sábado, 28 de enero de 2023

Crítica: La Novia de Frankenstein

SHAGGYFARACHE NOS HABLA SOBRE "LA NOVIA DE FRANKENSTEIN". LA GRAN MITAD DEL TERROR


En lo alto de un castillo en medio de una noche tormentosa, Lord Byron y el matrimonio de Percy y Mary Shelley están reunidos alrededor de la espléndida chimenea mientras de afuera el fulgor de los truenos y relámpagos iluminan por momentos a los personajes. Byron está exultante y maravillado ofreciendo loas interminables hacia sus amigos, en especial hacia Mary, quien escribió el escalofriante cuento de terror acerca de un monstruo creado a base de retazos humanos, pero durante un momento se atreve a hacer una crítica al afirmar que siente que a la historia le falta algo para que el final sea perfecto, y es entonces cuando ella los sorprende a ambos para informarles de que la historia no termina ahí y procede a relatar el gran final. 


“Boris Karlof estaba entusiasmado con el proyecto, pero fue difícil convencerlo porque era muy reacio a la idea de que la criatura hablara” 


Así es como empieza “La Novia de Frankenstein” del año 1935, una de las mejores películas fantásticas de todos los tiempos y sin duda la mejor película de todo el ciclo de Monstruos Clásicos de Universal, inclusive mejor que su antecesora, lo cual ya es decir muchísimo. 

Algunas segundas partes sí son buenas, inclusive mejores 

Lo primero que hay que aclarar es que “La Novia de Frankenstein” realmente no debe verse como una secuela per se, sino como la gran mitad inconclusa de “Frankenstein” de 1931, y es así que el visionado adquiere una verdadera potencia ya que ambas películas son muy cortas y en conjunto apenas superan las dos horas. 

Y lo segundo que se debe de aclarar es que el propio James Whale siempre estuvo negado a hacer una continuación porque afirmaba que el impactante final de “Frankenstein” era más que suficiente. Durante los siguientes 4 años Universal barajó la posibilidad de sustituir a Whale por otro director más asiduo a la idea de la secuela hasta que finalmente aceptó dirigirla, eso sí, bajo ciertas condiciones y conservando su libertad creativa intacta, cosa que se agradece porque pudo poner toda la carne en el asador al hacer esta segunda mitad. Y el resultado es más que elocuente. Whale no solo logró conectar ambos filmes de manera brillante, sino que inclusive se dio el lujo de jugar con personajes humorísticos, momentos llenos de humor negro y extraordinarias secuencias con unos efectos especiales sencillamente sublimes para la época, donde las miniaturas del tétrico doctor Pretorius (en la piel de un inspirado Ernest Thesiger, sin duda el que mejor destaca de todo el reparto) producen un extraordinario impacto, inclusive en tiempos actuales. 

Calidad y cantidad garantizada 

Una de las primeras condiciones de Whale era que Universal no escatimara recursos para esta continuación y el impresionante presupuesto para la época de casi 400 mil dólares fue prueba de ello. Boris Karlof estaba entusiasmado con el proyecto, pero fue difícil convencerlo porque era muy reacio a la idea de que la criatura hablara, además de que el maquillaje y vestuario fueron un auténtico tormento para la incipiente artritis que sufría el intérprete de 48 años. 


“el reparto tenía muchísima influencia teatral con una fuerte inspiración inglesa, lo que se siente en las actuaciones profundamente remarcadas y sumamente sobreactuadas” 


Para asegurar todos los caprichos y exigencias de Whale, el productor Carl Laemmle Jr. contó con el respaldo de artistas de la calidad de Charles D. Hall en el diseño de producción y en la dirección de fotografía de Joe Mescall, a pesar de que para ese entonces su alcoholismo estaba muy avanzado y el estudio tuvo que hacer auténticas maromas para llevar y traer a Mescall al estudio cada día de filmación. Sin embargo, la calidad de la fotografía fue más que admirable y Whale lo defendió ante un posible cambio por parte del productor. 

Con todo listo, la producción arrancó el 2 de enero de 1935 extendiéndose durante más de 3 meses en donde no faltaron problemas, inconvenientes e infortunios, entre ellos el más grave fue el accidente ecuestre sufrido por Colin Clive, quien personificaba a Henry Frankenstein, razón por la que se vio obligado a filmar casi todas sus escenas acostado o sentado, lo que provocó no pocos quebraderos de cabeza para los guionistas William Hulbut y John Balderston quienes debieron ingeniárselas para no romper la estructura de las escenas. 

Un ritmo trepidante y rápido en una excelsa obra teatral 

Algo muy común dentro del círculo de Monstruos Clásicos de Universal es el ritmo trepidante, la duración relampagueante de sus producciones y las secuencias electrizantes y directas para no darle ningún chance al espectador de que pierda el interés o la emoción, y en “La Novia de Frankenstein” Whale llevó eso a niveles excepcionales gracias a la labor de edición de un inspirado Ted Kent, que supo sacarle el jugo a los momentos más impactantes de la cinta


“posee una importancia absoluta y demuestra que, a casi 90 años de su estreno, sigue representando una auténtica obra de arte” 


Tanto la trama como el arco de transformación de los personajes es rápido y coherente (algo que en los tiempos actuales parece haberse perdido en muchas producciones sosas y lentas) yendo a lo que nos interesa de manera instantánea y separando la paja del grano. 

Pero no todo es perfecto. Como casi todo el gran Hollywood de la época, el reparto tenía muchísima influencia teatral con una fuerte inspiración inglesa, lo que se siente en las actuaciones profundamente remarcadas y sumamente sobreactuadas, pero es un detalle que se les perdona tomando en cuenta que todavía no había hecho su aparición ese señor llamado Lee Strasberg que 20 años después cambiaría la interpretación cinematográfica para siempre. Es muy posible que para muchos espectadores actuales “La Novia de Frankenstein” no sea más que un artilugio, un residuo arqueológico de tiempos anacrónicos donde ni siquiera existía el cinemascope y cuyo impacto visual ha quedado eclipsado por muchísimas películas de terror mucho más sangrientas, gráficas y explícitas, pero para todos aquellos que amamos el séptimo arte, el bueno y el de verdad, esta obra de Whale posee una importancia absoluta y demuestra que, a casi 90 años de su estreno, sigue representando una auténtica obra de arte que hay que ver al menos una vez en la vida antes de morir.


6 comentarios:

Jason Myers dijo...

Estupenda reseña de una obra de arte, muchas gracias.

shaggy dijo...

Muy amable, gracias amigo Jason, coincido plenamente en que esta obra de Whale es una auténtica obra de arte.

Art0rius dijo...

Gracias por traer clásico de los de siempre! Muchas, muchas gracias por tu reseña.

shaggy dijo...

Muchas gracias por sus palabras amigo Art0rius, prometo seguir ofreciendo el mejor contenido posible. Pendientes de mi próxima reseña, será mucho más contemporánea, pero no menos impactante.

Alonzo sin brazos dijo...

Hola Shaggy! Muy buena reseña. Sin dudas, una de las mejores películas de todos los tiempos.

shaggy dijo...

Muchas gracias por sus palabras amigo Alonzo, las siguientes reseñas clásicas también van a gustar mucho.

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