Crítica: Haunt

Es un hecho. Todo el mundo que me conoce cree que me encantan las casas del terror. Incluso la gente que no me conoce lo cree, cuando la realidad es que no solo las odio, sino que soy incapaz de entrar en ninguna de ellas, por cutres que sean. Hay dos cosas que me paralizan hasta hacerme llorar: las alturas y las casas del terror, tal cual. Por inverosímil que parezca, lo que me hace disfrutar desde el sofá de mi casa o la butaca del cine, me aterroriza en cualquier otra ubicación. Podéis decirme que allí dentro todos son actores hasta que se os irriten las cuerdas vocales, en mi cabeza esto no funciona así. Las casas del terror son trampas mortales y da igual si es Freddy, Myers, un infarto o el mismísimo Pazuzu quien acabará conmigo, pero mi realidad es que si entro, ya no salgo y esto sí que es un hecho. Hoy estoy de suerte porque puedo explicarme mucho mejor gracias a la película que nos ocupa: “Haunt” es la representación gráfica de lo que mi mente proyecta cada vez que alguien me invita a una de estas casas encantadas, así que la respuesta siempre será no.

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“Una propuesta como Haunt lo que necesita es empezar con fuerza y no decaer en ningún momento, por muy incoherente que pueda ser el guión”

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“Haunt” se presenta como una película de terror rápida nacida de la mano de los guionistas de “A Quien Place” (John Krasinski, 2018). Dicho así, parecerá un simple dato, pero es algo a tener muy en cuenta, pues Scott Beck y Bryan Woods, vuelven a escribir a dos manos otro guión que se aleja mucho de aquel que les hizo famosos. Esta vez, escriben y dirigen así que dificultad añadida. Demasiadas cabezas pensantes para dar forma a un tipo de entretenimiento sencillo al que no hay que prestar tanta atención a los detalles, sino al regocijo. En “Haunt”, estos dos cerebros se complementan bien, pero los veinte dedos de las cuatros manos, no son tan certeros como en su creación más celebrada. Dicho de otra manera: estamos ante una película muy entretenida y correctamente dirigida, con un guión que hace bastantes aguas.

Qué pesados somos siempre echando la culpa de todo a los guiones, ¿verdad? Bueno, cuervos, es que es algo muy importante. Vital y determinante en la mayoría de los casos, aunque hay otros casos, como el de “Haunt”, donde no es lo primordial. Una propuesta como “Haunt” lo que necesita es empezar con fuerza y no decaer en ningún momento, por muy incoherente que pueda ser el guión. Beck y Woods consiguen las dos cosas, dirigir una película divertida y hacer que obviemos las lagunas del guión gracias a la agilidad. “Haunt” no tarda nada en arrancar, lo hace ya en los primeros quince minutos. Al grano, que en planteamientos como este, no demorarse en entrar en faena siempre ayuda. Estamos ante un slasher que nace del cruce de “Funhouse” (Tobe Hooper, 1981), “31” (Rob Zombie, 2016), “Escape Room” (Adam Robitel, 2019) y “The Houses October Built” (Bobby Roe, 2014). Con referencias como estas, poco más hay que decir sobre la trama. Un grupo de amigos se meten en una casa del terror clandestina creyendo que será una atracción extrema, ideal para celebrar la noche de Halloween y que terminarán luchando por su vida con unos enmascarados. Sencillo y directo.

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“no busca el jump scare, sino que juega con la psicología del espectador”

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La historia nos ubica dentro de la casa prácticamente desde el inicio, algo que ayuda muchísimo al ritmo y a la predisposición del espectador para adelantarse a cada acción. Es fundamental que esto ocurra porque la tensión que se va generando no busca el jump scare, sino que juega con la psicología del espectador, que se sabe conocedor de todos los trucos de la casa, y la certidumbre de que algo malo ocurrirá a la vuelta de cada esquina. Algo tan sencillo como caminar sobre las huellas marcadas por alguna otra persona es lo que hace que “Haunt” mantenga un ritmo apropiado en cada momento. Sin ofrecer nada nuevo, es capaz de satisfacer incluso el paladar más crítico por una simple razón, “Haunt” no apunta alto, ofrece lo que se espera de ella. Muy en la tradición de los slashers de los ochenta y noventa.

Podéis olvidaros, eso sí, de personajes bien desarrollados o de profundidad de miras. En el guión, se pasa tan por alto todo lo relativo a los asesinos y está todo tan cogido por pinzas, que ideas que apuntan maneras, se quedan en simples escaparates para no salirse del efectismo de las máscaras, la iluminación saturada, la amenaza de lo que está escondido y la incertidumbre de cada elección. En este aspecto, muy justito el libreto y muy desaprovechada la subtrama de la protagonista y su novio maltratador. Supongo que se pretendía jugar al despiste o simplemente los dos guionistas no se pusieron de acuerdo en cómo debían terminar el guión, ninguno de los dos cedió y concluyeron con un final bastante indigno.

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“Una película que muestra química entre los intérpretes y sus personajes, que está bien ambientada, que consigue una atmósfera adecuada, que se beneficia de un gore dosificado”

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En cualquier caso, estamos ante una película que cumple holgadamente su propósito. Una película que muestra química entre los intérpretes y sus personajes, que está bien ambientada, que consigue una atmósfera adecuada, que se beneficia de un gore dosificado y preciso, que nos regala unas cuantas referencias que siempre alegran y que tiene un puntito de mal rollo en cada escena que sabréis apreciar. Buena elección para una noche de Halloween con amigos o para desconectar de un largo día de trabajo.

Personalmente, he visto lo que ocurre en “Haunt”. He leído historias inquietantes sobre las cada vez más extremas casas del terror americanas. He sentido cómo el corazón se me salía del pecho y me quedaba inmóvil delante de la puerta de “El matadero” en una de estas atracciones hace muchos años, y todo esto reafirma mi decisión de ser de ese tipo de personas que espera en la salida de la atracción para ver las reacciones de los que van saliendo acojonados vivos. Así es el ser humano, unos disfrutan pasando miedo y otros, viendo cómo los demás sufren con ese miedo. Este es el hecho.