lunes, 10 de agosto de 2015

Crítica: The Occupants

Aviso: Voy a dedicar a este truño muy poco de mi tiempo, lo cual ya es mucho más de lo que se merece después de habérmela tragado de principio a fín, cosa que seguramente ni la familia del director ha soportado.
Partiendo de una idea muy poco original y extraordinariamente trillada ya en ésto del cine de terror-una pareja feliz recién mudada a una casa en la que empiezan a aparecerse un trío de fantasmas- el tal Todd Alcott, director y guionista, contando con los recursos que contaba, lo tenía más que complicado para hacer una buena película de género. O al menos decente... 

Pero es que encima, va el tipo y utiliza el odioso recurso de colocar una trampa más que previsible cada diez minutos para tratar de desconcertar a las cuatro amas de casa que pasan aburridas la tarde del domingo frente a la tele mientras sus respectivos maridos forofos acuden al campo. 

Y es que ese parece ser el público que el director elige, el que se engancha a los cutrefilms de cadena privada con un guión mil veces visto, con unas interpretaciones horrendas y una financiación escasita de la cadena. 

La peli dura poco, lo cual se agradece horrores, pero el problema es que se hace extremadamente plomiza, cansina y aburrida, y es francamente difícil mantener la atención y los párpados despegados, entre otras cosas porque el reparto, y sobre todo su protagonista, Cristin Milioti, (odiosa), está especialmente mal elegido y tiende a la sobreactuación cosa fina. 

Conforme avanza y ves que el reloj pasa muchísimo más despacio de lo que uno espera, el espectador se debate entre irse directamente al minuto 70 y ver que llevaba razón, que la cosa estaba más que clara al principio y que las trampas y vueltas de un guión que debe ocupar seis folios no tienen sentido, y hacen aguas por todos sitios, hacerse un sudoku nivel extra dífícil mientras avanza el disparate y la prota sigue poniendo esa cara de picar cebolla que usa en toda su interpretación, o directamente dedicar su tiempo a menesteres más entretenidos como cortarse las uñas de los pies y colocarlas en fila por tamaños sobre el tapete de ganchillo de la abuela. 

Aún así hay momentos (no demasiados), en los que la atmósfera parece demasiado bien construida, pero es sólamente porque todo, todo, todo es absulutamente espantoso y en algún momento el genio creativo del director se debió calmar. Desgraciadamente son los menos y el resultado es infumable.

Lo mejor: Cómo toca el tema de los malos tratos, haciendo quedar a la prota (la de la cebolla, sí) como una auténtica imbécil paleta sabelotodo que se cuela, y mucho, con la pobre canguro. También el hecho de que dure setenta y pico minutos (aunque parezcan trescientos). 

Lo peor: Pues la peli en sí, un despropósito tras otro. Desgraciadamente ni siquiera se trata de una de esas pelis malas que te hacen pasar un buen rato, sino al contrario, su visionado se hace puramente agónico y aburrido no, lo siguiente. 

El cartel, nuevamente vuelve a ser engañoso, prometiendo una cinta de terror paranormal, pero bueno, a estas alturas ya es de esperar que lo que nos venden no siempre sea lo que compramos.


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