Crítica: The Moth Diaries

“A veces, con sus ojos empañados me estrechaba contra ella y sus cálidos labios cubrían mis mejillas de besos. En tales circunstancias susurraba casi sollozando:-Tú eres mía y serás mía, y tú y yo hemos de ser una sola para siempre...”

¿Existen realmente los vampiros? Me refiero a personas poseedoras de un encanto fascinante, capaces de absorber la energía de sus semejantes sin que éstos se percaten, de provocar una especie de hipnotismo sobre sus víctimas, de dominar la mente subconsciente de otras personas y de llevarlos a la obsesión hasta el punto en el que puede resultar fatal...?.

La directora Mary Harron es la responsable de “The Moth Diaries”, una película que adapta la reciente novela homónima escrita por Rachel Klein, pero no es la primera vez que Harron adapta una novela para la gran pantalla, ya que en el 2000 fue la que se atrevió con la estupenda “American Psycho” de Bret Easton Ellis, y aquí amigos míos, se podría abrir un gran debate sobre esa adaptación que protagonizó de manera magistral aquel desquiciado Christian Bale, pero no estamos aquí reunidos para hablar de aquella, aunque como ésta es mi crítica, me puedo permitir darle las gracias públicamente a la señorita Missterror por hacerme llegar de manera totalmente inesperada y desinteresada una copia del libro descatalogado de Easton Ellis, para que así pudiera ver con mis propios ojos que entre el libro y la película hay un mundo, y eso fue exactamente lo que vi. Por cierto querida, ha pasado casi un año y aún me lo tienes que dedicar.

El caso es que quien escribe no se ha leído la novela de “The Moth Diaries” (se admiten regalos inesperados y desinteresados...), pero no hace falta ser un lince para darse cuenta de que esa novela está totalmente influenciada por otra muy famosa de 1872, me refiero a “Carmilla” de Sheridan Le Fanu, el clásico que narra la historia en primera persona de Laura, una joven que vive con su padre y dos sirvientas en un antiguo castillo en las lejanías de Austria. Laura se siente sola y desde niña sufre unas terribles pesadillas. Un día, cerca del castillo, un carruaje sufre un accidente, al acudir a socorrerlo, una mujer que viajaba en su interior les pide que durante unos días cuiden de su joven hija Carmilla, ya que ella debe partir de manera urgente. La nueva inquilina mostrará algunas rarezas en su comportamiento, pero Laura y Carmilla se harán amigas rápidamente. Cuanto más tiempo pasen juntas, más deslumbrada quedará Laura por la belleza de Carmilla e iniciarán una relación muy intensa, muy romántica. Pero alrededor del castillo comenzarán a ocurrir sucesos sobrenaturales, y Laura verá la imagen de Carmilla bañada en sangre en una de sus pesadillas. De pronto Laura sentirá deseo, ansiedad, anhelo y terror por Carmilla, y es que la joven resulta ser un vampiro, y la historia termina de manera trágica, como sucede en todas las historias vampíricas.

Pues bien, os he resumido la historia de Le Fanu, porque “The Moth Diaries” ha cogido claramente como base ésta historia, y lo ha variado incorporando un personaje más, uno con el que crear más juego, uno que vendría a ser “la novia de Laura”, el problema es que con este trio protagonista se podía haber sacado mucho mas jugo. Y os diré que incluso en la propia película se hablará de ésta novela. Pero no nos quedemos sólo con la obra de Le Fannu, pongamos toda la carne en el asador, añadamos también influencias de otras novelas vampíricas que pasaron a la gran pantalla, como por ejemplo “Drácula de Bram Stocker”, y así metemos un poquito de la degradación de Lucy Westenra.

Pero para saber mejor de que va todo esto, tenemos que regresar  un momento a la escuela, más concretamente a un privilegiado internado de chicas adolescentes. Allí nos encontraremos con Rebecca (Sarah Bolger), una guapa jovencita de 16 años que tiene la costumbre de escribir sus pensamientos más íntimos en un diario, unos pensamientos que básicamente se centran en su querida, muy querida, compañera Lucie (Sarah Gadon). Y he aquí Rebecca y Lucy, dos bellas amigas tan íntimas como aquellas Mina Murray y Lucy Westenra, aquellas a las que les gustaba decirse cuanto se echaban de menos y cuanto se amaban en las cartas que llenaban las páginas de la famosa novela de Bram Stocker. Pero por lo visto, las Lucy's son dadas a enfermar, son criaturas frágiles que poseen un gran entusiasmo, y esto las puede arrastrar a la más profunda de las seducciones hasta terminar ahogándose. Todo cambiará cuando, de pronto, llega una nueva estudiante al internado, la perturbadoramente bella Ernessa (Lily Cole), quien entablará una intensa amistad con Lucie, quien de pronto parece haberse olvidado de su querida Rebecca. Lucie se irá consumiendo tanto física como emocionalmente, y Rebecca, que sigue queriendo de una manera sobrenatural a Lucie, será víctima de los celos mientras siente una gran preocupación por su buena amiga, ya que cada vez se irá convenciendo más de que Ernessa es una vampiro que se está alimentando de su amada Lucie.

