Crítica: Sputnik

KRUEGER NOS HABLA SOBRE LA VERSIÓN RUSA DE ESE CLÁSICO DEL GÉNERO QUE ES EL TERROR VENIDO DEL ESPACIO

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Octubre acoge la que probablemente sea la edición más insólita del Festival de Sitges. Dentro de esta nueva normalidad, que tiene los peores vicios de la antigua y poco de avance y mejora, los festivales de cine, así como los grandes eventos culturales multitudinarios, son uno de los muchos aspectos tocados de muerte. Cuesta imaginar, actualmente, grandes aglomeraciones de gente haciendo colas y compartiendo espacios comunes en satánica armonía. Pero de todo se sale y siempre podría ser peor: podrías volver del espacio exterior con una criaturita con pocas ganas de hacer amigos. Dicha propuesta toma protagonismo en “Sputnik”, enésima revisión del terror venido de más allá de las estrellas que ha tenido su estreno en la sección oficial a competición del festival. 

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“Destacaremos el diseño de la criatura, mostrada sin rubor a la media hora de metraje” 

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Lo primero que sorprende de “Sputnik” (Egor Abramenko, 2020) es lo competente de sus formas: pocas pegas pueden ponerse a la realización, a las interpretaciones o al montaje, por no hablar de unos efectos visuales de primer nivel. También se agradece un guion que, a pesar de cientos de lugares comunes, se esfuerza en ir avanzando de forma progresiva, transformando la idea inicial en agradables variaciones que evitan la previsible sensación de deja vu y llevan la historia por derroteros distintos. Tampoco se avergüenza la historia de ser pura serie B, por lo que tampoco esperéis grandes reflexiones filosóficas o pestiños a lo Nolan (afortunadamente). No dejamos de estar frente a una Monster Movie de las de toda la vida. 

Destacaremos el diseño de la criatura, mostrada sin rubor a la media hora de metraje. Sin ser especialmente escalofriante, funciona como monstruo, aspecto que dada la variante que toca “Sputnik” resulta harto complicado. Con un ojo puesto en “Life” (nunca me cansaré de reivindicarla como una de las más dignas herederas de “Alien”), evidentemente las apariciones del bicharraco terminan siendo lo más agradecido de esta propuesta con formas A y espíritu B. Igual de interesante resulta el estudio sobre la morfología y características del engendro y es: ¿Quién no desea saber como funcionan las monstruosidades? Agradecido también que se juegue con la idea de simbiosis y parásito, dando una ligera variación que recuerda a la tremendamente fallida “Venom” (Ruben Fleischer, 2018). 

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“lo mismo que hemos visto en demasiadas ocasiones, pero con algún que otro giro para que firmemos”

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A pesar de poder encuadrarse dentro del terror espacial, lo cierto es que solamente el prologo transcurre allá arriba, concentrándose la acción en una estación militar, quedando la propuesta más cerca de terrores terrenales como “La cara del terror” (Randy Ravich, 1999), en la que por cierto Johnny Depp iba teñidito de rubio a lo Vigilante de la Playa, o a “Splice” (Vincenzo Natali, 2009), aunque a está última se acerca de forma más esquinada. Como os digo, lo mismo que hemos visto en demasiadas ocasiones, pero con algún que otro giro para que firmemos. 

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“salvando el idioma, podríamos estar frente a la enésima propuesta americana de serie B” 

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El precio a pagar por el visionado es una ligera caída de ritmo en el final del segundo acto y un clímax ciertamente anticlimático. Cuando la propuesta debería despegar, el presupuesto le ata los cordones y frena un avance que debería haber sido aun más espectacular. Estas limitaciones pueden verse compensadas con un sorprendentemente generoso gore, que abunda en cabezas reventadas de forma gráfica. 

No estamos frente a una excentricidad rusa (todavía me dan escalofríos al recordar el díptico vampírico de Timur Bekmambetov…) y de hecho, salvando el idioma, podríamos estar frente a la enésima propuesta americana de serie B, pero afortunadamente realizada con la suficiente dignidad para que perdonemos una historia, que aunque juega a sorprender, nos sabemos de memoria. Además, ¿Desde cuando necesita uno excusas para ver películas de alienígenas con mala leche come cerebros? Pues eso.