni el encanto, ni el superlativo trabajo de efectos especiales tradicionales, ni a Kurt Russell, todo ello patrimonio del clásico de 1984, terminó resultando mucho mejor de lo esperado. Radulovic se postula como una versión exótica de Mary Elizabeth Winstead, en un personaje casi de idéntico rol, pero pasado por el grisáceo filtro de ese telón de fondo tan decadente como siniestro que es el marco de la guerra fría, momento histórico recurrente dentro de la cinematografía rusa y que sin ir más lejos, comparte con su compañera de certamen, “Sputnik”. En aquella, otra mujer, Oksana Akinshina, desarrolla un papel muy similar al de Milena Radulovic, otro punto en común entre ambos filmes y contundente contribución a una edición donde han sido varias las propuestas en las que la mujer ha alzado la voz con autoridad. 

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“se hace algo larga, le sobra relleno y le falta caña, amén de una banda sonora decente, pero ni de lejos es el desastre que se ha querido vender” 

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Si “Sputnik” daba el pego como título “internacional”, “Superdeep” apesta a la madre Rusia. La puesta en escena tiene un halo teatral y un olor a rancio que tira de espaldas. El hecho de que la película haya sido rodada en inglés, lejos de otorgarle esa falsa nacionalidad, ahonda aun más en su naturaleza local, con todos esos rusotes repeinados y con bigotes de pega preocupados en pronunciar la lengua anglosajona e intentando que suene natural. No lo consiguen. En mi opinión, firme defensor de las identidades nacionales en clave de cine, me parece una metedura de pata importante. Ver una película como “Superdeep” en su idioma natal, me parece que le hubiera otorgado un plus de genuidad a un producto que en su intento de acercarse al estandar genérico del cine USA, ni de coña va sobrado de ello. 

En lo negativo dos aspectos fundamentales. El primero, lo torpe de la narración. Un metraje de casi dos horas que se pierde en la redundancia de unos clichés que no llevan a ninguna parte con el único afán de intentar vestir una historia que es simple como el mecanismo de un chupete, por más farragosa que la pinten. En el otro, y este sí sorprende más, el poco abuso que se hace de un apartado artístico notable, con unas criaturas que sin llegar a los niveles de las grandes citas, lucen bien y tienen encanto. Por eso suena a broma de mal gusto que entre tanta paja y charla de almohada, los “monstros” se pasen buena parte de la función guardados en el armario, para terminar utilizándolos de manera casi residual. Y cuando llega la hora de la verdad y el bicho gordo tiene su pequeño gran momento de gloria, resulta que a los guionistas no se les ocurre otra cosa que dejar a la Radulovic en cueros para robarle buena parte de la atención del prime time. Hay que ser sinvergüenza. 

De acuerdo, no es la gran cosa. Pero no está el cine Ruso para tirar cohetes dentro del género y desde luego, esta “Superdeep”, que sí, que se hace algo larga, le sobra relleno y le falta caña, amén de una banda sonora decente (si quieres generar tensión, no metas temas horteras de la tierra, ni el “Paranoid” de los Black Sabbath, por más que mole), pero ni de lejos es el desastre que se ha querido vender en los mentideros habituales. De hecho, si antes te has tragado cosas como “Lucky” (Natasha Kermani, 2020) o “Breeder” (Jens Dahl, 2020), incluso te puede alegrar la jornada. 

Lo mejor: Una protagonista de armas tomar, notables valores de producción (destacando el diseño artístico) y ese punto de exotismo rancio que destila debajo de toda la parafernalia. 

Lo peor: Que esté rodada en inglés, le sobra metraje, le faltan bichos y la hortera banda sonora le baja la potencial erección al más pintado.