¿Os habéis quedado con la copla, no? Aquí lo que hay es un sinfín de afectos, emociones y sentimientos encontrados, también de desengaños, de amores no correspondidos, de traumas familiares, de celos y sobretodo de amistad, pero como dijo mi admirado Stieg Larsson: La amistad es probablemente la forma más común de amor. Y según la teoría de Sigmund Freud: El amor es la expresión del instinto sexual y lo contrario al amor, no es el odio...sino la indiferencia. Combinemos esto y llevémoslo a la práctica y lo que nos saldrá es la siguiente ecuación: A-B+C= Lesbianas³, un triangulo amoroso donde Rebecca será la buena, Ernessa la mala, y Lucy la víctima.

Aquí abro un paréntesis para hablar de un tema obligatorio, el vampirismo y la homosexualidad. Veamos, que esto es muy interesante, los vampiros siempre se han descrito como criaturas de una sexualidad transgresora, seres a los que a la hora de hincar el diente para darse un tentempié, o incluso a la hora de buscar a su eterno acompañante, no les importa si se trata de un hombre o de una mujer, lo hemos visto en multitud de ocasiones, incluso en otras novelas que fueron llevadas al cine, por ejemplo en “Entrevista con el Vampiro” con la relación homoerótica entre Louis y Lestat y también entre Marius y Armand, o en “El Ansia” con el emocionante amor lésbico entre Miriam y Sarah. Ejemplos de un amor intenso, que roza lo enfermizo, que rezuma un erotismo casi depredador y que resulta tan visceral que llega a ser doloroso e incluso peligroso. Así que, llegados a este punto, esta claro que los vampiros son seres bisexuales, tanto a la hora de alimentarse, como a la hora de enamorarse.

Y en todo esto tenemos polillas, esas criaturillas aladas que se ciegan con la brillante luz, y no os lo vais a creer, pero esta noche mientras cenaba tranquilamente en el salón de mi casa, entró una gran polilla y se puso a revolotear alrededor de la lámpara de techo (esto es totalmente verídico y tengo testigos), y mientras la observaba me preguntaba si los humanos, inconscientemente, también sufrimos algún tipo de comportamiento suicida, algo que nos haga golpearnos una y otra vez con algo hasta fallecer, algo que nos trastorne, al igual que esos insectos voladores que buscan la luz de las estrellas y de la luna para que les guíe, pero que engañadas por algo artificial, una mentira, se terminan encontrando con la muerte. La luz artificial no debería cegarlas, deberían seguir su camino, el camino que las oriente para seguir volando, porque a veces seguir un camino que parece que no tiene fin, te lleva a tu destino y en ese destino sólo tú decides.

Dicen que en toda buena historia de vampiros se encuentran tres elementos esenciales: Sexo, Sangre y Muerte. ¿Se hallan estos tres elementos en “The Moth Diaries”? Veamos: SEXO: Siento deciros que no, un rotundo no. Aunque sea evidente que las protagonistas se sienten atraídas de una forma intensa, aquí no se ve ni un solo beso lésbico, nada, solo miradas, algún que otro roce y mucha sonrisilla traviesa, pero nada que llevarse a la boca, en toda la película tan solo existe una secuencia vampirico/lesbica pero resulta tan poco nítida y difusa que aún me estoy preguntando si fueron imaginaciones mías. SANGRE: Pues tampoco hay mucha, no al menos de la de mancharse los colmillos y todo el morro en aperitivo. Aquí la sangre es más bien accidental, alguna que otra cosa nos encontraremos, pero será la secuencia que da origen a la imagen promocional de Lily Cole manchada de sangre la que llegue a la cúspide (tal vez se tenía que haber puesto el chubasquero de Patrick Bateman), aunque tampoco se la podría calificar de una película sangrienta, más bien utiliza la hemoglobina de una forma poética. MUERTE: Pues si, de estas hay unas cuantas, pero no lo suficientemente inquietantes, ni explícitas, ni inesperadas, como para producirnos un escalofrío que nos recorre la espalda, aunque cabe destacar la experiencia traumática que sufre la protagonista en el pasado.

