ALONZO SIN BRAZOS NOS HABLA SOBRE ESTE CLÁSICO DEL SUSPENSE DE LOS AÑOS CINCUENTA PROTAGONIZADO POR ROBERT MITCHUM
A lo largo de la historia del cine, determinados sectores del público y, sobre todo de la crítica, se dedicaron a denostar al Horror por pasatista y superficial cuando probablemente sea el que mejor indague en nuestro pasado y traumas más íntimos. Esas impresiones que arrastramos desde la niñez y que, de algún modo, signaron nuestro camino. Así pues, en épocas de extrema inseguridad, en las que parece necesario justificar hasta lo subjetivo, etiquetas como ‘’terror elevado’’ no solo sirven para disculpar la vergüenza que sienten esos grupos al disfrutar una cinta de este tipo, si no que, además, omiten grandes obras que se ocuparon de enriquecer el acervo cinematográfico.
“Un villano con todas las letras que no tiene ningún tipo de consideración a fin de alcanzar su objetivo, aun cuando el obstáculo que lo separa de su meta sea la existencia de un par de niños”
Sin embargo, este no es un fenómeno reciente, de hecho, podemos identificarlo en diferentes ciclos, en particular, a mediados de los años 50 y con el estreno de “The Night of The Hunter” (1955), el espanto rompe con algunos de los prejuicios que lo habían marcado (y siguieron marcando) se hace de cierto ‘’prestigio’’ y suma la aprobación efímera de grupos no tan familiarizados con el tema.
La única película dirigida por Charles Laughton diseña un juego tanto de opuestos como de dualidades, entablando un vínculo con esas emociones juveniles que citamos al comienzo del texto y que arrastramos durante toda la vida (orfandad, soledad, maltrato). Alimentadas desde lo técnico y lo argumental, las diferentes antagonías se van desenvolviendo en virtud de una trama sencilla: Harry Powell (Robert Mitchum) es un predicador y asesino en serie que seduce mujeres para luego ultimarlas y hacerse con sus bienes. En algún momento de su carrera penitenciaria comparte celda con Ben Harper, condenado a muerte por robo y homicidio. El destino del botín es exclusiva competencia de sus dos pequeños hijos, John y Pearl. Powell logra casarse con la viuda y, una vez eliminada, concentra su atención en el dúo de hermanos que escapan rio abajo con la muñeca que sirve de escondite para el dinero. Entonces, partiendo de una sucesión de contrapuntos (luz y sombra, ingenuidad y malicia, bien y mal), se empiezan a desenvolver los diferentes escenarios y apreciaciones circunstanciales que definen a los personajes, se transforman en una mirada analítica del periodo e, incluso, perfilan la estructura definitiva dividiendo el trabajo en dos segmentos ostensibles.
“La magnífica fotografía a cargo de Stanley Cortez nos remite a lo mejor del expresionismo que empujó los comienzos del terror en la gran pantalla”
La pieza inicial es la encargada de mostrarnos la dimensión evidente de Powell: suspicaz, provocativo y seductor. Un villano con todas las letras que no tiene ningún tipo de consideración a fin de alcanzar su objetivo, aun cuando el obstáculo que lo separa de su meta sea la existencia de un par de niños. Conseguimos distinguir cierto aire ‘’progresista’’ en el tono de esta etapa, de ahí que se nos ofrezca una visión piadosa del delincuente y compasiva respecto al rol de la mujer en la familia desmembrada y el posterior examen ajeno.
En la misma línea, descubre sutiles críticas al papel del fanatismo religioso y su efecto sobre los desclasados. Por otro lado, y más allá de las particularidades del libreto, los enfrentamientos también abarcan la estética. La magnífica fotografía a cargo de Stanley Cortez nos remite a lo mejor del expresionismo que empujó los comienzos del terror en la gran pantalla. Los claros y oscuros imprimen el carácter y las pretensiones de los protagonistas. La penumbra se torna amenazante y afilada igual que la navaja criminal, es decir, dejan de ser un mero decorado para pasar a ser una vertiente de los sentimientos imperantes.
“una joya simple y austera que, al fin de cuentas, pagó por vincularse con un género histórica e injustamente subestimado”
A partir del asesinato de la madre, la tendencia troca en casi todos los aspectos. Esta segunda fase funciona a modo de contraste y complemento de la primera. La acción se traslada de la ciudad al campo y la apariencia se asemeja a la de una fábula siniestra. Al margen de que se equipare a la sociedad ‘’desarrollada’’ con el brazo acusador de la fe que reprueba al marginal y lo castiga con el abandono, el entorno salvaje y su severidad potencian la sensación de peligro y desamparo. Así y todo, en la periferia, la imagen adulta pasa de condenatoria a solidaria, la mujer deja atrás la sumisión para tomar las armas (literalmente) y las observaciones empiezan a tener un cariz más cercano a lo conservador sin caer en la disonancia, por ejemplo, el verdugo que ante la ejecución de Ben Harper se cuestionaba su futuro, acepta gustoso ajusticiar a Powell.
