Crítica: Nirvana

NIRVANA, película italiana, año 1997. Dirección de Gabriele Salvatore. En el cartel promocional, una deidad de piel azul (avatares del destino) hace gestos obscenos a dos manos. Mientras, su lengua cuelga fuera un par de palmos, como una bandera roja, para alertar a algún bañista imprudente de que hay tiburones en esa playa, o a un espectador de que vigile donde coño se mete.... Cierto, no suena muy alentador.

A veces vas caminando por la calle y algo que brilla desde el suelo llama tu atención. Te acercas cauteloso y descubres que se trata de una moneda. Y cuando te agachas ya a recogerla ves que alguien a quien le sobraba el dinero ha estado probando su puntería con ella a base de generosos lanzamientos de lapos, con mayor o menor acierto.

Algo parecido a eso fue lo que me pasó el otro día cuando, rebuscando en los contenedores de basura del tedioso vertedero intergaláctico, me encontré con NIRVANA. "¡Sajodío, bienaventurados los que hallen un paraíso entre la mierda!", mascullé mientras la guardaba con desgana bajo mi mugrienta chaqueta. Ya en mi guarida, deprimido ante el brik de Gallina Blanca que me esperaba como única cena sobre la no mesa, me dije que tal vez pudiera distraer los ruidos de mi estómago con una película, entretenida o no. Al ver que el protagonista era Cristopher Lambert, casi lanzo el CD de la película por la ventana. Lo único que refrenó mi impulso fue que pensé que tal vez podría decapitar irresponsablemente a algún inmortal que pasease por allí. La cosa es que me abstuve de convertirme en campeón de lanzamiento de disco y deposité la película con cierta repugnancia (Lambert, Lambert) sobre la no mesa del no salón. Este señor se tenía que apellidar Lambest, para ser exacto. Porque es el tipo más borrego que he visto actuando en mucho tiempo. Lo de Cristopher no le va tan mal, pues ha DESCUBIERTO que poniendo cara de jugador de póker estrábico se puede ganar mucha más pasta en el cine que sobre el tapete verde. Y eso es un gran descubrimiento. Al menos para él.

Mi no mesa es media puerta de armario, con un póster de Jessica Alba grapado en la tabla, dispuesta sobre dos bidones de gasolina quemados. Mi dolmen alimentario, como yo lo llamo. El no salón es la única habitación de mi no casa. Algunos estamos en crisis en este país, aunque no tengamos ninguna hipoteca por pagar. Dudé si quitar el póster cuando encontré aquel trozo de madera, pero las noches son aquí muy largas y frías. Jessica es casi invisible a estas alturas, debido a los goterones de caldo de pollo y a los goterones de caldo de la hembra del pollo. Allí quedó la peli, aguardando mi decisión.

Os preguntaréis como puede un tipo como yo tener un PC portátil con lector de CD. Pensáis sólo un poco y ya dejais de preguntároslo. Eso está bien. Los seguratas del Media Markt no compran en Media Markt. Porque ellos sí son tontos. Metí el CD mientras echaba un vistazo de nostalgia al póster de Jessica y empecé a alucinar con Nirvana. Nirvana habla de las realidades alternativas. Os voy a explicar qué son sin necesidad de "despeinarme" ni de recurrir a la física cuántica: vas por la calle y te encuentras una moneda. En una realidad te compras con ella un brik de caldo de pollo. O, en otra realidad, la dejas allí y te vas a la cama sin cenar. Voilà. Eso son realidades alternativas. Pues de eso va la peli.

Jimi Dini (los tipos del futuro tienen nombres así. No pienso evolucionar) es un desarrollador de videojuegos acojonantes que ha creado una virguería de proporciones paradisíacas: Nirvana. Pero el programa tiene un virus que despierta la conciencia de uno de sus personajes, haciéndole tomar conciencia de sí mismo. Hasta aquí nada nuevo, Jardiel Pontela Poncela ya hizo algo parecido con "Cinco personajes en busca de autor". Pero es que resulta que el propio protagonista tampoco tiene muy claro cómo perdió a su mujer. Así que cuando el tipo del videojuego, su personaje, le pide ayuda, él ve una oportunidad de encontrar su propia redención, eso que tan a menudo se pierde en las películas y que tan importante parece ser encontrar. No me preguntéis para qué sirve, que igual os respondo.

