martes, 28 de octubre de 2025

Crítica: Dracula: A Love Tale

EL RECTOR NOS HABLA SOBRE LA NUEVA ADAPTACIÓN DEL CÉLEBRE VAMPIRO DE BRAM STOKER, CORTESÍA DEL SIEMPRE PARTICULAR LUC BESSON


No sería yo el fan número uno del cine de Luc Besson (salvo "El Quinto Elemento", claro), supongo que tanto como él, del cine de terror, según declaraciones del director galo en una reciente entrevista enmarcada, curiosamente, en un festival de cine fantástico como es el de Sitges. En la presentación de “Dracula: A Love Tale” (2025), el cineasta volvía a remarcar la idea de que su versión de la novela de Stoker estaba mucho más cercana al cine romántico que al de terror. ¿Qué puede esperar pues el amante del cine de terror de esta nueva andadura cinematográfica de uno de los más populares monstruos del género y la cultura popular? 


“como espectadores se antoja ejercicio imprescindible omitir cualquier suerte de comparación con la película de Coppola para disfrutar en toda su esencia de la propuesta de Besson” 


Pues lo cierto y para sorpresa de propios y extraños, un muy interesante acercamiento a la figura del vampiro de Stoker que, cogiendo elementos estéticos de la película de Coppola, consigue adecuar el relato a los caprichos de un cine tan particular y reconocible como es el de Besson. No obstante, como espectadores se antoja ejercicio imprescindible omitir cualquier suerte de comparación con la película de Coppola para disfrutar en toda su esencia de la propuesta de Besson, por más que en ocasiones (y no pocas) esta, nos sugiera lo contrario. 

En otro ejercicio, este de absoluto cinismo por mi parte, diré que para mi sorpresa particular, las prestaciones de Caleb Landry Jones (actor por el que tampoco siento especial predilección) en los huesos del conde resultan tan notables, que algunos pasajes llegan a rivalizar con la inolvidable factura por parte de Gary Oldman en la irrepetible “Drácula” (1992) en la que prometo será mi última mención a la cinta de Francis Ford Coppola. Landry Jones se erige imponente en el prólogo encarnando al príncipe Vlad, de largo, el segmento más brillante y espectacular de la película y en donde más brilla el peculiar actor y músico venido de la américa profunda. Este primer acto resulta abrumador por su ambientación, diseño de vestuarios (la armadura de Tepes da para tocarse) y sobre todo lo demás, por su desbordante epicidad, teniendo su clímax en la fabulosa escena de la renuncia a Dios, todo, al servicio del merecido lucimiento de Landry Jones. 


“Landry Jones se erige imponente en el prólogo encarnando al príncipe Vlad, de largo, el segmento más brillante y espectacular de la película” 


El segundo acto ya nos deja tantas luces como sombras. En él, Besson hace de Besson y se saca de la manga su particular versión de “El Perfume” de Patrick Süskind (Tom Tykwer la popularizaría en el cine), flirteando peligrosamente con ese sentido del humor marca de la casa que por momentos está a punto de traspasar la fina línea que separa lo excéntrico de lo cómico, siendo lo primero perdonable (incluso entendible conociendo al personaje) y lo segundo, intolerable en un marco como el que nos ocupa. Será ya el nivel de tolerancia del respetable el que decida cuanto lo alejan o no de la esencia del cuento original las soplapolleces de Besson. 

Siguiendo con la sorpresa, Christoph Waltz se mueve en uno niveles de interpretación muy por debajo de lo habitual y lejos de sumar, convierte a su personaje (un Van Helsing encubierto) en una desdibujada sombra de lo que debería haber sido (curioso teniendo en cuenta como lo borda en el fabuloso “Frankenstein” de del Toro). Por suerte, Landry Jones vuelve a ofrecer lo mejor de sí en las decrépitas carnes del conde y ahora sí, consigue encajar tanto el universo Besson como sus habituales "excesos" interpretativos en el personaje quien, cogiendo prestada la estética de quien todos sabemos (...), le da una vuelta al personaje para otra secuencia, la de la cena con Jonathan Harker, absolutamente deliciosa, de nuevo con el foco en un portentoso maestro de ceremonias. 


