jueves, 20 de septiembre de 2018

Crítica: Boar

Para enfrentarse a una película como “Boar” (estrenada en el 2018) hay que tener muy claro lo que uno se va a encontrar en ella, porque quien espere algo de cierto nivel, se va a llevar una gran decepción. Teniendo claras las aspiraciones de la película, su argumento es una mera disculpa para mostrar las andanzas de un sanguinario jabalí, el visionado puede hasta resultar satisfactorio. “Boar” está hecha para disfrutar con cada embestida del cerdo gigante, que es un auténtico serial killer tanto por su forma de moverse como por su forma de matar. La mejor forma de ver “Boar” es celebrar cada uno de los asesinatos del bicho porque la película tiene muchas carencias, pero al menos ofrece el gore que buscamos en ella. El jabalí es capaz de comer brazos, piernas y hasta de arrancar cabezas de cuajo a los más afortunados, todo un campeón.


“sería un gran error considerarla un remake de Razorback, porque Boar es precisamente la antítesis de la película rodada en 1984”


Creo que también sería un gran error considerarla un remake de “Razorback”, porque “Boar” es precisamente la antítesis de la película rodada en 1984. “Razorback” es una joya, una película que debería ser de culto por sus muchas virtudes. Fue el primer éxito del director Russell Mulcahy, cuya siguiente película sería “Los Inmortales” (Highlander, 1986). “Razorback” se caracteriza por tener un argumento consistente como base, por momentos un tanto estrambótico, que toca varios temas como la matanza despiadada de canguros en Australia al servicio de una empresa que prepara carne para perros. También se adentra en ese oscuro mundo que representan los lugareños, desconfiados y agresivos con todo lo que representa el mundo exterior. Con ese argumento que también toca la venganza y el romance, el jabalí asesino llega a quedar relegado a un segundo plano.

Pero por encima de todo, “Razorback” destaca por la fotografía bestial de Dean Semler que, con unos horizontes cargados de tonalidades rosas y azules, es una obra expresionista y llena de simbología en la que cada fotograma daría para hacer un póster y colgarlo en la pared. Es cierto que en su parte final pierde fuelle en todos sus apartados, principalmente técnicos, y ni las actuaciones, ni el guion, brillan como en el formidable primer tercio de la película, pero con todo es una película imprescindible dentro del género. Mención aparte merece una escena en la que el protagonista hace una travesía por el desierto tras ser abandonado y que tiene elementos surrealistas que parecen diseñados por el propio Dalí.


“sobre una historia sencilla y utilizando unos personajes poco perfilados y del montón, el director logra que el jabalí sobresalga por encima de todos ellos”


"Boar", por el contrario, tiene un guion muy sencillo que sigue los cánones de las monster movies. Comienza con una serie de ataques aislados en la oscuridad, que no son más que unas pinceladas de lo que está por venir, para posteriormente mostrarnos al puerco en todo esplendor y a plena luz del día. También hay una típica escena en el bar, que sirve como centro de reunión de la zona (tal y como sucedía en la película Temblores), en la que el borracho del pueblo cuenta que vio a un jabalí gigante, pero nadie le hace caso. No se podría esperar otra cosa de Chris Sun, un director especialista en slashers y gran conocedor del género con una filmografía compuesta por películas como “Come and Get Me”, 2011, “Daddy’s Little Girl”, 2012 y “Charlie’s Farm”, 2014.

De esta forma, sobre una historia sencilla y utilizando unos personajes poco perfilados y del montón, el director logra que el jabalí sobresalga por encima de todos ellos, erigiéndose así en el protagonista absoluto e indiscutible de la película. Si por un lado dar todo el protagonismo al cerdo me parece acertado, las actuaciones de todo el reparto me parecen bastante mediocres. Intervienen en la película caras australianas conocidas como el ex luchador de la WWA, Nathan Jones (Troya, 2004, Conan, 2011, Mad Max, 2015), Bill Moseley (The Devil’s Rejects, House of 1000 Corpses), Steve Bisley (Mad Max 1977), Chris Haywood (Razorback) y John Jarratt (Wolf Creek), que personalmente creo que es el único que da la talla interpretando a su personaje. Al resto, el jabalí se los merienda con enorme facilidad.


“Boar no se toma en serio a sí misma y está concebida por el propio director como una comedia de terror”


“Boar” no se toma en serio a sí misma y está concebida por el propio director como una comedia de terror. No hay más que ver el personaje del gigante Nathan Jones haciendo de “tío Bernie” para darse cuenta del despropósito que sería tomarse la película en serio. Lástima que, pese a algunos momentos de humor en las escenas más sangrientas, le falte el descaro necesario para que sea realmente divertida. Chris Sun, además de ser un fan de las Aussie Horror Movies, películas de terror australianas que tantas tardes de gloria no han dado, es un defensor de los FX en detrimento del CGI (también por falta de presupuesto en sus películas, todo sea dicho). En “Boar” el jabalí es un muñeco de fibra de vidrio de 4,5 metros movido por varios hombres. En la escena de la lucha cuerpo a cuerpo con Nathan Jones, el muñeco se les rompió en pedazos tras los puñetazos del “tío Bernie” y el rodaje siguió con algunos remiendos. 

El Outback representa en Australia 2/3 de su territorio, un impresionante paisaje que se convierte en un escenario ideal para este tipo de películas. En el caso concreto de “Boar” es una pena que la fotografía no tenga ningún tipo de protagonismo. Tampoco tiene el perfil de western que sí tenía “Razorback” y que le daba una magia tan especial. No son las únicas películas que tienen a un jabalí asesino como gran protagonista, también están “Pig Hunt”, 2008, o la coreana “Chaw”, 2009, que tuvo bastante éxito. Pero hablando de westerns hay uno del año 1977 de J. Lee Thompson, el director de “Cape Fear” (1962), titulado “The White Buffalo” y con Charles Bronson como protagonista, que a mí siempre me ha parecido un antecedente a este tipo de películas. En mi opinión es una rareza dentro del género que, pese a su cuestionable calidad, merece también la pena mencionar.

Al final, como dice Chris Sun, ¿a quién no le gusta ver una película con un enorme jabalí salvaje comiéndose a la gente?

Lo mejor: El jabalí gigante, un carismático muñeco con mente de psycho killer.

Lo peor: Sus carencias visuales, con una fotografía poco cuidada que desaprovecha la grandeza del Outback australiano, y unos personajes demasiado superficiales.


2 comentarios:

El Rector dijo...

Muy de acuerdo con el análisis. Lo mejor sin duda es el diseño del monstruo y las divertidas escenas gore que nos regala. Que gusto da cuando se obvian los indeseables efectos digitales y se apuesta por este tipo de trabajos artesanales. Una pena que el resto no acompañe, más allá del carisma de John Jarrat, muy poquito más destacable. Duele especialmente el poco partido que se saca de un escenario con tanto potencial, sobre todo teniendo en cuenta lo cuidadas que suelen estar en este sentido las producciones australianas.

Puede que el hecho de esperarme un producto más serio halla jugado en mi contra pero sí, una pequeña decepción.

Saludos.

RONETTE PULASKI dijo...

Cierto, yo al guion ni le pongo peros, que al final es lo que uno busca en una película como ésta, pero joder con las actuaciones y lo poco que se esmera en otros elementos como la fotografía.
PS. Si hace tiempo que no veis Razorback os la recomiendo, me encantó volver a verla.
Saludos

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