La historia está muy bien planteada, con chispeantes toques de humor negro. Vencida nuestra inicial repulsa al bueno de Cristopher, a lo que ayuda una escena inicial en la que su robot doméstico le da sopa gallina Blanca con ondas, empezamos a ver que una peli puede ser mucho más que su actor principal. Afortunadamente. Estamos ante un producto netamente cyberpunk, que podría engrosar las listas de títulos como El Neuromante de William Gibson, Software de Rudy Rucker o Crystal Express y otos libros de relatos de Bruce Sterling (imprescindible resulta, de este último, "Días verdes en Brunel").

Sterling definió el cyberpunk en estos términos: <Cualquier cosa que se le pueda hacer a una rata se le puede hacer a un humano. Y podemos hacer casi cualquier cosa a las ratas. Es duro pensar en esto, pero es la verdad. Esto no cambiará con cubrirnos los ojos. Esto es cyberpunk>.

Personalmente creo que se trata de una definición brillante del género. Nirvana bebe directamente de estas fuentes y hasta se baña en ellas en pelota picá y con todo el descaro del mundo. El propio socio sin ojos de nuestro bizco protagonista en la película podría muy bien nacer de una libre inspiración en el héroe de Neuromante, Case. Su alter ego gordinflas en el videojuego, de un lejano parecido a Mike Hammer, que alguien tome nota, muy bien podría haber aparecido en “eXistenZ” de David Cronemberg.

¿Es entonces Nirvana más de lo mismo? Radicalmente, NO. Y ello porque sabe combinar con sabiduría secuencias de acción con situaciones divertidas. Es cierto que le falta punch en algunos momentos, que la historia a ratos se hace previsible. Pero engancha. Y ello porque sabe cambiar continuamente de escenarios, pasa de un esperpéntico personaje a otro como quien no quiere la cosa y hace que la cosa no decaiga. Incluso algunas escenas fallidas como SPOILER la persecución a que se ven sometidos los protagonistas por los bizarros y malvados sicarios de la todopoderosa corporación Okosama Starr FIN SPOILER A tal fin el aderezo de música y ropajes en los distintos distritos de la ciudad (barrio árabe, barrio indio,...) con un esforzado rodaje en interiores que simula zonas abiertas con loable acierto. Todo esto hace que la película se convierta rápidamente en una caja china, una peli en otra peli, una historia dentro de otra, una matriuska cyberpunk cuyas evoluciones pueden hacernos perder la chaveta si no estamos atentos a su danza.

Lambert casi lo consigue esta vez. Además, como en el film abusa de las drogas, hace que aceptemos estrabismo como enfermedad de compañía- El personaje femenino, si nos olvidamos de su inconmensurable belleza, rechina un poco, en cambio, sobre todo cuando se queda sopinstant a base de coca azul. Pues vaya mierda de coloqueta, mushasha, me quedo con la coca cola. Claro que te dicen que va harta de sueño, aunque el motivo para que el guión pretenda tal cosa no queda muy claro. O eso o lograron que yo mismo diera una cabezadita justo en el momento que lo explicaban, y me perdí algo.

Y ahí vemos lo peor de esta peli, las inconsistencias a nivel de guión, que si bien en ningún caso resultan inhabilitantes, sí que son harto incómodas. Vamos, que castrar no castran, pero si que tocan los cojones con reiterada insistencia. Aparte de que en los efectos especiales parece que sólo contaban con la inestimable ayuda de Rupert Te necesito. Pero bueno, dinero manda, manda dinero. El film tiene sus logros, que nadie se llame a engaño. una atmósfera inquietantemente cercana, ambientes cargados de ciberbasura y trashmetal, una distopía visual en toda regla a la que los cutres y pobres FX , en muchos momentos, parecen incluso ayudar.

Por qué me casé aunque ella tuviera bigote: Porque una historia es divertida mientras dura la diversión y mientras la diversión sea dura. La belleza de la protagonista, los escenarios étnico distópicos y las situaciones de humor, que recaen sobre todo sobre el frikiman polifémico, merecen la pena.

Por qué me divorcié en el acto cuando la mate porque era mía: Porque manda huevos que los efectos digitales de 1997 parecen los mismos que se emplearon en 1897 y porque no me gusta que me “cutrentretengan” con un guión, no tanto manido como inconsistente.