sábado, 7 de mayo de 2022

Crítica: The Man in the Orange Jacket

NELLIE VANCE NOS HABLA SOBRE LA PRIMERA INCURSIÓN EN EL TERROR DE AIK KARAPETIAN CHAQUETA NARANJA MEDIANTE


Qué bonito es encontrar una pequeña joya de género de un país como Letonia, donde el fantástico y el terror no se prodigan demasiado. Qué bonito cuando, además, se trata de una película valiente que se aleja de convencionalismos, llamada por tanto a polarizar opiniones e interpretaciones. A pesar de que la filmografía de Aik Karapetian ya nos ha mostrado su gusto por el thriller en películas como “People out there” (2012) y “Firstborn” (2017), “The man in the orange jacket” (2014) supone la introducción por todo lo alto del director al cine de terror más puro. 


“Karapetian demuestra una fuerza visual extraordinaria, poco habitual en una película de tan pocos medios, que se hace especialmente patente en un uso inteligentísimo del espacio y sus posibilidades”


“The man in the orange jacket” nos cuenta la historia de un trabajador de lo que presuponemos que es una gran empresa maderera. Al cerrar esta, el trabajador, ataviado con su particular chaleco naranja de trabajo, se encamina hacia la casa del propietario de la empresa para llevar a cabo una sangrienta venganza, matando al jefazo y a la esposa de este. Lo que parece perfilarse como un home invasion al uso con un trasfondo sobre la lucha de clases se va desvelando, poco a poco, como un relato bastante más oscuro y enfermizo

Y es que, una vez ejecutada la venganza (muy sangrienta y sucia, sin duda uno de sus puntos fuertes) la película comienza a explorar otros derroteros. Al más puro estilo Macbeth, el protagonista intenta hacer suyo todo ese mundo de opulencia y lujo, pero empieza a verse amenazado por su propia paranoia y comienza a dejar de distinguir lo real de lo imaginario. 


“Es precisamente en su apuesta por alejarse de las explicaciones narrativas, donde reside la fortaleza y la debilidad de la película” 


Karapetian demuestra una fuerza visual extraordinaria, poco habitual en una película de tan pocos medios, que se hace especialmente patente en un uso inteligentísimo del espacio y sus posibilidades. El declive mental del protagonista se nos muestra a través de un uso de la cámara que convierte la gran mansión en una especie de túnel claustrofóbico, plagado de rincones oscuros y escondites que ocultan las amenazas (reales o imaginarias) que asedian al protagonista. Del mismo modo, el tiempo comienza a dilatarse y contraerse, dotando a la película de un tono pesadillesco a medida que el protagonista va perdiendo la cordura. 


“no solo me ha parecido una propuesta interesante y valiente sino también una grata sorpresa, más viniendo de un cine que me es tan desconocido como el cine letón” 


Además, el director introduce elementos extraños en la narración que refuerzan la sensación de alucinación (atención spoiler: la amenaza que percibe el protagonista en la forma de una figura con su mismo chaleco que se va aproximando a la casa hasta introducirse en ella sería el más obvio, pero también el cuadro antiguo de una de las salas de la mansión, cuyo parecido con el propio protagonista se va haciendo más patente a medida que avanza el film, o la introducción de un personaje siniestro que le confunde con el dueño de la casa fin de spoiler) y cuyo significado y vinculación con la realidad o la imaginación del protagonista se deja por completo en manos del espectador. 

Es precisamente en su apuesta por alejarse de las explicaciones narrativas, donde reside la fortaleza y la debilidad de la película, pues la elección por parte de Karapetian de dar pocas explicaciones (literalmente, apenas hay diálogo en la película) puede tener dos consecuencias diametralmente opuestas. Puede, por un lado, establecer un muro infranqueable con el espectador, que en la falta de explicaciones se frustre y se aleje por completo del film. Puede, por otro lado, estimular a aquel que entre en el juego desde el primer momento y se conforme con disfrutar del portento visual y la ambigüedad narrativa de la película. En definitiva, y como yo me encuentro en el segundo grupo, diré que “The man in the orange jacket” no solo me ha parecido una propuesta interesante y valiente sino también una grata sorpresa, más viniendo de un cine que me es tan desconocido como el cine letón.


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