“una película inmersiva, emotiva, por momentos visualmente apabullante y que contiene todos los elementos necesarios para cautivar a cualquier amante de una figura tan icónica como es la del conde Drácula” 


El tercer acto nos muestra a un Landry Jones mucho más terrenal en su versión de Gentleman (aquí la sombra de Oldman se torna demasiado alargada) y es la estupenda Elisabeta / Mina de Zoë Bleu con su atípica belleza e incuestionable magnetismo, quien coge las riendas de la función fagocitando al resto del reparto, Landry Jones incluido, preámbulo al apresurado, loco y digámoslo también, disfrutable fin de fiesta que Besson nos tiene preparados en los Cárpatos, que podría haber firmado el mismísimo Mel Brooks en esa joya atemporal que es “El Jovencito Frankenstein” (1974). 

“Drácula: A Love Tale” es, le pese a Besson, una romántica cinta de terror que sustentada en un magnífico diseño de vestuario, una majestuosa (que no precisamente original) banda sonora y unas grandes interpretaciones de su pareja protagonista, ofrece una experiencia sí, un tanto irregular, pero a su manera, muy respetuosa con el material original (mucho más de lo que cabría esperar), repleta de guiños a la obra maestra de Coppola y capaz incluso de sobrevivir a los caprichos del hereje Besson para una película inmersiva, emotiva, por momentos visualmente apabullante y que contiene todos los elementos necesarios para cautivar a cualquier amante de una figura tan icónica como es la del conde Drácula. Y aunque no de para creer en Dios, alguno sí puede recuperar la fe en la figura de Caleb Landry Jones. 

Lo mejor: El prólogo, el exquisito diseño artístico y las bondades tanto de Caleb Landry Jones como de Zoë Bleu. 

Lo peor: Irregular en su conjunto, combinando grandes momentos con otros no tan inspirados y la irrelevancia de Christoph Waltz.


2 comentarios:

Missterror dijo...

¡Qué delicia este Drácula! Y no, no voy a ser nada objetiva porque siento auténtica debilidad por Caleb Landry Jones, pero es que este hombre construye un Drácula tan magnético que es imposible apartar la mirada.
Yo tampoco soy fan de Besson, pero es innegable que tiene sello de autor y esto puede gustar más o menos, pero no engaña. Toda película de este director tiene Bessonadas en algún momento. Bessonadas que me suelen alejar mucho de la trama y hacen que la película se suela caer con todo el equipo, pero en este caso, bessonada mediante, hay algo tan absurdo y a la vez tan simple y efectivo en toda la parte "Perfume" que termina encajando bien y, aunque esté bordeando la línea del ridículo, se queda justo un paso antes y no cae en ese precipicio.
Por lo demás, este nuevo acercamiento al Drácula de Stoker/Coppola me parece la mar de interesante, siendo, como comentas, la parte de la cena con Jonathan Harker para enmarcar.
Me ha parecido lo suficientemente épico como para adorar a este Drácula y la historia de amor, que es de lo que se trata, es tan potente que atrapa. El casting es brutal (excepto Waltz, que también opino que simplemente pasaba por allí), la música deliciosa y a excepción de las horribles gárgolas (de lejos la peor decisión de la película a todos los niveles), los efectos digitales son bastante digeribles.
Landry Jones lleva robando mi corazón desde "Antiviral", pero con sus tres últimas interpretaciones ("Nitram", "Dogman" y "Drácula") estoy ya a otro nivel.

Recomiendo encarecidamente ver esta película en versión original para ver los cambios de registros de este Jones. Pura maravilla.

Un abrazo.

Art0rius dijo...

Dentro de que me parece un remake descarado de la versión de Coppola (y las puñeteras gargolas, pero muy del (mal) gusto de Besson), yo ya había descartado su visionado. Pero el análisis me ha picado la curiosidad, así que probaremos!

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