“The Moth Diaries” es una proposición muy poco indecente, incluso inocente diría yo, y ese es uno de sus grandes errores, le falta crueldad, atrocidad, le falta sexo, sangre y muerte. Cuenta con una factura técnica absolutamente brillante, unos buenos personajes y unas excelentes interpretaciones, pasemos lista: Sarah Bolger, la guapa actriz irlandesa se mete en la piel de la protagonista y consigue hacerse con las riendas de todo, una joven que no tenía el placer de conocer y a la que espero continuar viendo en otras producciones, la chica promete. Por otro lado tenemos a esa extraña con cara de siniestra muñequita de porcelana, Lily Cole, a la que pudimos ver en “The Imaginarium of Dr Parnassus”, y que será la protagonista de la primera película dirigida por Marilyn Manson, “Phantasmagoria: The Visions of Lewis Carroll”, y es que Lily Cole con sólo su rostro ya tiene la mitad del trabajo hecho, pero en el futuro, un poquito de expresividad no vendría nada mal. Luego tenemos a la frágil y dulce Sarah Gadon, que no resulta ni de lejos, ni tan dulce, ni tan interesante como el personaje de Lucy Westenra de Coppola (donde vamos a parar...), aunque la muchacha hace lo que puede para lo poco que sale, y por cierto, a la Gadon la veremos en breve en el debut del hijo de Cronenberg, “Antiviral”. Y para terminar, meteremos a un hombre, a Scott Speedman, un actor a quien hemos podido ver en “Los Extraños” y en las dos primeras entregas de “Underworld”, y que aquí hará el papel de profesor de literarura. Sé que muchos pensaréis que meter a este atractivo individuo en un internado de chicas adolescentes con las hormonas desquiciadas, es tan peligroso como meter a un grupo de gremlims en un aquapark, pero creedme si os digo que no es para tanto, porque en esta película parece que Mary Harron, la directora, no sabe sacarle partido a las cosas, siempre se lo sirven todo en bandeja y ella lo termina tirando todo a la basura. Ya os he dicho que no me he leído el libro, pero miedo me da sabiendo los estragos, estropicios y mutilaciones que hizo Harron con la brutal novela de Bret Easton Ellis, y lo más terrible...comienzo a pensar que esta mujer no sabe como finalizar correctamente sus películas, no encuentra el broche, no sabe cerrar el círculo, porque aquí volveremos a sentir cómo ese calorcillo de la vergüenza ajena nos sube hasta los ojos, algo parecido a lo que muchos de nosotros experimentamos mientras contemplamos atónitos ciertas secuencias de “Livide” (Alexandre Bustillo y Julien Maury, 2011).

Pues hasta aquí la visita al internado de chicas, como habéis podido ver no era tan excitante como a priori parecía, aquí los camisones blancos son de cuello vuelto y llegan hasta los tobillos (marca cangrejus), algo que pone muy difícil la tarea de los hematófagos, no sólo porque morder algodón produce cierta dentera, sino porque nos termina bajando la líbido hasta los infiernos. Y aquí el sabor de la sangre puede resultar más amargo que dulce.

Pero...¿Realmente existen los vampiros? Pues yo estoy convencida de que si, existen.

Lo mejor: Las alusiones a Carmilla y los flirteos con el vampirismo homosexual. Las actuaciones, especialmente la de Sarah Bolger, que con su rostro consigue plasmar a la perfección todo un mundo de sentimientos. El suspense que se va creando alrededor de la figura de la siniestra Ernessa. La atmósfera melancólico-gótica.

Lo peor: Que por no arriesgar se queda en prácticamente un cuento de niñas, porque parece mentira que entre el siglo XIX y el siglo XXI, entre “Carmilla” y “The Moth Diaries”, nos encontremos que la primera sea mucho más transgresora que la segunda (teniendo en cuenta la época). Que le faltan giros inesperados, algo que nos quite la sed de sangre, de sexo y de muerte sobretodo en el tramo final de la película, necesitamos un poco de sustancia para alimentar nuestras sucias mentes. Y sobre todo, el final, que hubiera sido mejor no verlo, por predecible, bochornoso y facilón.