En esta sección la religión pasa de ser el origen de los problemas a convertirse en parte de la solución, debido a esto, Rachel Cooper (Lillian Gish), la mujer que cobija a los hermanos al final de su odisea, puede llegar a representar una versión lavada de la ‘’mayoría moral’’ y, de alguna forma, del asesino: intransigente e intolerante, aunque afectuosa. No obstante, a pesar de los diferentes giros hay un factor que une a los distintos capítulos y se mantiene inmutable a través de toda la obra: la inocencia infantil se defiende y preserva hasta las últimas consecuencias. Este rasgo no debería pasar por un defecto a la hora de construir los personajes, si no como una declaración de principios o, mejor dicho, un juicio a los valores establecidos, propios de la madurez y que nunca se cuestionan pese a sus pobres resultados. Ahora bien, las características del reverendo varían de manera notable y además suma una serie de atributos que lo acercan al fantástico defendiendo su constante incorporación en lo mejor del género: muta en una presencia casi sobrenatural, se vuelve una sombra recortada en el horizonte ‘’que nunca duerme’’, se deshumaniza y, desde la contradicción, reafirma el mismo razonamiento: la imposición de creencias termina en desastre.
Por desgracia, la magra recaudación coartó una carrera que se percibía interesantísima. Tal vez los espectadores del momento no hayan podido sintonizar con una propuesta en continua disputa, inclusive, cabe que los nuevos ‘’elevados’’ desde la arbitrariedad y el rebuscamiento tampoco se permitan disfrutar de una joya simple y austera que, al fin de cuentas, pagó por vincularse con un género histórica e injustamente subestimado. Ellos se lo pierden.
11 comentarios:
Una inmensa obra maestra, sin duda. A saber que hubiera conseguido el gran Charles Laughton, gran actor, si hubiese seguido detrás de la cámara. Lo tiene todo, un suspense imparable, una estupenda fotografía y uno de los malvados más malvados de la historia del cine, creo que Robert Mitchum nunca volvió a alcanzar esas cotas de intensidad en toda su carrera. Para el recuerdo unas imágenes inolvidables, la escena sumergida es de una belleza y a la vez de una dureza increíbles y los nudillos con los tatuajes LOVE/HATE, siguen poniendo los pelos de punta. Sin duda una película imprescindible en la historia del cine. Un millón de gracias Alonzo.
Hola Jason! Muchas gracias a vos! Coincido con todas tus apreciaciones, sobre todo, con la idea de que la carrera de Laughton como director, teniendo en cuenta este ejemplo, podría haber sido extraordinaria. Un abrazo.
Se ve muy interesante, la anoto en mi lista de pendientes. El detalle del tatuaje lo he visto en otro lado pero no recuerdo donde jajajja , definitivamente ya no hay nada nuevo bajo el sol.
Hola Erika! Cuanto antes la veas mejor, es un peliculón. El Love/Hate es un diseño usual (una de las tantas dicotomías que presenta la peli). Mas allá de no ser un tatuaje, el ejemplo que se me viene a la cabeza es el de los anillos de Radio Raheem en Do the Right Thing de Spike Lee.
Yo hasta le hubiese puesto un puntito más, la tentación es grande y mi entusiasmo cinéfilo débil! Maravillosa crítica, no puedo añadir más que felicitarte por traer este TREMENDO clásico, una fábula malsana practicamente, a estos lares. Merci!
Magnífica elección Alonzo y gran crítica! que pedazo de clásico!
A nivel estético la película es una maravilla, com imagenes casi oníricas y de una gran belleza que contrastan con el cuento macabro que se nos cuenta, una canción de cuna perversa con uno de los personajes más inquietantes que recuerdo, un ángel redentor del lado oscuro.
Hola Artorius y Nolsen! Siempre presentes, un abrazo para los dos.
Qué maravilla de texto y de película! Para mi es un diez como una casa, de tal impacto cultural que incluso tiene imágenes que forman parte de la cultura popular y resultan familiares, incluso si no has visto la película. Y a nivel cinematográfico, envejece como el buen vino :)
Hola Nellie! El cajón de comentarios pide el 10! juro que tenia un argumento que sostenía el 9 pero no lo recuerdo.
Totalmente de acuerdo con tus comentarios, lo que me sigue llamando poderosamente la atención es el trato que recibió en su momento. Supongo que los cuestionamientos a determinados ''valores'' le termino jugando en contra.
Un abrazo!
Magnífica reseña Alonzo Son Brazos, felicitarte por esta elección. ¡Que absoluta maravilla de película! Una obra maestra del séptimo arte.
Una de mis películas favoritas y posiblemente el cuento de hadas, mezclado con gótico americano, más siniestro, perverso y bello, a la vez, que se ha rodado nunca.
Todo es magistral en esta película. La única que rodó el magnífico actor Charles Laughton. Maravillosa fotografía, música sensacional, ritmo y montaje perfecto, un tremendo guion plagado de referencias bíblicas y literarias y repleto de envenenada crítica social, y un reparto glorioso con un Robert Mitchum en el papel del reverendo Harry Powell descomunal (sin duda uno de los villanos más perturbadores del cine).
En definitiva, un cuento intrigante, tenso, subyugante y demoledor que hará las delicias de cualquier amante del cine.
Saludos cuervos.
Hola Max! Sin dudas, una obra maestra. Un abrazo.
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